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❝Donde Jungkook tiene 15, es muy inocente y viste como él quiera.
Su novio JiMin, de 20, hará todo lo posible por proteger a su pequeño y que nadie lo separe de su lado.
──...
Jungkook sale del consultorio con los dientes un poco sensibles, el doctor hizo un blanqueamiento, causando la sensibilidad en su dentadura.
— JiMin te dará la fecha de tu próxima cita. — es lo que dice el doctor antes de que cierre la puerta.
Jungkook sólo asiente.
— ¡Hey, kookie!. — JiMin seca el poco sudor que corre por su frente. — ¿Te dolió? el doc me dijo...
Se encoge sus escuálidos hombros.
— Se siente raro.
— Espera, agendaré tu cita. — Hojea la libreta, mira los nombres, fechas y demás. — Te parece bien el 3 de febrero. — Jungkook mueve la cabeza de arriba hacia abajo.
Escribe el nombre de Jungkook. El pequeño dice que la quiere en la tarde porque tiene clases ese día, además JiMin también tenía, y si iba en la mañana no podría verlo. Pero eso no lo dice.
— JiMin... dijiste que querías hablar conmigo. — Jungkook juega con sus dedos, mirando sus uñas. Tal vez debería pedirle a Na-Yeon que se las pinte, piensa.
— Claro, era tu mensaje. Lo vi y quise contestar pero-pero la señal en el pueblo de mi abuela no era tan buena. Y cuando volví se me cayó el celular por las escaleras. — sonríe nervioso.
Jungkook no confía mucho en su excusa, pero acepta la disculpa.
— Está bien, no te preocupes, igual creo que no debí hacerlo. — guarda su flequillo detrás de su oreja, apenado.
— ¡No, no! eso está excelente. De hecho, me gusta que lo hagas. Si quieres te paso mi nuevo número para envíes más.
— Pero... ¿Me vas a contestar?. — pregunta, tanteando a Jimin. El mayor asiente, lamiéndose los labios con sus ojos brillando. — Okay. Pásame tu número. — sonríe.
JiMin igual sonríe, haciendo que sus ojos desaparezcan, Jungkook quiere pincharlos.
Joder. Menuda mentira que se había echado.
Agradecía a su madre por regalarle un nuevo celular, así su excusa se hacía más creíble. No contestó los mensajes de Jungkook no porque no quisiera. Al contrario, se moría de ganas de mandarle un mensaje y platicar con él. Pero si era sincero, el papá del castaño le daba miedo, no quería tener problemas.
— Es éste, puedes mandarme un mensaje cuando quieras, prometo contestarte. — está escrito en un pedazo de hoja que arrancó de la agenda.
