Del odio al amor

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     El gesto enamorado de Dazai Osamu era insoportable de ver. La esperanza, el anhelo y la obsesión chocaban entre sí, deformaban los rasgos del hombre en una máscara grotesca.

     Atsushi, aún amordazado, quiso gritar a los cuatro vientos que lo ayudaría, todo con tal de dejar de ver ese gesto. No obstante, sólo pudo emitir sonidos ahogados, los cuales trajeron de regreso al castaño de su epifanía.

     –Que tonto soy. Ni siquiera te he explicado la forma en que pagarás tu boleto de salida. Es algo muy sencillo. Tú serás el catalizador. Como ya mencioné, durante años he marinado el odio de Chuuya, su genuino desprecio hacia mi persona se muestra a través de patadas e insultos –así de volátil es mi amado–; si logro privarlo de sus reacciones típicas ese cúmulo de emociones tendrá que salir de otra forma. Aquí se presentan diferentes escenarios, pero predominan dos. En el primer caso me ataca seriamente; en el segundo, me besa apasionadamente. A estas alturas debes de haber notado la gran tensión existente entre nosotros. Al jalar los hilos la situación puede ponerse violenta, sino quiero acabar mal herido y con mucho dolor, debo crear las circunstancias correctas para que Chuuya traspase la cuidadosa línea trazada en nuestra relación por Mori-san. Si cruza ese límite es altamente probable que ambos terminemos juntos en la cama. ¿Sabes? Durante el incidente de Shibusawa estuve a punto de tenerlo, pero corrupción lo noqueó más rápido de lo planeado. Casi tuvimos un momento como en los cuentos de hadas y desde entonces me pregunto qué habría pasado. Mi corazón duele al pensar en todos los hechos imaginarios que pudieron ser si el perchero no se hubiera salido del guión, ¡pero el desgraciado me golpeó! La Bella rompe la maldición de la Bestia con un dulce beso y el príncipe de Blancanieves la trae de la muerte con otro igual. No hay nada escrito sobre puñetazos en la delicada cara de la princesa. ¡Odio el dolor y resentí ese puñetazo durante días! Soñaba con la dulzura y suavidad de sus labios y a cambio recibí una gran dosis de humillación...

     Atsushi tenía problemas para seguir el hilo de los pensamientos contrarios. Dazai era un genio, pero el peliblanco, a pesar de ser un muchacho sin mucha educación, estaba seguro de que ni el mismísimo Rampo podría seguir la "lógica" detrás del cerebro suicida. El castaño pasó de contarle su macabro plan con respecto al temible mafioso a berrear porque el ojiazul fue rudo con él. Mientras el mayor pataleaba –literalmente–, el peliblanco volvió a escanear el lugar buscando una ruta de escape, pero el collage del horror volvió a capturar su atención. Algo hizo click en su cabeza y por fin notó cuál era la diferencia. Los huecos no estaban ahí antes, sin duda, algunas fotos fueron removidas por su mentor, aunque el motivo era desconocido.

     –Si te preguntas por qué modifiqué mi hermoso mural, has de saber que la culpa fue tuya –nuevamente la actitud del ojicafé cambió de infantil a siniestra, la mirada asesina regresó a su cara–. Pasé años recolectando semejante material, desde el instante en que Chuuya se unió a la mafia, no fue fácil seguir haciéndolo tras mi partida –especialmente aquellas donde aparece en todo su esplendor, sin las toneladas de ropa que siempre ocupa– y de buenas a primeras entras en mi santuario y posas tus horribles ojos en su hermoso cuerpo. Siendo sincero, eso me molestó más que irrumpieras en mi casa; es la verdadera razón por la que estás amarrado. Aunque no te culpo por querer mirar, la belleza de mi pelirrojo es digna de la más completa devoción y adoración.

     El joven tigre no comprendió los disparates de su "héroe", él nunca había visto al sujeto de esa manera; si bien, desde un punto de vista objetivo Nakahara era lindo y delicado por sus rasgos exóticos, diferentes a la etnia japonesa, definitivamente no concordaba con su tipo, tal vez si fuera una chica...

     –Nadie tiene el derecho a verlo de esa manera. Esa vista es mía únicamente. De haber sabido que alguien sería lo suficientemente tonto para invadir mi privacidad jamás habría colocado las joyas de mi colección con las demás. Que lo hayas visto es tu mayor falta de respeto hacia mí, un pecado grave. Si aún estuviera en la mafia te arrancaría los ojos antes de seguir con las demás torturas, ¿en serio no sabes que nunca se debe mirar a la pareja del jefe ni por accidente? Afortunadamente para ti, soy de los buenos.

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