Capítulo 11. Despedidas y descubrimientos

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—No quiero que te vayas... —decía ella dulcemente, abrazada a su cuerpo— mientras los primeros rayos de sol empezaban a asomarse...

—Yo tampoco quisiera irme mi amor, pero debo trabajar, debemos cuidar nuestras fuentes de sustento.

Y como pegados por un imán, se besaron con toda la pasión justo antes de abrir la puerta y que él saliera rumbo al hospital.

Solange, se sentía tan extraña, tan feliz, tan mujer... no le importaban ya sus prejuicios, sólo él, solo su amor.

No pasó mucho tiempo, tal vez solo un par de horas, cuando él llegó de nuevo... Ella lo recibió con toda la ilusión y una sonrisa en sus labios.

—¿Me extrañaste? —y apenas estaba enredando sus brazos en el cuello de él, cuando él, serio, la tomó de la cintura.

—Solange, mi amor, tienes que ser fuerte...

—¿Qué pasa Fernando?, ¿por qué me dices eso?

Tu mamá sufrió un paro cardiaco hace un rato, apenas logramos medianamente estabilizarla, le quedan tal vez sólo horas, vine por ti, para que alcances a verla con vida...

Él todavía no terminaba de hablar y los ojos de Solange ya estaban arrasados en lágrimas...

—Esto debe ser un castigo de Dios, por lo que pasó entre nosotros...

—No, por favor, no pienses así, Dios no castiga al amor...

—Pero es que tú y yo no debíamos...

—Calma por favor mi niña, ella ya estaba muy enferma y tú lo sabes, por favor no te sientas culpable, son los designios de Dios— le decía él mientras la abrazaba con fuerza y recostaba la cabeza de ella en su pecho.

Se apuraron a salir al hospital.

Al llegar, Solange tomó la mano de su madre, lloró y agradeció, y también le pidió perdón por haberse enamorado de él, por ir en contra de todo lo que ella le había enseñado, en contra de sus valores y principios.

—Madre, sé que desde donde estarás sabrás perdonarme y entender que yo no busqué enamorarme de Fernando, incluso luché contra ello, pero el amor simplemente ocurre sin que lo busquemos, y yo lo amo, más allá de la prohibición por nuestro parentesco, lo amo con toda mi alma, y él también me ama a mí, por favor perdóname— le decía Solange, muy bajito, mientras la vida de Jesusita se iba apagando poco a poco.

Y esa tarde... Jesusita, descansó para siempre.

Al funeral fueron solo los vecinos más cercanos, Solange estaba deshecha, y Fernando sólo podía consolarla discretamente, había demasiados ojos sobre ellos.

Por supuesto Oralia no perdió la oportunidad de dar un pésame *muy sentido* a Fernando por la muerte de su tía, él lo agradeció discretamente, pero parecía que la familiar directa era ella, lloraba desconsoladamente en el hombro de Fernando, a él se le veía incómodo, pero tuvo que aguantar *el gran dolor de Oralia*, hasta que se pudo zafar de ella.

Aquellas semanas después de la muerte de Jesusita fueron muy tristes, pero a la vez había un descanso en el alma de Solange, la culpa por amar a su primo, había desaparecido completamente... Pasados los tres meses de luto, en los que Solange solo mantuvo abrazos y algunos besos con su primo y mientras su contacto más cercano se concentró únicamente en la fisioterapia, cuyos avances ya permitían a Solange caminar despacio sin usar su bastón... y en donde cada día, la constancia en la terapia, se premiaba con algunas caricias un tanto eróticas, sin llegar a más, aunque los dos se morían por estar juntos, pero estaban de luto y además había ciertos temores que Solange aún no se atrevía a externar.

Fernando & Solange. Una pasión prohibidaWhere stories live. Discover now