Prefacio.

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Resulta curioso pensar en la existencia de los animales como una sociedad libre de toda responsabilidad, de toda culpa. Al punto que dicho pensamiento se torna lentamente, en un pequeño acto de envidia. Por supuesto, esto es algo enteramente subjetivo. Aunque, si compartimos esta forma de pensar en un puñado de personas, deja de serlo para convertirse en la opinión publica. Y cuando llega a todos, ya se toma como algo absoluto.

Pero a veces olvidamos que, a pesar de su estado, dichos animales también poseen ciertas responsabilidades; menores, imperceptibles, pero deberes al fin. Mismos que, si son llevadas a una escala más grande, uno se daría cuenta que, esa gacela que toma agua de aquel estanque, resulta vital para algo más importante: como alimentar a un cocodrilo que lleva días enteros sin comer. O un perro que, si bien la mayoría sostiene que solamente comen y duermen, también ofrecen protección y alegría a muchos de nosotros. Y así existen tantos ejemplos que pueden afirmar lo antes mencionado.


Así mismo, hemos dejado atrás la idea de que nosotros también somos animales por naturaleza propia: un grupo orgánico que ha sido bendecido con el don del conocimiento y discernimiento. Una especie que respira, siente, come y duerme, piensa y crea un sinfín de maravillas; mismas con las que, no solo marcamos y fijamos nuestro sendero con nuestra impronta, sino también la de nuestros semejantes, y demás organismos que habitan este planeta.


"Se nos ha concedido las llaves de la salvación... Así mismo, de la destrucción."

Dr. Christian Krause Hangel.

El arte de la psicología animal.Where stories live. Discover now