—Te irás a vivir a casa de tus abuelos Sarah—dictaminó la asistencia social—
La miré confundida desde el final del pasillo con la mirada perdida en algún punto que no lograba reconocer, mis manos temblaban y sudaban sin medida, mi pecho se contorsionaba a la vez que sentía los latidos tan rápidos de mi corazón que me atacaban, hacía gestos inconscientemente que se reflejaban tal vez cómo pánico
y tristeza, lo que había ocurrido era algo que a pesar de no recordar muy bien me atormentaba cada noche, impidiéndome dormir, esa era la razón de las ojeras tan profundas y marcadas debajo de mis ojos, pero...¿Qué había pasado?
¿Qué es lo que podía atormentar tanto a una adolescente de diecisiete años?
Ni siquiera yo sabía la respuesta, eran tantas cosas para tan poco tiempo.
Era un recuerdo vago que tenía sobre ese día, era mi cumpleaños un viernes por la tarde, yo salía de la escuela sin ánimos cómo siempre y me encontré con el auto de mis padres estacionado en la entrada del instituto esperando por mí, ellos me sonreían desde adentro indicándome que subiera, tomé la manija del auto y en un extremo lance mi mochila para poder estar más cómoda.
Comencé a buscar entre los bolsillos de la campera mi teléfono, que ni siquiera sabía por qué llevaba al colegio, ya que no estaba permitido usarlo, supongo que lo hacía cuando al final de clases me colocaba los audífonos he iba caminando hasta mi casa.
—Para estar cumpliendo años—pronunció mi madre—estás muy desanimada Sarah, ¿algo pasó en la escuela?
—Claro que no Mamá—mientras me colocaba los audífonos—solo que se me hace extraño que justo este día se preocupen por mí y me vengan a recoger, cuando mañana seguramente ni se acuerden que tienen una hija.
Ella volteo los ojos y movió la cabeza en un movimiento cansado.
—Sarah—dijo ella— ¿sabes?, si nos preocupáramos por ser la familia perfecta, las cosas ya no podrían disfrutarse, ya que siempre te levantarías sabiendo lo que pasará, como si fuera una rutina interminable; además no podríamos serlo, sí nosotros que somos tus padres no trabajáramos.
Me coloque los audífonos y trate de no prestarle atención, recostándome más a la ventana del coche.
¿Qué los padres no se podían inventar una mejor excusa?
—Iremos a un lugar muy especial—pronunció mi Padre, arrebatándome los audífonos desde su asiento— vamos hija cambia esa cara.
Le dediqué una de mis sonrisas más forzadas y este continúo manejando. No es que los odiará, al contrario, los amaba con toda mi alma, eran unos buenos padres, llegaban las mensualidades del instituto y eran los primeros en pagar, me faltaba un libro y me lo compraban, ¿mi blusa favorita se había desgastado?, no hay problema, ellos me compraban otra. Pero eso era lo único que sabían hacer, esperar a que alguien abriera la boca y ellos estaban ahí para hacerla callar con regalos.
El camino cada vez se hacía más largo y su supuesto lugar especial no llegaba.
—¿A dónde estamos yendo?
—Oh Sarah—exclamó mi padre entusiasmado—seguro ni te lo imaginas, pero deja de ser tan curiosa, que ya falta poco para llegar.
—Con tal de que no me dejen en un orfanato, está bien.
Ellos rieron, al igual que yo. A pesar de todo siempre guardaba mi peculiar sentido del humor, eso es lo que decían mis padres; Marcus y Jannet Acker, propietarios de una empresa reconocida de conservas en la ciudad.
ESTÁS LEYENDO
Los Chicos Del Presagio 🚫FINALIZADA🚫
Teen Fiction«𝐔𝐧𝐚 𝐜𝐫𝐢𝐚𝐭𝐮𝐫𝐚 𝐞𝐧𝐟𝐞𝐫𝐦𝐚 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐮𝐜𝐡𝐨𝐬 𝐜𝐨𝐧𝐬𝐢𝐝𝐞𝐫𝐚𝐫í𝐚𝐧 𝐫𝐞𝐩𝐮𝐠𝐧𝐚𝐧𝐭𝐞» «En el pueblo de "Terrier", el principal atractivo son los chicos que ahí viven. No puedes poner un pie cerca de ellos, ya que tan solo con...