Capítulo 7

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Capítulo 7

Aprovechando que varios reclutas entrenaban en el descampado, Gokú se acercó y se mezcló entre ellos. Trotó, hizo abdominales y lanzó puñetazos al aire, igual que los demás, y nadie notó que, al llegar el momento de regresar a la nave, un soldado ajeno se coló al interior.

Llevaba puesto el casco, para que nadie viera su rostro, y por nada del mundo podía quitárselo, eso había sido una orden expresa de Vegeta. Y mi amigo, por torpe que pudiese resultar algunas veces, sabía que su eterno rival no había bromeado al decirle que de hacer una estupidez lo mataría. A esas alturas, tras tantas batallas, ya lo conocía suficientemente bien y había visto en sus ojos la desesperación y el miedo de lo que me pudiese suceder.

Apenas estuvo al interior de la nave notó el incansable ajetreo de soldados corriendo de un sitio a otro, lo que significaba que Vegeta tenía razón y el plan de conquista de la Tierra ya estaba en marcha. Quiso asegurarse, así que no dudó en consultarlo con otro subordinado.

—¿Mañana vamos a atacar este planeta?

—¿Acaso no oíste lo que dijo Napa? —le regañó un extraterrestre de color naranja— A primera hora saldremos a aniquilar a todos los humanos.

—¿Y si no lo hacemos? ¿Por qué mejor no nos vamos a casa? —propuso.

—¿Eres tonto o qué? Si el príncipe Vegeta te llega a escuchar te asesinará de un solo golpe.

—Sí, claro, como si pudiera —ironizó el saiyan.

El extraterrestre lo observó confundido y, gracias a Kami Sama, otro soldado, aparentemente de mayor rango, lo pescó del hombro.

—Tú, deja de charlar —lo reprendió— Ahora ve a limpiar las celdas del piso de abajo. En una de ellas hay una terrícola: no te atrevas a tocarla, es propiedad del príncipe.

—¿Cómo es eso de que es del príncipe?

—Supongo que no tengo que explicarte lo que hará con ella.

—Pues sí, preferiría que me lo expliques...

—¿De dónde te sacaron, soldado idiota? ¡Deja de preguntar estupideces y ve a hacer lo que te mandé!

Gokú levantó su brazo en señal de aceptación, en un gesto similar al del saludo al Führer, y salió caminando en busca de alguna escalera o elevador que lo llevara rumbo al piso inferior.

Mientras tanto, yo esperaba encerrada. A pesar de llevar casi un día completo allí no tenía hambre, lo único que podía sentir era miedo. Es cierto que saber que Vegeta estaba dispuesto a todo por librarme de mi cautiverio me dejaba más tranquila, pero hasta que no estuviera en mi época, con mis Trunks y mi esposo, no podría estar en verdadera paz.

De pronto mis pensamientos fueron interrumpidos por el sonido de la puerta abriéndose ¿Quién sería? ¿El Vegeta verdadero? ¿O el falso?

Pero no, no era ninguno de ellos... Era Napa.

A paso firme se acercó a mí. Retrocedí hasta chocar con la pared.

—Para ser una terrícola, eres muy bonita —dijo, acariciando mi rostro— Lástima que no pueda ponerte ni un dedo encima...

Sus palabras me aliviaron, al menos un poco. Era obvio que no iba a arriesgarse a contradecir una orden de Vegeta.

—¿Sabes algo? Por el hecho de ser el príncipe, Vegeta es demasiado caprichoso —comentó— Nada más mira ¡Traer una humana a la nave, sólo para darse un gusto!

—Señor Napa —murmuré despacio— ¿Qué es lo que me va a suceder?

—¿En serio no lo sabes?

Bajé la vista al piso. Sí, sí lo sabía, pero no quería convencerme de que Vegeta, el que en nuestra línea temporal era mi marido y padre de mi hijo, en el pasado fuese capaz de hacer algo tan espantoso.

Entonces recordé la conversación que habían tenido más temprano los saiyajines. Y mi curiosidad, como siempre, fue más fuerte que el sentido común.

—A esa chica que mencionaron esta mañana... ¿Qué le sucedió?

Napa suspiró.

—Hace meses estuvimos en un planeta llamado Lotus —narró— Los habitantes tenían un aspecto muy similar al de los terrícolas, y apenas aterrizamos Vegeta se fijó en una mujer muy hermosa. Una vez que arrasamos con el pueblo él la llevó al interior de la nave y ahí... creo que puedes imaginar lo que le hizo.

—¿Abusó de ella? —interrogué con tristeza.

—No solamente eso —respondió con una risotada— Estuvo toda la tarde sacándose las ganas con esa chica ¡Incluso desde afuera podíamos escuchar como ella gritaba suplicándole que la matara de una vez!

—¿Y después? —quise saber.

—Después un recluta se deshizo del cuerpo y limpió la sangre de la celda —agregó.

Napa continuó riéndose de la historia, como si fuese muy divertida. Y yo quería creer que eso era mentira y que mi Vegeta jamás haría semejante atrocidad, pero en el fondo sabía que era verdad.

La puerta volvió a abrirse, pero, siendo honesta, no me importó mucho. Si era el Vegeta de esa época y quería matarme, que lo hiciera. O si era el otro, el de mi tiempo, podía irse al demonio, porque de seguro seguía siendo el mismo monstruo de poco más de una década atrás.

Pero no era ninguno de ellos, era un soldado de casco con una escoba en la mano.

—Con permiso, señor, vengo a limpiar.

El enorme saiyan no le contestó nada y salió del cuarto ignorando por completo su presencia. Una vez solos, el soldado aseador se quitó el casco. Casi me morí de la sorpresa.

—¡Gokú! —exclamé, lanzándome a sus brazos.

—Me alegra que estés bien, Bulma —dijo, sonriéndome.

Yo quise corresponderle con una sonrisa, pero en lugar de eso me largué a llorar. Tras tantos años anhelando conocer los más oscuros secretos de Vegeta por fin los descubría, pero eran mucho más terribles de lo que habría podido imaginar.

Deseé que existiese una manera de olvidarme de lo que ahora sabía, pero no había marcha atrás. Tal vez ya nunca podría volver a mirar a Vegeta a los ojos. 

El caso de la rubia platinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora