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-¡Jeon! -escuchó a sus espaldas y apresuró sus pasos.

Las suelas de un par de zapatos más, lo dejaron quieto. Aquel joven que lo llamaba había corrido y ahora se encontraba frente el.
Ambos se miraban directamente a los ojos. El azabache mostraba fastidio y enojo en aquella fría mirada. Sus labios se apretaron y sus manos se hicieron puños.

-¡Déjame pasar! -bufo y intento caminar pero el otro le negó el paso.

-Discúlpame, no fue mi intención, fue el simple impulso.

-Te perdonó, ahora déjame pasar.

Lo empujó, alejándolo. Camino directamente a su casa y al entrar cerró con fuerza la puerta, haciéndola resonar por toda la casa. Subió a paso rápido a su habitación y volvió a azotar la puerta, lanzó su mochila a su cama y se dirigió a la ventana, cruzando los brazos y dejando ahí su mirada.

Su celular vibró en sus pantalones, inmediatamente lo sacó y leyó aquel mensaje.

'-Yo en verdad lo siento. Puedes dejarme de hablar. Nunca lo volveré a hacer.'

Lanzó su teléfono al escritorio cerca y camino a su mochila. Busco entre las cosas, entre sus libros y fue cuando encontró aquel papelito color pastel. Sonrió y suspiro.

Desde que había comenzado a recibir aquellos escritos, se sorprendió. Por un momento llego a tener miedo y sobre todo por el primero, que fue muy directo. Pero poco a poco aquellos papelitos le sacaban una sonrisa con aquella caligrafía perfecta. Le sorprendía que tuviera un 'admirador secreto' le llenaba el corazón de alguna u otra forma.
Y por dentro se moría de ganas de ver a aquella persona.
Las palabras que le dejaba resultaban encantadoras para el. Incluso supo cuando estaba enfermo y eso le llegaba al corazón, pues alguien que no fuera su madre, se preocupaba por el.
Siempre abría su libro con la esperanza de encontrar otra nota. Nunca quería dejar de recibirlas.

Inspeccionó aquel papelito color pastel, abrió el sencillo dobladillo que tenía y sus ojos se hicieron grandes cuando leyó lo escrito.

Lo había visto. Pero no sabía que era un error.

Su corazón dolió por aquellas palabras. No quería dejar de recibir aquellas notas, claro que no.
Se acercó a su mesa de noche y del cajón sacó una pequeña cajita que parecía oro. La abrió y sacó el contendido de aquella. Tomó los papelitos color pastel y los fue formando en su cama.

No quería dejar de recibirlos. Enserio no quería.

[🍰]

Al día siguiente había hecho lo que siempre solía hacer en la escuela.
Y aquello pasó, no había ningún papelito en su casillero o en sus libros o cuadernos. Había perdido a una persona, que sin conocerla, se había vuelto importante en su corazón.

¡Pop! ˗ˏˋVKook.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora