Regreso

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Capítulo III

Se mantuvo sentada sobre el amplio sillón de la sala pues no podía precisar con seguridad que estaba pasando, se sentía tan cansada, tan harta de esa situación. Y ese sueño que tuviera solo vino a dar vueltas en su mente para deprimirla aun más.

Y entre tantas cosas se preguntaba, ¿quién era el hombre que le había llamado el día anterior?

¿Su esposo? ¿Un amigo?

Se llevó las manos al rostro y lo escondió entre estas, mientras su largos cabellos terminaban por cubrirla completamente.

Creía ya no tener lágrimas, y que estaba al borde de la locura.

¿Que podría hacer? No lo sabía, tal vez, solo debía esperar y por ende, encarar a su destino.

—Ayúdame, Naruto...— Suplicó en voz alta, sabiendo de sobra que estaba completamente sola y que ni él ni nadie podría escucharla.

☆゜・。。・゜゜・。。・゜★

El reloj que estaba sobre la pared apuntaría ya las seis de la tarde. Escondida entre la penumbra vio con nerviosismo como la puerta principal de la casa se abría y por esta entraba un hombre.

No alcanzó a ver su rostro pero era alto y fornido. Llevaba puesta una gabardina de color negro y una bufanda a juego, también guantes del mismo tono. Aquel dejó el equipaje a un lado y cerró de nueva cuenta el acceso. Pero no se giró, sin en cambio se quedó estático frente a la ventana. Tal vez viendo la tormenta o el embravecido mar, ¿quien pudiera saberlo?

Pasaron un par de minutos en los que no ocurrió absolutamente nada, así que armándose de valor decidió recibirlo. Sigilosamente se movió de una habitación a otra, procurando ser habilidosa como un gato.

—B-Buenas noches— Dijo al estar cerca de él. El joven al escucharla giró el rostro a un lado y la muchacha percibió su perfil. También su cabello crespo de color de ébano, que le cubría parte del rostro. Al posar su vista en ella, la joven solo atinó a sonrojarse y a suspirar llevándose una mano al pecho.

¡Era guapísimo! Demasiado, tanto que por unos segundos se olvido de Naruto.

—Hinata— ¡Por Dios! ¡Esa voz era como un sueño! Definitivamente algo no estaba bien. Su corazón o su mente le estaban jugando una terrible broma, no era correcto sentirse así, definitivamente no.

—Bienvenido a casa— La morena se abalanzó a sus brazos y lo envolvió fuertemente pero la sensación lejos de ser cálida fue todo lo contrario. Era como estar abrazando una estatua de hielo y eso la devolvió a la realidad. Se veía tan ofuscado y molesto, y sabía que había razón para ello. Así que se apartó de él.

—Gracias— Él procedió de inmediato a quitarse la gabardina y la bufanda.

—Espera, déjame ayudarte— Por su parte, el hombre se detuvo en seco al verla acercarse de nueva cuenta. Sentir sus manos tibias y pequeñas provocó en él ciertos sentimientos que creía haber enterrado desde hacía tiempo. Prestó especial atención en su actitud, en sus bellos ojos y su voz tan suave y tierna.

—Hn—

—Debes tener frío y seguro estarás cansado— Le dijo mientras las mejillas le ardían de la pena. —Espero tengas hambre, preparé la cena...— Le hizo saber con inocencia, como si eso fuera algo habitual.

Déjame soñarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora