2. Masterpiece

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Cogí el equipo de música y atravesé la sala para dejarlo en una esquina apartada junto a los demás cables y altavoces. Al darme la vuelta vi como la tía Helen se había quedado hablando con ese chico nuevo que vino la semana pasada, alguien llamado Charlie, creo.  Como si le hubiese nombrado en voz alta, el chico miró en mi dirección. 

Bajé la mirada un tanto avergonzada y me agaché para coger mi mochila del suelo y subirla encima de la mesa donde mi tía tenía los CD’s de música. Deslicé la cremallera hasta abrirla y disimulé rebuscando algo en ella mientras agudizaba el oído para intentar escuchar la conversación.

—... martes y jueves, a veces también los sábados por la mañana. Creo que estará en la próxima clase. 

La tía Helen intentaba hacer el esfuerzo de bajar el tono de su voz, pero era difícil ya que se veía obligada a alzarlo por culpa de los demás alumnos, los cuales también desalojaban la sala con prisas.

—De acuerdo, gracias, profesora Britcher. Hasta el jueves.

Me aseguré de que ya se había ido antes de volver a levantar la mirada y colgarme la mochila del hombro. Crucé los brazos sobre mi pecho y caminé junto a mi tía frunciendo el ceño.

—¿Qué quería? —Pregunté.

—Solo me ha dado las gracias por hacerle un hueco en la academia, ya sabes que no quedaban plazas —asentí. 

Recogió sus cosas en silencio y luego añadió en un murmullo:

—También me ha preguntado por ti.

—¿Qué?

Dejé de mirar la lista de canciones del reproductor de música que había sacado de mis pantalones y centré mi atención en ella. Uno de los mechones de su pelo se había soltado de la gomilla que lo sujetaba y aún tenía la cara un poco colorada y cubierta con una suave capa de sudor. Había estado enseñando durante toda la hora la coreografía del próximo baile, aunque supongo que al ser profesora y dueña de todo esto debería estar acostumbrada. 

—Parece un buen chico. Solo le he dicho los días que sueles venir aquí, nada más.

—Podría haberme preguntado a mí directamente —contesté mientras observaba cómo se secaba con la toalla y se la echaba al hombro—. No quiero que comiences a intentar emparejarme con él.

—No pensaba hacer eso —estaba segura de que mentía.

Caminamos por los pasillos y nos despedimos de Judith, la secretaria de la academia. Le hice un gesto con la mano para decirle adiós y mantuve la puerta abierta para que mi tía saliese. Luego sacó de su bolso las llaves del coche y se volvió hacia mí.

—¿Quieres que te lleve? 

—No, prefiero caminar un rato. Además, tengo que ir a la tintorería.

—Bien, te llevaré hasta allí.

Suspiré. 

No merecía la pena discutir con ella, aunque mirando el lado bueno sí que me apetecía pasar algo más de tiempo en su presencia. Cuando llegué a su clase esa tarde no tuve tiempo de decirle nada, puesto que ya habían llegado todos sus alumnos y no era el momento adecuado para mantener una conversación de tía y sobrina. Normalmente solía venir antes y planear con ella sus clases o me quedaba más tarde y la ayudaba a recogerlo todo.

Abrí la puerta del copiloto cuando llegamos hasta el Porsche negro y  me senté en el asiento. Me gustaba mucho ese coche, tenía que admitir que Michael tenía buen gusto. Michael era el prometido de mi tía Helen; iban a casarse dentro de varias semanas y él le quiso regalar un coche por su reciente cumpleaños. Era muy simpático y generoso, sin embargo mi tía pensaba que el coche había sido un regalo excesivo.

Please, remember {PAUSADA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora