Agosto 27, 1968.
Joaquín sintió las manos de su madre acariciarle la cara, abrió los ojos y confirmó que la dulce mujer le estaba despertando. "Ven a desayunar mi niño" Joaquín le sonrió y asintió, la mujer se levantó de la cama y salió de la habitación.
Joaquín se levantó y miró el reloj, eran las nueve cuarenta y dos de la mañana, encendió el radio y se metió al baño, se lavaba la cara mientras los anuncios de los juegos olímpicos de ese año, que se llevarían a cabo en el país, eran transmitidos unos tras otros.
Llevaba casi un mes sin tener clases, varias facultades, incluyendo la suya, habían parado actividades debido al movimiento que sacudía la ciudad en ese momento, los medios descalificaban a los estudiantes y les llamaban conspiradores y violentadores de su país; los estudiantes y sus aliados descalificaban a los medios y al gobierno llamándoles corruptos y asesinos.
La ciudad de México y varios estados estaban pasando por un conflicto enorme, y Joaquín no sabía que hacer, sus dos mejores amigos estaban en algo llamado Comité Nacional de Huelga que apoyaba a todas las escuelas que se encontraban en la misma situación que su facultad y tenía muchos días sin verlos, el gobierno hablaba pestes del movimiento estudiantil y todos los días en los periódicos salían notas nuevas sobre lo desastrosos e irrespetuosos que eran los estudiantes; los estaban encasillando a todos como provocadores, comunistas y violentos.
Joaquín no sabía como reaccionar ante todo esto, pues no era ajeno al movimiento, de vez en cuando ayudaba por teléfono a sus amigos a escribir los discursos que querían usar en sus huelgas y sus mitines, y no sólo les ayudaba a ellos, si no a bastantes miembros del comité, se había convertido en una clase de redactor para ellos y, a pesar de que no le molestaba, le daba una sensación de inseguridad, puesto que se rumoreaba que el gobierno escuchaba las conversaciones telefónicas de los miembros de los comités de lucha conformados por estudiantes.
El que le apoyaba en persona e iba seguido a verle era Emilio, después de ese beso que se dieron en el parque no se habían despegado para nada, la madre de Joaquín pensaba que era un nuevo amigo a quien le caía muy bien su hijo y por eso iba cada dos días a su casa y se encerraban en su habitación a escuchar los gastados vinilos de Joaco todo el día, le agradaba Emilio, pues su hijo no tenía muchos amigos y le daba gusto ver como se relacionaba con gente nueva.
Joaquín salió de su cuarto y se sentó a la mesa justo cuando tocaron la puerta, su madre abrió.
"¡Emilio!" canturreó su madre con gusto, Joaquín volteó hacia la puerta para ver al chico rizado con una mochila de cartero colgando de su hombro "que gusto verte hijo, pasa, ¿quieres desayunar?" Emilio miró a Joaquín y le sonrió.
"Si Elizabeth, gracias." dejó su mochila en uno de los sillones de la sala y se sentó junto a Joaquín, vio como la madre del menor se metió a la cocina y le dio un beso furtivo en los labios como saludo.
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Joaquín y Emilio estaban sentados en el suelo de la habitación del menor cuando su madre le gritó desde la sala que alguien le llamaba por teléfono, se disculpó con Emilio y salió del cuarto.
"¿Bueno?" le habló al teléfono.
"Joaco..." llamaba Nikolás, se escuchaba agitado "que bueno que te encuentro, por favor acompañanos a la marcha de hoy." espetó. Joaquín hizo una mueca de disgusto.
"Niko sabes que no me gusta..." le contestó, Nikolás suspiró del otro lado. "¿y ahora por qué van a marchar?" le preguntó.
"Vamos a exigir una respuesta de Diaz Ordaz." Joaquín negó en el teléfono.
"Nada más se están metiendo en problemas Nikolás..." le regaño en voz baja "ni siquiera saben cómo va a terminar eso."
"Andale amigo, te dejo que invites a Emilio, con eso de que ya es tu mejor amigo." Joaquín se dejó soltar una risa, si su amigo supiera qué es para él Emilio le deshonraba.
"¿Dónde será?"
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Emilio ayudó a Joaquín a bajar del autobús, eran las tres de la tarde y había bastante gente, Nikolás les había citado en el Museo de Antropología, y al sólo ver la cantidad de personas que se encontraban apretujadas en la explanada del museo a Joaquín le dieron ganas de regresar a su casa y olvidar todo.
"Ya vi a Nikolás, ven." le susurró Emilio en el oído y le tomó de la muñeca, Joaquín caminó guiado por el mayor y se abrieron paso entre la gente hasta llegar al ojiverde y a su novia, que hablaban con otros dos chicos de apariencia mayor.
"Hola amigos, Joaquín, que bueno que si viniste." le dio un golpe en el hombro, Elaine se acercó a darle un abrazo a los dos, provocando que Emilio soltara a Joaquín.
Nikolás y Elaine pronto les dejaron solos para dirigirse con los otros organizadores, Emilio volvió a tomar de la muñeca a Joaquín, dándole un apretón suave, compartiéndole de su seguridad, cosa que el menor agradeció.
Alguien de los organizadores comenzó a hablar, Joaquín notó como Emilio le prestaba suma atención y asentía en acuerdo con algunas de las cosas que decía. Pronto la masa de gente comenzó a moverse y así comenzaron todos juntos a caminar.
Joaquín nunca fue fan de las marchas o los mitines, pero siempre le impresionaba el grado de unión que la gente tenía en este tipo de situaciones, siempre gritando a una sola voz y por el bien común, siempre marchando por lo mismo y exigiendo un mismo fin. Emilio caminaba sonriente, aún tomando la muñeca de Joaquín, quien en ciertos puntos de la caminata podía ver la cantidad de personas que caminaba junta, todos moviéndose al mismo paso, hacia el mismo lugar.
Empezaron a gritar una consigna en contra del presidente Diaz Ordaz, Emilio soltó una carcajada y la repitió. Joaquín se sorprendió muchísimo, nunca había escuchado a nadie gritar algo en contra de algún gobernante con tanta libertad. Escuchó otra vez la voz de Emilio, mezclada con la de toda la gente que caminaba gritar un insulto para el presidente.
Llegaron al Zócalo casi una hora después, todos gritando al mismo tono, Joaquín le había pedido a Emilio alejarse un poco de la muchedumbre, pues se encontraba incómodo. Se colocaron a uno de los lados de la tarima donde estaban los organizadores, y Elaine los vio y les acercó algo de agua antes de regresar a su lugar. Joaquín se impresionó por la cantidad de gente que había acudido a la marcha, y según lo que Emilio le había dicho, aún faltaba gente.
Tiempo después Nikolás se acercó a ellos con un semblante de autosatisfacción que a Joaquín le daba risa.
"Nos quedaremos a hacer guardia, ¿se quedan?" Joaquín se sobresaltó.
"Si" dijo Emilio.
"¿Guardia de que o que?" contestó Joaquín mirando a Emilio confundido.
Antes de que el ojiverde pudiera contestarle, uno de los organizadores, un tipo que se veía mucho más grande que todos, comenzó a hablar, pronunciándose a favor de montar una guardia en la explanada del zócalo hasta que el presidente salga y conteste sus peticiones.
Joaquín negó. "Yo no me quedo..." Emilio lo miró, Joaquín correspondió su mirada. "no Emilio, no me quedo."
"Joaco, porfavor..." le rogó Emilio, con los ojos suaves y la mano en el hombro "me quedo contigo todo el tiempo, no te dejo solo."
"¿A qué nos quedamos Emilio?" le preguntó Joaquín, mirando a su al rededor.
"A apoyar, es una lucha que nos compete a todos." le dijo. Joaquín soltó un suspiro y giró los ojos.
"Bien, me quedo." Emilio sonrió y Nikolás también, impresionado por el poder que ejerce el nuevo amigo de su mejor amigo en él.
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En Constante Lucha (Emiliaco)
Fanfic"¡VÁMONOS, JOAQUÍN! ¡VÁMONOS!" Joaquín escuchó los gritos de su amigo Nikolás y sintió sus manos jalarle por la playera, no se podía mover, no podía parase, no podía ver nada más que el liquido rojo que manchaba sus manos y que corría a raudales por...