10-Un nuevo amigo

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En mi mente pensaba que esa señora que sobrepasaba ya los setenta años llamada Mamá Bea iba a pararnos a Kevin y a mi- y seguramente atizar a Kevin con el bastón- Pero no, fue todo lo contrario.

Agarró un sándwich de mi bandeja y se lo tiró a un señora que la vio con cara vengativa tirándole otro.

-¡Niños, pelea de comida!.- vociferó ella.

Kevin y yo sonreímos mientras empezó una lluvia de sándwiches y dulces variados. Los niños no paraban de reír y tirar cosas de un lado a otro.

La calle limpia se convirtió en un campo militar. Algunos se lo tomaban muy enserio.

-¿Te gusta la mermelada Harmony?.- preguntó Kevin. Negué con la cabeza.- Ups.- Me restregó esa sustancia pegajosa por toda la cara.- Así estas mucho mejor, oh si.

No me hice de rogar y le hice lo mismo lo que él no se esperaba es que el mío cayera en todo su camiseta.

-Ups, tú ropa.- gritó y salí corriendo

-¡Vas a morir pelirrosa!.- el único sitio que veía factible era la casa de Mamá Bea así que rece porque estuviera abierta y...¡bingo!

Entre sigilosamente y mire por la mirilla.
¿Dónde se había metido Kevin?

-Te tengo.-susurraron detrás mío.

Como si fuera una película de miedo di la vuelta y ahí se encontraba un Kevin manchado de crema de cacahuete sonriendo maliciosamente.

Fue un movimiento tan rápido que no me di cuenta que estaba en su hombro.

-¡No soy un saco de patatas!.- empecé a dar patadas.-¡Bájame!

-Pero si puedes ser mi saco de boxeo.- trague saliva y por primera vez pude escuchar su risa, era ronca pero muy bonita.-Es broma, Mamá Bea me mataría a mi.- me bajó.- Pero esto.- di una vuelta.-Me lo vas a pagar.

-¿La ropa?.- se tapó el cuerpo.

-Obviamente, ¡no soy un puto!.- rodé los ojos. Creo que se dio cuenta que estaba en su casa que abrió los ojos horrorizado.-Sal no puedes estar aquí.- cada vez se ponía más rojo.-¡Sal!

Alze los brazos en señal de derrota.-Esta bien me voy.- di la vuelta dramáticamente.- Pero volveré.- le guiñe un ojo.

-Estas loca.- susurró.

Nada más salir me encontré a Mamá Bea en su mecedora sonriente.

-Gracias mi niña.- arrugue la frente.- Por esto.- vi como todo las personas del barrio sonreían y ya habían dejado la guerra aparte para limpiar y seguir con su música a todo volumen.-Hoy se han olvidado de lo cruel que es el mundo.

Esa frase fue demasiado difícil de tragar ya que yo no entendía la tragedia que te tenía que pasar. No era de clase alta pero tampoco es que me fuera tan mal.

-Tengo una idea.- chasque los dedos.-¿Qué le parece si mañana traigo mis antiguos juguetes para que lo repartan?.- su rostro se iluminó y empezó a dar palmas de alegría.-¿Le gusta la idea?

-Me parece magnífica.- tocó mi mano.-Eres como un ángel caído del cielo.- quitó un trozo de mérmela de sudadera.- aunque un cielo muy sucio.- empezamos a reír las dos.

Esta señora era oro puro.

Al día siguiente

Maldita sea, después de haber llegado a escondidas a mi cuarto había caído rendida en mi cama.

Ya era por la mañana así que rápido tuve que ducharme y ponerme otra sudadera pero esta vez leggins, era la chica sudadera.

Actualice mi alarma para las cuatro de la tarde ya que esa era la hora con la que había quedado con Mamá Bea para entregarle los juguetes.

¡Hey, pelirrosa quiero un hijo tuyo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora