Capítulo 4

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Capítulo 4

La máquina del tiempo se detuvo. Inmediatamente descendimos del transporte y nos ocultamos en un espeso bosque en medio de una enorme explanada.

Trunks guardó la máquina en una cápsula y de un salto se subió a un árbol muy alto. Kakaroto y yo lo imitamos y nos instalamos a su lado.

—Trunks ¿Es este lugar? —pregunté.

—Sí —respondió— Por suerte llegamos a la línea temporal correcta.

—¿Estás seguro?

—Sí, papá. Allí está la nave.

Tenía razón; al lado del bosque estaba estacionada una nave espacial como la que usaba Freezer, sólo que esa tenía escrito en un costado, como los barcos, un nombre: "Príncipe Vegeta".

—Parece que alguien tiene problemas con su ego... —bromeó Kakaroto.

—Cállate, idiota.

—No peleen —suspiró Trunks— Ahora vamos a repasar el plan.

El plan era muy sencillo: esperaríamos a que el Vegeta de esa época saliera de la nave y entonces yo lo usurparía, sacaría a Bulma y regresaríamos al futuro. Si la suerte estaba de nuestro lado volveríamos antes del anochecer.

Bajamos del árbol.

—Oye, Trunks ¿Dónde se supone que estoy yo? —consultó Kakaroto— Si mal no recuerdo, yo reviví poco después de que Vegeta llegara a la Tierra.

—Olvidé decírselos —dijo el muchacho— En esta línea mi padre llegó un par de días antes de su batalla, así que en realidad usted sigue muerto y no sabemos en qué momento llegará.

—¿Y ustedes creen que los soldados no noten que Vegeta no es Vegeta? No sé tú, Trunks, pero yo lo veo bastante diferente...

—Sigo siendo la misma persona —gruñí.

—Pero estás... cómo decirlo... creo que has subido un poco de peso desde lo de Buu...

—¿Me estás diciendo gordo? —alegué.

—Gordo no, pero de que tienes unos kilos de más...

—No se preocupe, señor Gokú —intervino el chico— Traje algunas cosas que nos servirán.

De otra cápsula Trunks extrajo un baúl. De su interior sacó uno de mis antiguos uniformes y me lo entregó.

—Cámbiate de ropa, papá.

—Si es que todavía le queda... —murmuró Kakaroto.

—¡Que te calles, insecto!

—También encontré esto.

Mi hijo me pasó un rastreador.

—¿De dónde lo sacaste?

—Creo que mi mamá lo trajo de Namek. No sé si aun funciona, pero eso no importa, basta con que lo lleves puesto.

Me coloqué mi vieja ropa de pelea y el rastreador. Kakaroto me miró confundido.

—¿Qué tanto me ves?

—Pues sí te pareces al de antes...

—Señor Gokú, también tengo algo para usted.

Trunks le entregó a mi rival otro uniforme, de color negro.

—Si alguien lo ve o pasa algo inesperado que lo obligue a salir del bosque, es mejor que parezca un soldado.

—¡Qué divertido, yo también me voy a disfrazar! —comentó feliz.

—Pero como no podemos permitir que vean su cara, además tendrá que ponerse esto.

Me reí a carcajadas al ver que lo que debía ponerse era un casco, como el que usaba Gohan en su estúpido alter ego de "Gran Saiyaman".

—¿Por qué te ríes, Vegeta? Me veo genial —dijo, emocionado.

—Pareces imbécil —me reí— Bueno, eso es lo que eres...

—¡Ya basta! —nos regañó el joven, molesto— Dejen de comportarse como niños.

Nos quedamos callados.

Las horas comenzaron a pasar... y el otro Vegeta no salía de la nave.

Kakaroto se recostó sobre la hierba y al poco rato se durmió, roncando tan fuerte que colmó mi escasa paciencia y terminé lanzándole una roca en la cabeza, pero ni siquiera se inmutó. Trunks y yo permanecimos en silencio, toda la maldita noche.

Para el amanecer tenía los nervios de punta. A esas alturas a Bulma podía haberle sucedido cualquier desgracia.

—¡Maldición! —grité furioso— Ya no pienso esperar más, voy a destruir todo.

Me puse de pie decidido, pero mi hijo me sujetó de un brazo.

—Cálmate, papá, de seguro ya tendrá que salir...

—Tu madre está en peligro.

—Pero papá...

—Tú no tienes idea de quién era yo realmente —dije triste.

—¿Qué crees que eres capaz de hacerle a mamá?

—Nada que ya no le haya hecho antes... —sonrió Kakaroto con malicia.

Lo miré con odio ante su comentario subido de tono... porque sin saberlo, el idiota tenía razón. En esa época yo no era precisamente muy amable con las damas.

—No intentes detenerme, Trunks. Voy por tu madre.

Alcancé a dar dos pasos cuando la nave se abrió y de ella, por fin, salió el otro Vegeta. Fue extraño verlo, eso no lo puedo negar. Y que me dio muy mala espina.

Sin siquiera mirar a su alrededor se marchó volando. Lo vimos desaparecer en el horizonte.

—Muy bien, papá, ahora es tu oportunidad —me animó el muchacho.

Intentando no parecer nervioso me acerqué hasta la nave. Si todo seguía siendo como recordaba, no debía tener problemas.

La puerta aún funcionaba con seguridad biométrica, así que con sólo colocar mi mano se abrió. Apenas entré dos soldados que estaban de guardia se arrodillaron ante mí. Debo reconocer que eso me gusto un poco.

—Príncipe Vegeta, Bronco lo está buscando —habló uno de ellos.

—¿Bronco? —interrogué. Mierda, no recordaba a nadie con ese nombre— ¿Y para qué?

—Desea saber cuándo iniciaremos la conquista de este planeta —dijo el otro— Lo está esperando en la sala de reuniones, es urgente.

—Perfecto, iré a hablar con él.

Salí caminando por el pasillo, muy campante. Pero la voz de un soldado me paró en seco.

—Príncipe Vegeta...

—¿Qué quieres? —bufé.

—La sala de reuniones está hacia el otro lado —indicó.

—Claro que lo sé —respondí— Voy a otro sitio antes.

—¿Al baño? —consultó.

La estupidez del soldado me recordó a Kakaroto.

—No. Y ya déjenme en paz, malditas sabandijas, si no quieren que les arranque la cabeza y las exhiba en el comedor.

Se quedaron callados, muertos de miedo.

Al parecer no me resultaba tan difícil volver a comportarme como antes. 

El caso de la rubia platinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora