Paul
Me sentía desorientado, adolorido y cansado; intenté levantarme pero nada, parecía algo imposible, estaba atado de brazos y piernas.
Entonces oí pasos y cerré los ojos. Alguien entró en la habitación de mala manera con pasos enfurecidos.
Y más tarde entró otro.
ㅡ¿No despierta?ㅡdijo uno desdeñoso.
ㅡNo lo sé fíjate parece como si respiraraㅡdijo el otroㅡcreo que está despierto.
Y es ahí cuando la espalda se me congeló con el sudor frío. Sentí como uno de ellos se aproximaba e intenté ralentizar mi respiración, aunque uno de ellos sin el menor atisbo de compasión me abofeteó de manera brutal y en consecuencia abrí los ojos del asombro que esa acción me causó. Entonces pude ver sendas sonrisas macabras y ojos saltones llenos de malicia.
ㅡMira a quién tenemos aquí, Paul el alfita dormidoㅡdijo uno con sorna.
ㅡYa no será La Bella durmiente, será El Alfita durmienteㅡdijo otro con grave voz mientras se reía de su propio chiste.
ㅡBien, dejémonos de tonterías debemos mantenerlo con vida para élㅡdijo el que parecía el inteligente de los dos.
ㅡSí, sí, hahahaha y luego...
ㅡNo puedes mantener esa bocota cerrada, ya sé que para ser matón no se necesita mucha inteligencia pero no te dejes más en evidencia.
ㅡVale pero ¿Esto es lo que quiere el jefe no?ㅡdijo el inútil.
ㅡSí, esto es lo que quiere y ahora podrías hacer el puto favor de callarte, estoy hasta los cojones de oírte, cierra el pico ¿Sí?
El otro ya no contesto y supuse que ese era el indicador de mi entrada para preguntar.
ㅡEntonces vosotros debéis ser los dos palurdos que han enviado a cuidar de mí ¿Verdad?
ㅡEh, a quién llamas palurdo, por lo menos yo no estoy maniatadoㅡdijo el más gordinflón y estúpido de los dos.
ㅡPuedes callarte y hacer el puto favor de no volver a abrir ese pestilente agujeroㅡdijo señalando su boca en lo que el otro hizo el movimiento del zip en los labios tirando la metafórica llave.
ㅡMejor así, y en cuanto a ti hazte el favor de mantenerte callado si no quieres recibir las consecuenciasㅡdijo el otro señalándome inquisitivamente.
Cerré los ojos esperando lo que tuviera que pasar. Aunque no pudiera hablar, si comunicarme.
Icíar
Desde que Paul desapareció la manada se había sumido en un gran revuelo. Julian vagaba deprimido de un lugar a otro sin poderse consolar, se culpaba del secuestro del alfa más que nadie, incluso algunos afirmaban haberlo visto en la barra del bar del pueblo con unas copas de más.
Fue un día de esos que decidí acompañarlo en su búsqueda de alcohol para liberarse del tormento que sufría su alma (cosa bien inútil qué ciertamente no sirve para nada pero queda muy dramático y de deprimido). Estuvimos hablando y bebiendo amenamente durante gran parte de la noche y de la madrugada, confesándome sus secretos más profundos. Uno de ellos es que estaba enamorado de Layla, aunque no sabía si era su mate así que se sentía muy confuso al respecto. Yo como amiga de los dos no podía decirle, supondría una grave traición en nuestra amistad recién trabada.
Cuando ya no sabíamos qué hora era y la cabeza nos pesaba demasiado como para sostenerla decidimos ir a nuestras habitaciones.
Esa noche me costó bastante dormirme y tuve pesadillas recurrentes, en una de ellas me encontraba maniatada, dos estúpidos me miraban con ojos enfurecidos en una habitación donde la única luz que se colaba era la de la puerta abierta. Oía las horribles voces hablar y llamarme Paul, entonces le oía decir estoy en la calle Delibes nº 37, envía guardias ahí de inmediato por favor. De fondo los guardias se preguntaban a quién exactamente le estaría hablando y notaba una mordaza en la boca.
Cuando desperté era ya de día y notaba un sabor amargo en el paladar, que sueños tan aterradores y tan vívidos había tenido. No le di mayor importancia y salí a pasear por el pueblo. Se aproximaban las fiestas primaverales donde los lobos se aparean con los de su clase, pero nadie estaba con los ánimos de celebrarlas. No sin Paul en la manada.
Pasaban los días y nada parecía mejorar, y continuaba teniendo el mismo sueño recurrente. Cada noche cuando cerraba los ojos veía a esos dos idiotas delante de mí mientras se reían de mi estado de secuestrada y sentía voces y la frase: estoy en la calle Delibes nº 37, envia guardias ahí de inmediato por favor.
Cansada de esa gran insistencia decidí hacer caso a mi sueño y enviar guardias a esa dirección. La sorpresa fue que si había indicios de que ahí habían mantenido recluido a alguien, pero no encontraron a Paul por ninguna parte.
Paul
Llevaba largos días maniatado. Me creía con cero posibilidades de salir de eso pestilente tugurio. Pero después de un tiempo indeterminable y de mucha pesadez en el alma empecé a oír gritos de agonía. Algo horrible estaba sucediendo a mi alrededor pero no me quedaban fuerzas ni para abrir los ojos. Ya me estaba preparando para aceptar la muerte como algo inevitable cuando de golpe sentí que mis muñecas perdían su enorme pesadez y parecían flotar. Comprendí entonces brillantemente que alguien me estaba desatando. No entendía cómo ni porqué pero me daba absolutamente igual estaba preparado para cualquier cosa que alguien se le acudiera imponerme.
Dos pares de brazos me cogieron el cuerpo y me transportaron hasta lo que pude percibir que era un coche, uno muy cómodo a decir verdad. Tan cómodo que me fue inevitable dormirme y como no había hecho desde que dejé la manada me empecé a dormir tranquilo, cayendo plácidamente en los brazos de Morfeo.
No sabía donde me encontraba, pero había una luz cegadora. Parecía de día, y me encontraba en una habitación aireada de tonos suaves. Como es obvio no reconocí la habitación como esperaba y eso inevitablemente me alarmó.
Intenté levantarme pero mis piernas habían perdido todo su músculo. Así que viéndome privado de la andanza empecé a gritar como un poseso.
En ese instante entraron corriendo lo que parecían dos guardias trajeados que debían estar apostados en mi puerta.
E intenté exigirles:
ㅡQuiero ver a su superior, quiero ver a quien manda para poder saber donde estoy y por qué.
ㅡBien, como gustéisㅡdijo uno de los guardias en tono servicial.
Aquel guardia me llevó rápidamente a lo que parecía un gran despacho. Pasamos por pasillos anchos y largas escaleras para llegar ahí. Todo aquel sitio me parecía extrañamente familiar. Pero deseché la idea y me preparé para encararme con mi honorable salvador.
Entré dentro de la gran estancia encontrándome a dos ojos muy parecidos a los míos devolviéndome la mirada. No lo podía creer. ¿Era esto en serio? No podía articular palabra, mi voz parecía atorada en mi garganta con intención de no querer salir. ¿Cómo podía ser? ¿Entre todas las personas del mundo tenía que salvarme él?
ㅡHola hermanitoㅡdijo sarcásticamente cortando así mis divagaciones.
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¿Por qué yo?
Hombres LoboAlguien me abrazó por detrás inmovilizándome, tenía miedo, sentía angústia. No sabía quién podría ser ya que yo no era una mujer muy escultural, no tenía buen cuerpo, no entendía que intentaban hacer.