Capítulo 5. Confesiones y sensaciones

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—Solange, hoy estarán los resultados de los estudios que te hicieron en la clínica, me gustaría que esta misma tarde cuando regrese del hospital, iniciáramos con las terapias que te comenté, necesitamos fortalecer de nuevo tus piernas, estimular los músculos, tratar de desbloquear los nervios, tanto con el medicamento que te traeré hoy, como con la fisioteparia, ¿te parece?

—Sí, tengo muchísima ilusión y esperanza en el tratamiento. Gracias Fernando.

———

Y así como lo habían planeado, esa tarde, ya cuando el sol estaba a punto de ocultarse y después de cenar juntos...

—Solange, por favor toma estas medicinas, aquí te dejo la receta con los horarios, son de última generación para tratar situaciones como la tuya, deseo de todo corazón que logren los cambios que espero ver en tu sistema nervioso y motriz... Ahora vamos a iniciar...

Solange se sentó con ambas piernas sobre el sillón, Fernando se sentó justo a un lado de ella en un banco de madera, a la altura de sus piernas.

—Solange, por favor quiero que me veas como tu médico, no sientas pena, estamos trabajando para que tus piernas vuelvan a tener la fuerza de antes— se lo dijo él con una seriedad total.

Ella asintió, sin decir palabra.

Él con toda la intención se dejó puesta la bata blanca del hospital sobre su ropa... para no romper con esa relación paciente—médico, esto lo hacía más que por él, por ella, porque tantas charlas juntos le habían indicado sobre el excesivo pudor y algunas marañas de crianza que ella tenía en la mente.

—¿Me permites?

—Sí, adelante —dijo ella un tanto nerviosa.

Él le quitó ambas zapatillas y levantó suavemente la falda que le llegaba a media pantorrilla dejándola casi al inicio de sus muslos. Él pasó saliva, luchando por mantener la concentración a tope, apartando su visión de hombre y tratando en todo momento de verla a ella únicamente como su paciente.

Solange se sonrojó al sentirse descubierta.

Él notó de reojo la reacción, pero decidió no hacer contacto visual con ella en ese momento, para no apenarla más, se colocó sus anteojos y empezó a palpar con todo el rigor médico, las pantorrillas, las rodillas y los muslos de Solange, buscando además de lo que mostraba la radiografía, identificar el daño y la situación actual de las piernas a través de tacto.

—¿Hay sensación aquí?

—Sí —contestaba ella.

—¿Te duele si oprimo aquí?

—Sí un poco.

—Muy bien. Quisiera saber si sientes la presión de mis manos...

—Sí siento sus manos, aunque mucho más en una de las piernas que en la otra.

—Bien, Solange, necesito que estés relajada, voy a iniciar con unos estiramientos y con un masaje, es necesario que estés tranquila, para lograr mejores resultados.

—Está bien, pero es que...

—¿Es qué...? —respondió él con total seriedad, muy en su posición de médico.

—Va a pensar que soy una mojigata, pero...

—Solange, en este momento soy tu médico, no tu primo, ni tu amigo. Créeme, mi intención no es otra que ayudarte y tratar de hacer lo mejor que podamos juntos, tú y yo, para que vuelvas a caminar. Pero si esto te hace sentir incómoda, puedo hablar a otro doctor para que él o ella sea quien te dé la terapia...

Fernando & Solange. Una pasión prohibidaWhere stories live. Discover now