#60°

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Tae apretó mi mano y lo miré. Lo acaricié para darle seguridad pero en ese mismo momento yo necesitaba un poco de consuelo.

—Bueno, vamos a ver que dice —dijo la doctora y comenzó a abrir el sobre.

Cada pequeño sonido que hacía al abrirse llegaba con mucha intensidad a mis oídos. Respiré profundamente y solté el aire levemente.

— ¿Y? —dijo nervioso Tae mientras veía que la mujer leía.

Ella levantó la mirada hacia nosotros y su rostro no nos dijo nada. Es lo que más odio de los médicos. Nunca sabes lo que sus rostros te dicen.

—Felicidades —mi corazón se detuvo en ese mismo momento —No estas en cinta.

Me apoyé pesadamente contra la silla.

—Pero... —dijo Tae y lo miré —Tengo un retraso.

—Si —le dijo la mujer —Aquí me muestra que tienes una alteración hormonal... ¿has estado comiendo mal?

—Puede ser —susurró

—Pueden estar tranquilos solo fue una falsa alarma —nos dijo.

—Gracias al cielo —suspiré.

Tae se puso de pie y tomó sus cosas.

—Muchas gracias por atenderme en tu horario de trabajo y sin turno Lissie —le dijo hablando rápido. Lo miré extrañado.

—No es nada lindo. Cuando necesites me llamas de nuevo —le dijo.

Taehyung asintió y sin decir nada salió de allí. Me puse rápidamente de pie y miré totalmente confundido hacia la puerta.

—Pero, ¿Qué pasó? —la pregunta salió de mi boca.

—Esta lastimado —me dijo la mujer. Me giré a verla.

— ¿Qué? —le pregunté.

—A pesar de haber estado más asustado que contento con la idea, él había albergado muy en el fondo de su ser la idea de estar en cinta. A todos nos pasa... es como una sacudida de sentimientos y cuando sabes que no es cierto te sientes por un lado vacío y torpe. Así que corre a buscarlo y dile que tú también albergaste la idea muy en fondo de ti —me dijo.

Asentí un tanto confundido y salí rápidamente de allí. Vi como la puerta del ascensor se cerraba. Busqué las escaleras de emergencia y comencé a bajar rápidamente. Llegué al estacionamiento y lo divisé a punto de subirse al auto.

—¡Taehyung! —le grité.

Él no se detuvo. Entonces corrí más rápido y lo alcancé. Lo tomé del brazo y lo jalé hacia mí.

—Déjame —susurró con un hilo de voz. Lo abracé contra mi pecho.

—Tonto —le dije y lo apreté un poco más.

—Tú eres el tonto —dijo sin dejar de llorar, pero no se alejó de mí —Lo siento...

—No, no hermoso —lo calmé y besé su cabeza —¿Por qué lo sientes?

—Soy una estúpido —musitó —Yo...

— ¿Te habías ilusionado un poco? —le pregunté. Él alejó su cabeza de mi pecho y me miró a los ojos. Levanté mi mano y sequé su rostro. Asintió levemente con la cabeza. Y en ese momento supe que yo también me había ilusionado. Cuando en el auto me había dicho que quería un chocolate la tonta idea de un antojo me hizo sentir muy bien —Yo también...

— ¿En serio? —preguntó mientras soltaba unas cuantas lágrimas más.

—Si —asentí con la cabeza —Pero no es el momento.

Mi Peligrosa Obsesión//KVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora