Galletas mágicas.

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Los siguientes tres días pasaron en una bruma triste y aburrida para el pequeño Stiles. Lo único que sabía de Derek es que los doctores tenían que cuidarlo unos días en el hospital para asegurarse de que ya no estaba enfermito y podía irse a casa sin peligro.

El primer día, Stiles tuvo una pesadilla; soñó que Derek se había quedado dormido para siempre, tal y como le había pasado hace tiempo a su mami. Se despertó llorando y en los brazos de su preocupado padre, pero deseando que fueran los de Derek, deseando que fuera un día más en los que estaba junto a su amigo, junto a su super héroe, pero tristemente no era así. También quiso por un momento tener a su madre de nuevo con él, que lo abrazara y arrullara hasta quedarse dormido, poder contarle sobre Derek y lo mucho que le quería.

Y no es que Stiles no quisiera que su padre estuviera con él, es solo que a veces se sentía muy solo, y Derek había estado ahí durante esas veces... Pero ahora ya no estaba. El castaño contaba las horas para que su padre le dijera que, por fin, Derek había vuelto a casa y podía ir a visitarlo.

A pesar de esa pequeña crisis, el Sheriff no podía cuidar de tiempo completo a su hijo, tenía que asistir a la comisaría o las cosas se saldrían de control, así que durante esos días, había dejado al niño bajo el cuidado de su vecina, la señora Castañeda: una señora de cara amigable, bajita y regordeta de cabellos grisáceos, a parte de ser una excelente repostera.

Era miércoles por la tarde, y Stiles había insistido, tal vez demasiado, en que la mujer le enseñara a preparar galletas de naranja, que curiosamente eran las favoritas de Derek. La insistencia del pequeño, y lo tierno de su motivación, hicieron que la señora Castañeda accediera a preparar unas cuantas galletas para el amiguito del pecoso.

Esa tarde, cuando Noah Stilinski pasó a recoger a Stiles después del trabajo, se deleitó ante en delicioso aroma que golpeó sus fosas nasales desde la entrada en casa de su vecina.

—Mmmmh, algo huele delicioso.— dijo el hombre, aspirando con los ojos cerrados el dulce aroma que había en el aire, mientras esperaba a su pequeño en la puerta de entrada.

—¡Galletas, papi!— dijo el niño entusiasmado, sentado en la barra y levantando un tupper transparente entre sus manitas —Son para Derek, tal vez con esto se sienta mejor, ¿recuerdas?

El peso de esas palabras cayeron sobre el Sheriff de un momento a otro. Cuando Claudia yacía enferma en cama, Melissa era quien cuidaba del pequeño niño, distrayéndolo de lo que pasaba con cosas como hornearle galletas a su madre para que se sintiera mejor; durante ese tiempo, el casaño estaba convencido que su madre mejoraba un poquito cada que comía una de las "galletas magicas de Stiles". Fue ahí donde el hombre entendió la magnitud del cariño que su hijo profesaba por el pequeño varón de los Hale. La mirada acuosa de Noah se encontró con la de su vecina, quien le devolvió una sonrisa nostálgica y de entendimiento.

—Vaya, Stiles, — dijo con la voz un poco cortada por el nudo en su garganta —estoy seguro que van a encantarle, mi niño.

El Sheriff caminó hacia la barra para abrazar a su pequeño, su hijo, el fruto de su tiempo junto al amor de su vida.

—Espero que le gusten, papi, y que hagan que se mejore porque lo extraño mucho.— contestó el niño, enterrando su rostro en el pecho del mayor.

—Bien, y ¿cuándo se las llevarás, Stiles?— habló la señora Castañeda, tal vez para evitar llorar ante la escena.

—Oh, cierto, se me olvidaba decirte.— exclamó Noah separándose del menor, para quedar de frente y tomarlo de los hombros —Derek ya salió del hospital esta tarde, ya está en casa.— dijo con una sonrisa.

—¡¡¡SIIII!!! POR FIN, PAPÁ, TENEMOS QUE IR A VERLO AHORA.— el castaño se bajó de la barra saltando de emoción, y jaló el pantalón de su padre para guiarlo fuera de la casa.

Ambos adultos se rieron con calidez, y el Sheriff recogió el tupper de galletas olvidado.

—Muchas gracias, señora Castañeda, por todo.— dijo el hombre abrazando a su vecina en modo de despedida.

—No te preocupes, Noah, tu hijo es un encanto.— respondió ella mientras sonreía amable.

—¡VAMOS, PAPÁ! SE HACE TARDE.— se escuchó el grito de Stiles desde el patio de la casa.

Noah salió disparado hacía afuera para encontrarse con su hijo, quien esperaba entusiasmado para subir al coche patrulla.

Ambos emprendieron un corto viaje a la mansión Hale, con un Stiles inquieto revoloteando en el asiento del copiloto, y un Noah bastante divertido manejando.

El camino pareció una eternidad, hasta que por fin la gran casa se alzó imponente entre los árboles del bosque. Ni bien habían aparcado el carro, cuando Stiles ya estaba bajando y corriendo hacia la puerta principal. Noah se dedicó a llevar el paquete especial de galletas y seguir a su hijo. El castaño tocó el timbre con mucha emoción, y esperó ansioso a que alguien abriera la puerta.

—Oh, pequeño Stiles, que bueno verte otra vez.— dijo Peter, quien había sido el encargado de recibir a los Stilinski —Muy buenas noches, Sheriff, un placer tenerlo por aquí, como siempre.— exclamó el ojiazul con una sonrisa pícara.

Noah se aclaró la garganta —Si, buenas noches, Peter.

—¿Puedo pasar?— dijo Stiles impaciente, pero con una sonrisita.

—Oh, claro que sí, pequeño, Derek está en su cuarto.— susurró Peter esto último, para después abrir bien la puerta y dejar que Stiles pasara.

—Muchas gracias.— dijo el niño, ante de tomar el tupper con galletas y correr hacia el interior de la casa.

—Si me permites, también voy a pasar, me gustaría hablar con Talia.— pidió el Sheriff aclarándose de nuevo la garganta.

—Pues claro, permitame que lo acompañe, señor.— a Peter le encantaba poner nervioso al Sheriff.

Mientras tanto, Stiles corría directo al cuarto de Derek, feliz de que por fin vería a su amigo de nuevo. Llegó la puerta de esa habitación que tanto conocía, se paró derecho y sostuvo con firmeza el obsequio que traía para Derek, finalmente llamó a la puerta hasta que escuchó un "Adelante" del otro lado.

—¿Derek?— dijo el pequeño asomando su cabeza en la habitación.

—¿Stiles?— se sobresaltó el moreno al oír esa vocesita, bajando de la cama de un brinco.

—¡DEREK!

—¡STILES!

El mayor dejó caer el cómic que estaba leyendo, y el pequeño tiró a un lado el tupper que cargaba, y así ambos corrieron a abrazarse. Stiles fue levantado en el aire por el pelinegro mientras le daba vueltas y reía con extrema felicidad. Los ojos de ambos cerrados y sus rostros con sonrisas enormes demostraban lo mucho que se habían extrañado, pero que al fin habían vuelto a estar juntos. Stiles se aferraba al cuello del mayor, y reía sin parar, mientras de Derek apretujaba el cuerpesito del pecoso como si de un peluche se tratara, con su cara enterrada en el cuello del pequeño, respirando el aroma que tanto le tranquilizaba.

Derek estaba mejor, ya no estaba en peligro, por fin estaba en casa. Porque sí, justo ahí, con su pequeño amigo Stiles entre sus brazos, Derek se sentía por fin en casa.

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Amigos, por fin HE VUELTO :D. *nadie le hace caso*
Ok, perdón por irme tanto tiempo :(. Necesitaba ordenar mis ideas y sobrevivir a mi primer parcial en la escuela xd. No diré que ya la libré, pero me he dado el tiempo de continuar con mis proyectos porque, al menos este, es muy especial para mi uwu. Espero que les guste este capítulo, corto pero algo es algo jeje, gracias a quienes han apoyado mi historia y esperado por esto, les amo muchoooo, bai. 💗

En ti quiero estar. ~STEREKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora