Capítulo 9

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Capítulo 9

Era muy tarde, seguramente cerca de medianoche. Ya habían pasado varias horas desde que Gokú se había marchado y no se oía ningún ruido, seguramente todos los soldados estarían descansando para el inminente ataque al planeta Tierra. Excepto uno.

La puerta de la celda se abrió. Yo, que estaba recostada sobre una banca intentando dormir, me puse de pie inmediatamente. Y al ver de quién se trataba el miedo me recorrió por completo.

—Por fin tengo un minuto para jugar contigo, humana.

Vegeta, con una sonrisa torcida y aterradora, se acercó hasta mí. Retrocedí hasta que mi espalda chocó contra la pared. No tenía escapatoria.

¿Cómo era posible que ese hombre, que me miraba como un depredador a su presa, en apenas una década fuese a cambiar tanto? Eso era imposible, seguramente el Vegeta de mi época, el que era mi esposo, seguía siendo ese demente criminal y abusador de mujeres que estaba allí. Pero por otro lado fue inevitable recordar a mi Vegeta, en esas contadas ocasiones en que, siempre estando solos, era tan tierno conmigo: cada vez que me besaba, cada vez que susurraba en mi oído cuanto me quería, el que se acurrucaba cada noche a mi lado, el que en la cama era un animal y que me había regalado los mejores orgasmos de mi vida. A pesar de que en la intimidad a veces podía resultar algo brusco, jamás me hizo daño ni intentó nada que yo no quisiera hacer: si por cualquier razón le decía que no, él no insistía ni se molestaba ni nada similar. Aunque claro, era muy extraño que le dijera que no, porque me encantaba estar entre sus brazos.

Cerré los ojos. Ya no valía la pena suplicar, ese monstruo no era el mismo Vegeta con quien había compartido diez años de mi existencia.

Por mi mente cruzó una imagen de Trunks, del niño y del adulto. Eran mis hijos y ya jamás volvería a verlos o abrazarlos. Mi pequeño crecería solo, sin su madre, y a pesar de que su padre anhelaba convertirlo en un guerrero, seguía siendo apenas un chiquillo. O al menos eso era lo que decía Vegeta, porque cuando Trunks, agotado por el entrenamiento se quedaba dormido en el sofá, él mismo lo cargaba y arropaba en su cuarto.

No había nada más que hacer, solamente esperar mi muerte.

Vegeta me cogió por la cintura con fuerza y sumergió su nariz en mi cuello. Acto seguido me mordió el lóbulo de la oreja, haciéndome temblar, no de deseo, sino de terror. Una de sus manos sujetó mi trasero y la otra se dirigió a mi pecho izquierdo. Sentí su respiración agitarse y su erección clavarse en mi vientre, causándome náuseas. Si hubiese sido el otro Vegeta, mi marido, no habría dudado en meter mis manos dentro de su pantalón y quitarle la camiseta, pero estar con ese hombre no era ni remotamente parecido a estar con su versión del futuro.

Me despojó de mi blusa y se dedicó a manosearme. Su lengua viajó desde mi cuello hasta mis pechos, sin embargo, en ningún momento me besó en la boca. Al parecer no se permitía semejantes acciones con las mujeres a las que violaba.

Sus dedos intentaron desabrochar mi sujetador. Entonces ya no pude seguir disimulando las lágrimas que caían por mis mejillas.

—Eres mejor que esto... —sollocé.

—¿En serio crees eso, terrícola estúpida? —preguntó, sin dejar de tocarme.

—No lo creo. Estoy segura.

—Cierra la boca —me ordenó— Bueno, se me ocurre algo para lo que deberás tener la boca muy abierta... —sonrió con malicia.

—Algún día te darás cuenta de que esto es un error —pronuncié, sabiendo que podían ser mis últimas palabras— Un día despertarás y ya no querrás ser esta bestia. Sé que tu vida no ha sido fácil, que tuviste una infancia horrible y que no es tu culpa ser como eres, sé que te sientes muy solo, pero aún estás a tiempo de cambiar.

Se detuvo. Una expresión confundida se instaló en su rostro y se alejó un par de pasos. Pude quedarme callada, pero no lo hice.

—En el futuro serás un buen tipo —agregué— Claro que tendrás fallos, pero encontrarás una mujer para quien serás perfecto. Ella te amará a pesar de todo y tú también la amarás, aunque a menudo discutan y suelas pensar que está loca —sonreí, con la vista clavada en el piso.

—No digas tonterías... —murmuró muy bajito.

—Es la verdad. Serás un buen padre e incluso tendrás amigos, pero jamás aceptarás que los consideras tus amigos —dije, pensando en Gokú.

—Eso jamás va a suceder, porque yo soy un asesino cruel y despiadado, yo soy...

—El príncipe de los saiyajin, un guerrero de clase alta, el gran Vegeta —lo interrumpí. Ya me sabía ese cuento de memoria.

No pudo esconder el asombro que le causé.

Contrario a cualquier lógica o sentido común, fui yo quien se acercó y él quien retrocedió. Sin inmutarme cogí su mano derecha y la llevé hasta su pecho.

—A pesar de que lo niegues, sí tienes corazón —hablé, sin soltarlo— Aprenderás a usarlo y a tener sentimientos, pero aún es demasiado pronto. Algún día serás un buen hombre, eso te lo puedo asegurar. Lo único malo es que las atrocidades que has cometido te van a perseguir muy de cerca, y en varias noches las pesadillas no te dejarán dormir en paz.

Por primera vez desde que nos cruzamos tuve el valor suficiente para mirarlo fijo a los ojos. Vegeta se quedó petrificado unos instantes, que parecieron eternos. Hasta que soltó mi mano.

—Estás loca, terrícola —pronunció nervioso— Ponte tu ropa.

Se dio media vuelta y se marchó de la habitación.

Suspiré tranquila, porque tenía razón: algún día ese Vegeta también sería una buena persona, como lo era el mío.




POST DATA: Amig@s, sólo quiero comentarles lo MUCHÍSIMO que me costó escribir este capítulo. Me fue muy difícil imaginar a Vegeta en una situación de abuso. Ha sido un reto enorme, pero es lo que la trama exigía y yo, como simple mediadora entre la historia y ustedes, he intentado cumplir de la mejor manera posible. Espero haberlo conseguido. 

El caso de la rubia platinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora