Había pasado una semana desde que Kilian me besó, y para mi sorpresa no lo volvió a intentar. No entendía qué pasaba por su cabeza, pero desistí a la idea de intentar comprenderlo cuando me di cuenta que ni siquiera era capaz de entenderme a mí.
Lo bueno es que por suerte, a pesar de que sí habían momentos tensos, en los que ninguno sabía qué se suponía que tenía qué hacer, lo solucionábamos de manera rápida, por lo que no solían durar mucho.
Hoy también íbamos a quedar, pero esta vez para sacar a nuestro perros, ya que Nilak por fin estaba mejorando, y le permitían acercarse a otros perros. Estaba haciéndome un moño antes de salir, pues el calor era insoportable, y estaba cansada de mi pelo largo, y sino fuera por que luego llegaría el invierno y me congelaría, me raparía.
Cuando bajé, K ya estaba afuera con su perrita, y cuando Nilak la vio salió corriendo hacia ella. Empezamos a caminar con los perros por el parque y estuvimos hablando de cómo habían sido nuestros días.
–A veces me gustaría dejar de trabajar en la biblioteca. En verano no va casi nadie, por no decir nadie, y lo único que hago es pasearme por los pasillos y revisar mil veces lo mismo.
–¿Y por qué no lo dejas? Quiero decir, no es como que necesites el dinero, y si te aburre tanto podrías emplear ese tiempo en otras cosas, ¿no?
–Y sí, pero en la biblioteca por lo menos camino por los pasillos, en cambio, si no fuera estaría todo el tiempo en el apartamento.
–En conclusión, quieres seguir en la biblioteca porque no quieres estar encerrada en tu apartamento. Pero no quieres estar ahí porque te aburres.
–Básicamente –dije desganada.
–Puedes buscar algún pasatiempo o algo.
–¿Alguna idea?
Kilian se sentó en un banco, mientras que yo me acosté en él y puse mi cabeza en los muslosde Kilian. Él empezó a jugar con mi pelo, acto que me relajó.
–Bueno, no sé. ¿Te gusta salir a correr? –Moví mi cabeza negando–. Es verdas, me lo dijiste una de las veces que hablamos. –Sonreí al recordar eso–. ¿Dibujar? –preguntó dudoso.
–Ya lo intenté y fracasé estrepitosamente.
–Vale, entonces manualidades no, ¿no?
–Preferiblemente no –dije con una mueca.
–¿Y escribir?
–Bueno, eso no estraía del todo mal. –Estuve un rato pensándo en esa opción y recordando cosas. No fue hasta que él me pegó en la nariz, delicadamente, que salí del trance.
–¿En qué piensas?
–Recordé la época en la que tenía un diario donde escribía todo lo que sentía.
–¿Y qué pasó con él?
–No lo recuerdo. La última vez que lo vi fue hace 3 años, y la verdad no sé si quiero volver a verlo.
–¿Por qué? –preguntó con curiosidad.
–¿Tengo que ponerme sentimental justo ahora? –dije intentando bromear y a la vez hacerle saber indirectamente que no tenía ganas de hablar de ello.
–¿Sabes? A veces me gustaría saberlo todo de ti –dijo mirándome directamente a los ojos.
–De hecho, sí lo sé. No sé si recuerdas que cierta persona dijo una vez que lo mataba de la curiosidad -dije guiñándole un ojo, provocando que se ruborizara, acto que me sacó una sonrisa.
–Y lo sigo manteniendo, solo que ahora no es de lo único que me matas –dijo aún ruborizado, pero con una sonrisa, que me hacía pensar que estaba a punto de entrar en terreno peligroso.
–¿Hay más? –dije manteniendo mi tono bromista.
–Contigo siempre hay más.

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Sialuk
Novela JuvenilNuestra historia comienza con un error, pero, ¿qué pasa cuando te terminas enamorando por ese error? Un número equivocado puede cambiarlo todo.