La posada resultó ser un sitio de mala muerte, tenía dos pisos. En el primero se encontraba una barra mugrienta enfrentada por varias mesas dispares distribuidas a gusto de los clientes. Algunos, las levantaban sobre sus cabezas y las llevaban a un rincón, o las chocaban ruidosamente con alguna mesa vecina para compartir con otros inquilinos.
Asgerdur se acercó a la barra y pidió una habitación. Iba a protestar, la mirada lasciva que me había lanzado el posadero me había causado incomodidad, pero me detuve en el acto. Era dinero de Asgerdur después de todo.
Ocupamos una pegajosa mesa en alguna esquina. Evité apoyar mis brazos en ella, todo se veía tan sucio que era imposible disimular la expresión de asco que dominaba mi faz.
—¿Ocurre algo, princesa? —preguntó Asgerdur con una sonrisita altiva.
—Todo es tan...
—¿Pegajoso? ¿Oscuro? ¿Sucio? Oh, es normal—subió los pies a la mesa y se reclinó sobre las patas traseras de la silla—. Aquí no estamos con delicadezas como en Calixtho.
—En Calixtho no somos delicadas—gruñí.
—Oh, sí que lo son. Copas de oro y bronce, baños termales en cada esquina, jabones, aceites... Son delicadas y cuidadosas. Aquí la apariencia no importa tanto.
—No damos tanta importancia a la apariencia—bufé.
—Claro que lo hacen. La primera vez que te dirigiste a Zirani asumiste que era una marinera por su ropa y sus exiguas pertenencias.
Rechiné mis dientes. Aquel era un pasado del que no estaba orgullosa. Si, había confundido a Zirani con una marinera, incluso con una sirvienta ¿Qué culpa tenía yo de haber sido atendida por sirvientas en el palacio?
—Luego está que eres una princesita, dependerás de la palabra de tus madres hasta que te cases. Mientras tanto, eres una niña, incluso si has pasado ya los 16.
Mi rostro hirvió ante aquel comentario. Asgerdur tenía razón. Mientras las demás chicas asumían su mayoría de edad y libertad a los 16, yo continuaba bajo la tutela de mis madres. Una sensación de desesperación se adueñó de mí, como cuando cometes una travesura y sabes que serás atrapada.
—Por tu cara solo puedo inferir el final que tendrá tu pequeña rebeldía—sonrió ladino—. Estoy seguro que cuando tus madres te atrapen el tratamiento de Finna te parecerá un mero juego de niños.
—¿Cómo sabes que...?
—Los rumores vuelan en altamar. Solo era un rumor, pero tu acabas de confirmarlo.
La llegada de la cena salvó la vida de Asgerdur ¡Me había engañado! Sentía mis orejas latir a causa de toda la sangre acumulada en ellas. Mi rostro debía de parecer una rosa en plena primavera.
—Le das mucha importancia—palmeó mi mano con compañerismo—. Solo debes evitar que te atrapen, casarte con la chica y tu trasero estará a salvo—dejó escapar unas sonoras carcajadas.
—Eres despreciable—siseé. Decidí concentrarme en la cena, pues Asgerdur no parecía dispuesto a dejar de avergonzarme.
La cena, si es que podía llamarla así, consistía en una pieza de carne blanca asada -prefería llamarla carne blanca antes que conejo, pollo o ganso- no sabía que animal era, algunos frutos del bosque y patatas hervidas. En medio de la mesa habían dispuesto un jarrón, tan grande como mi torso, lleno de cerveza. No era mi bebida favorita para acompañar una comida, prefería el vino, pero tenía hambre y sed.
—¿Vas a comer tu liebre? —inquirió Asgerdur con la pieza de carne colgado de su boca. Había empezado a comer mientras yo analizaba mi plato.
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La Travesía
General FictionAnahí es una princesa demasiado mimada y sobreprotegida, disfruta de su tiempo libre entre paseos por los terrenos del palacio y la capital, fiestas y banquetes, pero su suerte está a punto de cambiar. Sus madres han decidido que es suficiente, que...