Chuuya tiene prioridad

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     Cuando Atsushi recuperó la consciencia notó con horror que estaba amarrado a una silla, además tenía los ojos vendados y una mordaza incómoda en la boca. Nada serio, usando su habilidad de tigre podría romper las ataduras e irse.

      –Yo no haría eso si fuera tú –dijo una voz conocida.

     Tras unos segundos de confusión el joven recordó lo que pasó. Al parecer seguía en casa de Dazai.

     –Espera ahí y no te muevas. Hay algo que necesito terminar –ordenó el ex mafioso mientras seguía moviéndose de un lado a otro canturreando una canción suicida alegremente. Tras una eternidad sintió como movía el asiento donde lo atrapo–. Uff, has ganado peso desde que entraste en la agencia. ¿Sabes? Él siempre se burla de mi condición física, si me viera ahora se moriría de la risa. Bien, Atsushi-kun, más te vale cooperar si valoras algo tu vida.

     La venda fue retirada y el peliblanco pudo observar a través de la ventana que la noche había caído, al menos doce horas transcurrieron desde su imprudente entrada a la casa ajena.

     –Ojos de este lado –indicó el castaño con su usual timbre cantarino.

      El adolescente abrió con sorpresa los ojos, el maniquí del armario estaba frente a él, lucía más perturbador que antes.

    –¿Y bien? ¿Qué piensas? –preguntó el ojicafé sin dirigirle la mirada, toda su atención se centraba en el remplazo–. ¿No crees que es un fantástico nudo? Muy elegante, único en su clase debido a su distinción. He pasado años perfeccionándolo.

    Mientras su captor describía la forma en la que se le ocurrió así como los complicados dobleces para su realización, el chico tigre miraba estupefacto la soga alrededor del cuello del muñeco, cuyo traje blanco fue sustituido por uno negro, incluso llevaba un sombrero del mismo color sobre la peluca pelirroja, el cual hacía juego con la vestimenta, de este modo el sustituto era una copia mucho más fiel del verdadero Chuuya Nakahara. Durante el monólogo del mayor, Atsushi aprovechó para escanear disimuladamente la habitación. En la cama vio el anterior atuendo, junto a éste se veía una pequeña caja de madera labrada; las paredes lucían diferentes, aunque era difícil discernir por qué...

     –¿Sabes? No es muy educado de tu parte ignorarme después de perdonarte la vida –la voz seria de Dazai trajo de vuelta el miedo. Su corazón se saltó un par de latidos al dirigir sus ojos policromáticos hacia él. El cuchillo en la mano de su héroe se veía afilado, muy afilado y demasiado cerca de su cuello. Asustado se removió en la silla dispuesto a soltarse y escapar de ahí con su habilidad, correría como loco hacia la agencia, buscaría la forma de advertirle al mafioso sobre la locura de su ex compañero; sin embargo, el suave toque de la mano contraria sobre su cabeza frenó esa idea. No podía usar su súper fuerza, a diferencia de Kunikida y los demás su talento en defensivo dejaba mucho que desear, ni hablar de huir como los grandes magos de situaciones inverosímiles.

     Su mentor bajo la cara a su nivel –con una mueca horrible en su rostro–, en ese momento supo que su corta e injusta vida había llegado a su fin, a manos de la misma persona que lo salvó.

     –Escucha Atsushi-Kun, tienes una mínima posibilidad de salir vivo de aquí, pero deberás pagar el precio. No quisiera dañarte, iría en contra de una promesa muy importante hecha hace años; además, eres simpático y derrochar tu potencial sería una estupidez, especialmente por los sucesos que están por ocurrir en Yokohama. Pero debes entender, si tengo que escoger entre "ser un héroe" para esta ciudad o el amor de mi vida, Chuuya tiene prioridad. He pasado años trazando el plan perfecto para obtenerlo, no dejaré que se vaya por la borda. Así que Atsushi-Kun, ¿me prestarías atención o debo usar el filo de esta arma para mantener a salvo mi más grande secreto?

       Atsushi asintió lentamente. Dazai estaba loco, pero tenía su vida en sus manos una vez más.

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