Capítulo 9. Barriendo curvas peligrosas

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—¡Pero qué hermosa te ves! —dijo él con los ojos llenos de amor, cuando ella apareció en la habitación, arreglada y lista para ir a la boda de los Montenegro.

—¿Te parece bien el color? No estoy de todo segura que combine para la ocasión... —preguntó ella.

—Decía mi madre: ¡Qué importa el color, cuando la dicha es buena! Y tú eres mi dicha, y ese color combina perfecto con tus ojos.

—¿Estás lista mi hermosa dama?

—¡Estoy lista, mi caballero!, sólo quiero pedirle un favor antes de partir...

—Él que usted quiera...

—Por favor béseme, que con ese traje se ve tan guapo y el olor de su loción me hace perder todo tipo de prudencia... Además, no sé si será mi imaginación, pero veo sus labios más carnosos y mientras estemos allá yo no podré ni besarlo ni tocarlo...

—Mi Solange, no sigas, que no imaginas cómo te deseo, no te imaginas que daría lo que fuera por desabotonar ese vestido y verlo caer, y quedarnos aquí y hacerte el amor como tanto he soñado... —le decía él mientras le besaba el cuello. Y como había pasado desde aquel primer beso, ambos se besaron con toda la pasión que conlleva lo prohibido, ese día él estaba mucho más intenso en su manera de besarla, ella lo sintió al instante y no sólo a través de su boca...

Ella lo apartó, con la respiración todavía jadeante.

—Fernando, no, no, no por favor... Ya lo hemos hablado, no podemos pasar de besos... Por favor...

—Es que no puedo más Solange...

—Lo sé, pero no debemos...

—Cada día me cuesta más contenerme, creo que el cambiarme de casa no puede esperar más, esta es una prueba muy difícil para mí, no puedo convivir contigo todo el día, verte, sentirte cerca, besarte, sentir tus manos sobre mi cuerpo, y contenerme, por Dios, ya no puedo— ella vio una angustia genuina en sus ojos.

—Es que yo...

—Solange, vámonos de aquí, casémonos en otro país, y quedémonos allá, donde nadie nos conozca, donde nadie nos juzgue.

—Perdón Fernando, perdón, lo mejor será que nos vayamos a la boda, no era mi intención inquietarte... Yo sé que esto no es normal y eso me angustia profundamente.

Él la miró con seriedad y le dijo...

—Sabes que te amo con toda mi alma, pero a veces no sé hacia dónde vamos...

La misma interrogante estaba en la mirada de ella.

Y partieron en silencio... cada uno tratando de aplacar a sus propios demonios, a sus propias limitaciones y prejuicios.

Llegaron juntos a la boda, ella haciendo un esfuerzo increíble, apoyada solamente en el brazo de él y en su bastón. Su vestido era sencillo y vaporoso, tremendamente femenino, combinaba perfecto con la dulzura de su rostro y contrastaba con lo negro del traje de él, formaban sin duda una linda pareja.

Un grupo de mujeres estaban congregadas al fondo del salón...

—¿Ya viste a los primos?, ay, ¡dicen por ahí que se entienden!

—Ay, ¡pero son primos!, ¡están en pecado!

—Aparte él es como mucha pieza para ella, y luego ella con ese problema en las piernas

—No creo que él se fije en ella, le ha de tener lástima

—Si Doña Jesusita se curara y viera como su hija anda de ofrecida con el primo

Fernando & Solange. Una pasión prohibidaWhere stories live. Discover now