Capítulo 11

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Capítulo 11

—¿Qué le pasó a tu cola? ¿Por qué ya no la tienes?

Un escalofrío me recorrió por completo.

Por más que me pareciera al otro Vegeta, considerando que éramos la misma persona, la falta de cola era un detalle difícil de pasar por alto. Es más, no sé cómo nadie lo notó antes.

Tenía que inventar algo, cualquier excusa que fuese mínimamente creíble.

—Ya sabes lo complicado que resulta mantener una cola en perfectas condiciones, brillante y sedosa —titubeé— Así que quise simplificarme la vida y la corté.

—¿La cortaste? —cuestionó asombrado— ¿Y cómo piensas convertirte en ozaru?

—Bah, no creo que haya necesidad de llegar a eso luchando contra Kakaroto... —le bajé el perfil.

—Yo creo que sí —murmuró Kakaroto.

—Cállate, soldado estúpido —lo regañé— Ahora seguiremos con lo nuestro, te veo luego, Napa.

Antes de dar un paso, la voz del calvo nos detuvo.

—Estás actuando muy extraño, Vegeta —dijo Napa— Te estás comportando como si no fueras tú, como si fueras otra persona...

—Pero que tonterías dices... —me reí.

—Digo lo que pienso, te estás portando como un...

—¡Impostor!

La puerta del ascensor estaba abierta, y de él acababa de salir el diablo en persona o, para ser más exactos, el otro Vegeta.

—¿Qué? ¿Quién eres tú? —interrogó Napa al verdadero Vegeta.

—¡Qué pregunta más absurda! ¡Yo soy el príncipe de los saiyajin, el gran Vegeta!

—¿Y quién es ese otro tipo?

—Eso lo vamos a averiguar ahora —sonrió de medio lado.

Kakaroto y yo nos miramos de reojo, o eso creo, porque él llevaba puesto su casco y la oscura visera no me permitía ver sus ojos. Instintivamente me puse en posición de pelea.

Rayos, pensé, la cosa se ponía peor en cada momento. Inevitablemente se me escapó una sonrisa, es que mi vida había dado un vuelco dramáticamente radical de un minuto a otro, sin ningún motivo. Estúpido Trunks, pensé ¿Quién lo había mandado a dárselas de científico? Era evidente que no tenía talento para eso, pero claro, aquello no podría decírselo, porque Bulma me regañaría por "desmotivar" al chico, ya que, según ella, los padres deben alentar a sus hijos y no decirles que no tienen dotes. Vaya idiotez, como si mi padre alguna vez me hubiese alentado a algo.

Y Bulma... ella esperaba que la rescatara, como un príncipe a la princesa encerrada en la torre del castillo, pero ni siquiera eso podía hacerlo bien.

—¡Anda ya! Dime quien eres —gruñó mi otro yo.

Tenía una alternativa para no responder a esa pregunta... podía matarlo, pero eso sería modificar la línea temporal, lo que Bulma me había pedido expresamente que no hiciera.

Quizás lo mejor era hablar con la verdad, y apelar a sus sentimientos.

Antes de pensarlo bien decidí abrir la boca. Gran error.

—Tú y yo somos la misma persona —contesté.

—¿Qué?

—Me oíste bien. Somos la misma persona, sólo que yo vengo del futuro —expliqué.

Hubo un instante de silencio, el que duró hasta que él y Napa soltaron una carcajada.

—¡Pero que tonterías dices! —se rio.

—¡Te estoy diciendo la verdad! —reclamé.

—Sí, claro —se burló—. A ver, viajero del tiempo, dime ¿Cómo llegaste a esta época?

—Pues en una máquina del tiempo ¿Acaso no es obvio? —intervino Kakaroto.

—¡Una máquina del tiempo! —exclamó Napa divertido— ¿Desde cuándo los terrícolas tienen tecnología para eso?

—Ahora no, pero en algunos años será posible... —aclaró mi compañero.

El calvo y el otro Vegeta se largaron a reír nuevamente.

—Pero qué ingeniosos son —dijo mi otro yo—. ¿Por qué no me cuentas algo? Así como para saber qué me va a pasar dentro de un par de años...

—No lo creerías... —dije.

—Y no está bien hacerle spoilers a la gente —comentó Kakaroto.

—¡Te ordeno que me digas! —gritó.

—¡Tú no me ordenas nada! —grité.

—Vas a encontrar novia —respondió Kakaroto, olvidándose de su faceta anti spoiler— Nadie se lo esperaría, porque tú eres un tipo terrible que no se lleva bien con nadie, pero es verdad, es más, yo casi me morí de la sorpresa cuando me enteré ¡Incluso van a tener un hijo! No sé cómo, pero de pronto dejarás de ser un asesino y criminal intergaláctico para convertirte en padre de familia.

Napa se rio a carcajadas, pero el otro Vegeta no. Fue como si estuviese relacionando hechos en su mente y sacando algunas conclusiones.

—¡Que sujetos más locos! —se burló Napa— Vamos, Vegeta, acabemos con ellos.

—¿A qué viniste? —me interrogó él, mirándome fijo. Por su expresión supe que empezaba a creer en nuestra historia.

—Fácil, vinimos a...

—Cállate —ordené a Kakaroto—. Eso no te lo puedo decir —respondí.

—Okey, entonces tendré que matarte. Será un buen calentamiento para la batalla contra Kakaroto.

—Cómo si pudieras derrotarlo —murmuró el aludido.

—¡Nada, no dice nada! —vociferé.

—No perdamos más el tiempo —dijo cabreado—. Demuéstrame qué tan fuerte puedo llegar a ser.

—Nunca lo suficiente para derrotar a ese tal Kakaroto... —habló el saiyan con casco.

—¡Que te calles! —lo regañé.

—Olvídate de esa sabandija. Pelea conmigo.

—Estás muy por debajo de mi nivel —sentencié.

—¿Quién te crees que eres para decirme algo así, insecto?

—No me digas insecto —me ofendí.

—¡Basta de charla! —exclamó—. Atácame ya. Muéstrame que realmente eres el príncipe de la raza guerrera saiyajin.

Volví a ponerme en posición de pelea.

Suspiré.

Aquello no iba a ser nada divertido.


********** 

¡Hola!

Sé que tardé, pero acá les dejo el capítulo 11. Espero que lo lean desde sus casas, que es donde ahora debemos estar. La situación es crítica y debemos ser responsables. 

Aquí en Chile el virus está recién llegando y se ha propagado muy rápido, pues lamentablemente no se han tomado las medidas correctas. Y me temo que eso muy pronto nos va a pasar factura. 

Cuídense mucho. Yo también me cuidaré. 

Miki 

El caso de la rubia platinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora