Capítulo 13

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Capítulo 13

Final

De un segundo a otro estábamos de regreso en nuestra época. Todo había terminado. O casi todo.

Tras despedirse de su amiga con un abrazo, Kakaroto se fue a su casa, no sin antes decirnos que nos enviaría al pequeño Trunks de regreso a la mañana siguiente, para que Bulma pudiese descansar un poco. En cuanto a ella, apenas estuvimos en Capsule Corp. se encerró en el baño de nuestra habitación para relajarse en la bañera después de tantas peripecias. Por supuesto, esa explicación se la dio a Trunks del futuro y no a mí. A mí no me dirigió la palabra, lo que resultó más que sospechoso para el viajero del tiempo.

—¿Qué sucede, papá? —consultó.

—No pasa nada.

—No tienes que fingir conmigo.

—No tengo idea.

—Soy adulto y me doy cuenta de que algo ocurre entre tú y mamá...

—¡No tengo idea, Trunks! ¿No lo entiendes? ¡El problema es que no tengo idea qué sucede con tu madre!

El muchacho me miró perplejo. Definitivamente no se esperaba esa respuesta.

—Vete a tu cuarto —le ordené.

—Pero...

—Obedece, Trunks —gruñí.

—Está bien.

Como un cachorrito regañado desapareció de mi vista.

Por mi parte, me instalé en el balcón de nuestra habitación a esperar que la terrícola terminara su baño, lo que tardó casi una hora.

Para cuando salió me tenía con los nervios de punta. Me observó con una mezcla de asombro y timidez.

—Tenemos que hablar —dije decidido.

Apenas pronuncié la frase me di cuenta de la contrariedad de la situación; por lo general era ella quien me decía "tenemos que hablar", y yo quien me aguantaba la retahíla de ideas absurdas sobre hablar de mis sentimientos, pues habitualmente de lo que debíamos hablar era de mi poca expresividad. Por supuesto, trataba de escaparme de la charla con un "¿Tiene que ser ahora?". A veces lo lograba... la mayoría no.

—¿Tiene que ser ahora? Estoy cansada —dijo, simulando un bostezo.

¿Acaso todo eso era una elaborada forma de vengarse de mí?

—Tiene que ser ahora —insistí, tratando de no sonar molesto.

—¿Puedo vestirme antes?

Era cierto, aún estaba envuelta en la toalla.

—Claro.

Volví a salir al balcón para darle algo de privacidad.

Esperé veinte minutos mirando el paisaje ¿Cómo podía tardar tanto en ponerse ropa? Considerando lo veloz que puede quitársela... o que puedo quitársela yo.

Para esas alturas ya no me quedaba paciencia.

Ingresé otra vez en la habitación. Ella estaba poniéndose calcetines.

—¿Ya estás lista?

—Me falta ponerme zapatos.

—No necesitas zapatos para esto.

—Sí los necesito, es que...

—¡Bulma, ya basta! —exclamé enojado—. Si no quieres hablar conmigo, o peor aún, si no quieres verme más ¡Sólo dímelo en la puta cara!

El caso de la rubia platinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora