Capítulo 7. Una tarde de lluvia

7 1 0
                                    

Ella empezó a temblar, detuvo su mirada cristalina en los ojos de él y, espontáneamente y con toda la dulzura tomó el rostro de Fernando entre sus manos y le dio un beso en la mejilla, él pudo sentir la ternura de su respuesta, y muy despacio, fue acercando sus labios a los suyos, y cuando estaban a un par de centímetros de distancia, con una ebullición de sentimientos total, él le dijo de nuevo *Te amo* y sin importar nada a su alrededor la besó por primera vez.

Fue un beso tan buscado y tan deseado por ambos... dulce y lleno de emociones... Fue un descubrir para ambos, pero principalmente para Solange, quien no había sido besada nunca antes en su vida. Con una ternura muy masculina, él empezó a acariciar los labios de Solange, a explorarlos sin prisa, mientras ella le acariciaba las mejillas obscurecidas y sutilmente rasposas por la incipiente barba vespertina.

—Tal vez no debemos... —dijo ella entre susurros y sin separarse de sus labios.

Él puso sus dedos muy suavecito, sobre los labios de ella...

—Por favor, sólo dime que no te soy indiferente...

Ella dirigió una mirada llena de brillo hacia él y le dijo de forma muy dulce y con una timidez infinita

—Fernando, estoy enamorada de ti...

—Mi niña dulce...

Y se besaron de nuevo, mientras los dedos de ella despacio acariciaban el cuello de él y los vellos que se asomaban a través de la camisa... En ese momento se desconocía a sí misma, a las reacciones que estaba experimentando, a todo lo que él le inspiraba, su tremendo pudor en ese momento estaba guardado en algún lugar muy lejano.

La respiración de ambos se convirtió en una sincronía susurrante, mientras sus labios se acariciaban... En ese primer beso él descubrió la inexperiencia de ella, sabía que debía llevarla paso a paso, y para él sería un verdadero honor que en sus brazos, ella conociera por primera vez el amor en su forma más humana.

La cargó y la llevó a la habitación...

Ella se puso en alerta...

—Fernando...

—No te asustes Solange, por favor confía en mí... y le dio un beso en la frente. Las manos de ella instintivamente se empezaron a poner frías de nervios...

La sentó en la cama y después tomó las manos de ella y las cubrió con las suyas para que entraran en calor. Mientras depositaba besos llenos de ternura en sus labios y en su rostro.

Y esa tarde se recostaron juntos por primera vez, completamente vestidos, mientras descubrían la magia de besarse, sólo de besarse... sin que pasara nada más entre ellos que besos y algunas caricias dulces en el rostro y en las manos... escuchando la lluvia y con la obscuridad que el apagón les había regalado.

—Te amo Solange, me inspiras tantas cosas hermosas.

—Tal vez esto sea pecado, tal vez tú y yo no debamos, pero en este momento lo único que sé es que mi corazón está lleno de amor para ti...

—Jamás imaginé cuando te vi por primera vez, que algún día llegaría a amarte tanto, fuiste tan seria y un tanto hosca conmigo, aquella tarde cuando te conocí.

—Es que ese día llegaste desaliñado y me inspiraste desconfianza —y ella empezó a reír entre traviesa y tímida...

Él rió de buena gana al escucharla, mientras le decía...

—Y yo me tuve que ir sin tomarme la taza de atole que tu mamá me ofreció, y que a decir verdad apetecía tremendamente, pero tu carita de ese día me decía a gritos ¡vete de aquí!

Ella se levantó levemente apoyada en su codo y le preguntó con una coquetería dulce que estaba de estreno aquella tarde...

—¿Y qué te dice mi rostro ahora?

—Déjame ver— Entonces él empezó a acariciar el rostro de ella muy despacito, dibujándolo con sus yemas, reconociendo y recorriendo sus labios, imaginando su expresión en la mente... porque la obscuridad le impedía verla.

—Pues me dice que me quieres y que deseas profundamente que te bese...

—¿¡Todo eso leíste a través de tus yemas?!

—Leí muchas cosas más Señorita, pero no se las diré, para no asustarla —le dijo él al oído, mientras suavemente la atrapaba entre sus brazos

—¡No es cierto! —y ella soltó una risa dulce que a él lo volvía loco, ella se dejó abrazar, disfrutaba la fuerza de esos brazos enredados en su cuerpo, haciéndola sentir protegida y a salvo, él olía a un perfume amaderado y cítrico , olía a él, a hombre, a protección, a deseo... Era como si con ese primer beso, hubiera nacido una nueva Solange, algo había despertado en ella, se sentía por primera vez libre y feliz.

—Fernando han pasado cosas entre nosotros y yo aún no sé nada de tu pasado, sé que hay cicatrices que duelen, como tú me lo dijiste aquel día... —ella acomodó su cabeza en el pecho de él, sobre su camisa, mientras lo abrazaba y pasaba dulcemente su mano cerca de su corazón, como tratando de sanar esas heridas con caricias...

—Mi Solange, ese pasado se ve tan pequeñito ahora que te tengo a ti... Me dolió mucho tiempo, pero ahora lo veo tan lejano... Antes de que yo llegara aquí, estaba comprometido para casarme, estaba a días de la boda y la encontré a ella con mi mejor amigo, en la casa que yo había comprado para que viviéramos juntos...

Ella lo escuchaba en silencio... No imaginaba que esa fuera la cicatriz de la que él hablaba.

—Supongo que la amabas...

—Sí, o por lo menos eso creía... Cuando la descubrí el mundo se me vino encima, sentía deseos de vengarme de ellos, me sentía tan solo, tan defraudado y traicionado por la gente que yo quería, mi padre había muerto y no tenía a nadie más en quien apoyarme, salvo un par de amigos que se encargaron de ayudarme para que yo no me sumiera en una depresión profunda... En eso recibí la carta y bueno, fue como una tabla de salvación.

—¿Qué carta?

—Mhh, pues la carta... Tú sabes, la carta en donde tu madre me decía que sí que eran ustedes a quienes había encontrado, que me esperaban aquí en la ciudad...

—Entonces ¿ese hecho doloroso fue el que hizo que te decidieras a buscarnos, para reencontrarte con tu familia?

—S...Sí, y también la promesa que había hecho a mi padre, justo antes de morir, en donde le prometí que los buscaría para darles lo que les pertenecía de la herencia.

—Me extraña tanto la discreción con la que se condujo mi madre... siempre nos contábamos todo y nunca supe que te hubiera contestado una carta... Me dijo que te había enviado un telegrama —dijo Solange.

—Tal vez lo olvidó... Pero, qué más da cómo haya sido la comunicación, lo más importante es que eso me trajo aquí y pude conocerte, y me enamoré de ti como un loco y te amo... y justo en este momento te voy a... —y él empezó a besarla apasionadamente...

Entre la lluvia que empezaba a ceder, se escuchó que alguien tocaba la puerta, los toquidazos eran intensos, constantes...

—¿Quién podrá ser?

—¿Esperas a alguien?

—No

—Entonces, qué importa quién sea, no permitas que nada ni nadie rompa con la magia de este momento...—dijo él.

—Pero y ¿si es del hospital y si mi mama se puso mal?

—Solange se puso en pie con rapidez apoyada en sus muletas, se arregló el cabello y caminó lo más rápido que pudo... hasta el portón de la entrada.

Fernando & Solange. Una pasión prohibidaWhere stories live. Discover now