III

239 32 3
                                    

Querida Anabella,

no puedo dejar de recordar tu suave voz como el canto de una sirena, ni tu contagiosa risa de una hiena y creo que no es necesario mencionar tu dorado cabello de oro que cae desordenado sobre tu hombro.

Simplemente, no puedo olvidarte y tampoco quiero hacerlo, aunque debo.

—Un chico enamorado.

Querida AnabellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora