Capítulo 2. Un hombro sobre el cual llorar

7 1 0
                                    

—¿Y bien? —preguntó Jesusita a Solange al regresar a la casa— ¿Qué te pareció tu primo?

—No me gusta nada ese hombre, mamá, ¿cómo puede saber que realmente es Fernando Ferrec, el hijo de mi tío Jacobo?

—Ay mi Solange, siempre desconfiada, el caballero tiene la misma cara que hace años, sólo que ahora con rasgos de hombre, muy guapo, por cierto.

—A mí no me lo pareció, me pareció descuidado, desaliñado... No me dio confianza, y luego usted queriendo que se hospedara aquí con nosotras... Definitivamente no me gustó ese hombre.

—Bueno, venía llegando del viaje, además debe ser un buen hombre, si no ni siquiera nos hubiéramos enterado de que había algunas cosas de la herencia, si él hubiera querido se las hubiera quedado para sí y ni cuenta nos habríamos dado.

—En eso tiene razón, pero no sé, ojalá que nos entregue las cosas que eran de mi padre y se vaya, no creo que se vea bien que nos esté visitando un hombre, ya sabe cómo son las vecinas, pueden empezar con sus habladurías...

—Ay Solange... no pienses en eso —dijo Jesusita mientras reía y le servía una taza de atole calientito.

—Quisiera ver si más tarde me puede mostrar la carta que le envió, me gustaría ver su caligrafía.

—Sí mi Solange desconfiada, más tarde la busco, se me traspapeló, pero tan pronto la encuentre te la presto para que la leas.

Después de un rato sonó de nuevo la campana, Jesusita se encaminó a abrir...

—Debe ser Felipillo, que ahora sí viene por el atole

...

—¡Matianita!, ¿cómo está? Pensé que iba a enviar a su hijo Felipillo por el atole

—Ay Jesusita, es que me ganó la curiosidad y le quería preguntar, ¿quién es el caballero que acaba de salir? ¿Algún pretendiente de su hija Solange?

—Ay Matianita, usted no cambia jeje, es un pariente nuestro, es mi sobrino y viene de lejos a visitarnos.

—Pues en todos estos años, yo no le había conocido parientes Doña Jesusita...

—Pues ya ve, sí los tenemos...

—Sí ya veo, bueno, gracias por el atole, yo que ando con este resfrío que no puedo...

—Por eso mismo, pensé que mandaría al niño, ya ve que el aire ha estado muy fresco.

—Pues sí, pero ya sabe cómo es una, la curiosidad me mató al ver salir a ese caballero, pensé que era el novio de Solange, pero ya usted me sacó de dudas, ya me voy— se despidió y se fue estornudando, pero eso sí, con el atole y la información calientitos, de primera mano.

———

Aquella noche, algunas cosas cambiaron, y cambiaron para siempre...

———

La mañana se alzó fresca, como son las mañanas de finales de noviembre...

Solange se despertó más temprano que de costumbre, prendió el calentador de agua y se bañó en el espacio de ducha un tanto improvisado que estaba en el patio de la pequeña casa, se alistó y empezó a preparar las empanaditas que su madre prometió al Sr. Ferrec.

Le llamó la atención que al entrar a la cocina, la galletera de cerámica estaba muy salida de la repisa, suponía que su madre la había movido, Solange ni en sueños podía subirse a una silla y acomodarla, así es que suavemente con el palo de la escoba, empujó la galletera para que se asentara bien en la repisa del estante y continuó preparando las empanadas.

Fernando & Solange. Una pasión prohibidaWhere stories live. Discover now