Capítulo 1 ¿Quién es él?

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Los naranjales del patio se mecían con el viento que soplaba cada vez más fuerte... La mecedora de madera rechinaba en el corredor, balanceándose hacia adelante y hacia atrás sin prisa, solo estaban ella y sus helechos frescos recién regados, algunos de ellos buscaban su libertad a través de las jaulas blancas que actuaban como sus casas, hermosos pero cautivos... como ella. 

Su cabello largo y todavía húmedo por el reciente baño, jugaba a escapar de su cabeza con el viento, revolviéndose entre las historias del libro que tenía entre sus manos, pero al igual que ella, éste sabía que era solo un juego, ese era su lugar y no había forma de escapar de ahí.

—Solange, ¿qué haces afuera?, el viento puede resfriarte.

Se escuchó una voz femenina que venía entrando por el portón principal que daba al corredor del patio de la modesta casa.

—Estoy bien madre, quiero estar otro rato más aquí al aire libre...

—Preferiría que entraras, no quiero que se te vayan a enfriar las piernas, este otoño ha estado más fresco de lo normal— dijo su madre quien desde siempre la había sobreprotegido.

Solange resignada y obediente entró a la casa, apoyada en sus muletas de madera, en esas compañeras que estaban con ella desde hacía algunos años, a veces las detestaba, pero sabía que las necesitaba, eran las únicas que la podían ayudar a moverse, aunque fuera dentro de ese espacio casi confinado, que la vida le había asignado.

—¿Qué pasó con Don Filemón, alguna novedad, te pagó algo? —preguntó Solange a su madre.

—Nada nuevo, lo mismo de siempre, dando largas y largas al asunto, a veces creo que ese dinero ya lo debemos dar por perdido— dijo su madre ya muy entrada en años, quien había estado achacosa; la edad le pesaba no solo en el cuerpo, sino también en el alma.

—Solange, solo quiero que sepas que si algo me pasa...

————

—Madre, por favor ni hable de eso...

—Déjame hablar por favor, sólo quiero recordarte que tienes una cuenta en el banco, un tanto modesta... pero está a tu nombre... Tú padre siempre pensó en ti, con ella podrás vivir por lo menos sin que te falte comida y lo básico, porque así como estás, a pesar de lo hermosa que eres, veo difícil que un hombre, tú sabes...

—Sí madre, yo lo sé... Ningún hombre querrá casarse conmigo por la situación en la que me encuentro—lo dijo ella con un dejo de tristeza en sus ojos, que ya hasta se habían acostumbrado a no enrojecerse por el sentimiento de dolor que se formaba en su garganta.

—No digas eso, pero tú sabes cómo son los hombres, sólo buscan sacar de provecho y bueno...

—Sí madre, yo entiendo...

—Los papeles están en la galletera de cerámica, la que está en la parte alta de la alacena— Siempre repetía la misma instrucción

—Madre, por favor no me hable de cosas que no quiero saber, usted todavía está muy fuerte y nos quedan muchos años más para compartir, además yo con mi trabajo, aunque escaso, gano dinero y vamos saliendo... Porque, usted lo sabe, ese dinero de la cuenta realmente no es nuestro...

—Lo es y ahora está a tu nombre, cada centavo de esa cuenta en nuestro...

—Pero...

—No hay pero que valga, no voy a permitir que ahora quieras juzgar a tu padre...

—No madre, no era esa mi intención... —Y Solange calló, como lo había hecho antes, como lo había hecho siempre... Sólo ella sabía la revolución que había en su mente, ahí dentro había fuego, aunque su exterior fuera lo más parecido a una flor de diente de león, dulce, vaporosa y frágil.

Fernando & Solange. Una pasión prohibidaWhere stories live. Discover now