Venganza

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¡No podía creer lo que estaba escuchando!

Después de que desesperadamente preparó toda esa jugada llena de riesgos, para quitarse a ese sujeto de encima, y luego de que sacrificara mucho... Todo ese tiempo, el cual se sintió morir por no actuar rápido, por desearla tanto, por tenerla en sus brazos para besarla con pasión y decirle esas palabras que quería regalarle desde su primer encuentro, donde ella fue quien le robó el corazón... ahora no entendía ¿porque le devolvía esa actitud y respuesta tan fría y cortante?

Miró confundido a la dama junto a él, quien parecía muy serena y segura de la respuesta que a secas le había dado. Esos iris tan dulces como la miel que se encontraban fijos a los suyos y por los que se moría por tenerlos, ahora le daba un amargo sabor de boca. Su mente no podía procesar lo que escuchó, ¿estaba teniendo una pesadilla? ¿O por lo nervioso que se encontraba había malentendido todo?

—Milady... —susurró desesperado —No estoy seguro si comprendí cual fue su respuesta ante mi propuesta, ¿podría repetirla de nuevo? —suplicó esperanzado. Si este era otro de sus eróticos sueños, la respuesta cambiaria y terminaría por hacerla suya.

—Mmm...

Los labios femeninos hicieron ese pequeño sonido, que le pareció seductor. Aún permanecía arrodillado frente a ella de esa manera patética y penosa que nunca creyó hacer por una mujer y la tardía respuesta lo estaba alterando...

—No escuchó mal —habló casi como dulzura, sobresaltando al azabache —Sir Kirigaya, no acepto su propuesta de matrimonio. Lo lamento —la sonrisa que se dibujó en el rostro femenino lo dejó en shock. En verdad no parecía sentirse culpable por estar rechazándole.

—Pero... —protestó atónito —Después de todo lo que hice... nuestra promesa... —intentó levantarse para confrontarla pero, fue retenido por los labios de la dama que atraparon los suyos en una fugaz caricia.

Ese pequeño roce fue suficiente para nublarle la mente, la deseaba tanto que un pequeño acercamiento de cualquier tipo con esa mujer era suficiente para dejarle a su merced.

—Se ve lindo suplicando en el suelo de esa manera —su voz juguetona chocando tan cerca de su boca le hizo tragar fuerte. Estaba luchando consigo para no perder el control y tomarla en ese preciso instante para saciar su deseo de ella. —No debemos hablar sobre nuestro secreto de esa manera, ¿recuerda?

—¿Qué está pasando? Usted y yo, —balbuceó sin comprender nada —¡Milady, se supone que nosotros!... —su cuerpo fue rodeado por los brazos femeninos, quien además dejó que él soportara el peso de ambos, por un instante sintió que pese a estar de rodillas no era capaz de soportar el peso extra.

—En el tiempo que estuvimos separados, —explicó —Me di cuenta que aún no estoy lista para contraer nupcias. —sus labios acortaron la distancia para atrapar de nueva cuenta los de Kazuto, que no pudo refutar nada cuando en esa ocasión la rudeza y profundidad del beso era como él deseaba.

Sus manos atraparon a la ojimiel y recorrieron su espalda, acariciándola; haciendo de esos toques, deliciosas caricias conforme recorría el cuerpo de la dama. Quería más... hacerla suya... quería tomar el control del beso que Asuna dirigía de una forma tan exquisita, quería mostrarle que él también podría hacerla alucinar pero, al momento de intentar hacer que su lengua contribuyera abruptamente, fue empujado logrando que perdiera el equilibrio y cayera de espaldas al suelo, llevándose consigo a la dama.

La risita juguetona muy cerca de su oído susurró algo tan inaudible que él escucho tan fuerte —No me casaré...

—Debe estar bromeando conmigo ¿Verdad? —expresó confundido, no creía que hablara en serio pues los pequeños roces en su cuello, solo lo estaban excitando en lugar de enojarlo por su negatividad de convertirse en su esposa.

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