La Princesa Encantada

Capítulo 5 : El reencuentro

El pequeño arrendajo azul, logró salvar al cisne por muy poco de la flecha. El príncipe emprendió la carrera tras las dos aves.

- Eso estuvo cerca. ¿Estás bien, Candy?

- Sí, gracias Anthony. Lo siento mucho, debí escucharte.

- Eso no importa ahora, hay que proseguir.

- Terry es muy rápido, hay que distraerlo.

- Ya sé, lo frenaremos con la luz del sol, sígueme.

Los dos volaron directamente al sol, Terry parpadeó fuertemente por el fulgor. Desafortunadamente, solo fue útil por un momento. Pues, ya estaba oscureciendo. Rápidamente, Terry cambio de ubicación, y les apuntaba de nuevo con el arco.

- ¡Anthony, hacia los árboles!

Por un instante, pudieron ocultarse. Anthony pretendió estar herido para detenerlo y darles algo de ventaja. En el momento que Terry se inclinó a revisarlo, soltó un grito de dolor por un picotazo en la mano.

El cielo ya estaba estrellado, y Stear y Archie los esperaban en el lago.

- Aún no hay señal de ellos.

- Espero que no les haya pasado nada.

- ¡Ahí vienen!

Las dos aves llegaron y se posaron en las rocas donde los demás estaban esperando. Habían logrado que Terry los siguiera hasta el lago.

- Ya es hora Candy, mira.

– Le indicó Anthony. La luna menguante ya ascendía. –

- No, no puedo hacerlo.

- Debes hacerlo.

- ¡Me matará, Anthony!

- ¡Si no lo haces ahora, perderás la oportunidad de tu vida Candy!

- Está bien, lo hare.

- Adelante.

Aunque sentía mucho miedo, Candy comenzó a bajar de las rocas, para posarse en la orilla. Terry estaba confuso de que la criatura se acercara.

- ¿Qué?

- ¡Vamos, vamos!

Justo en el momento que Candy estaba en el agua, algunas nubes bloquearon la luna.

- ¡Oh!

- Te tengo.

Terry estuvo a punto de disparar la flecha, pero un golpe en la cabeza lo hizo voltearse y apuntar hacia el pájaro azul. Justo en ese instante, las nubes se alejaron, y la luna brilló. Terry quedó mudo ante la sorpresa de la transformación. Al principio se preguntó si estaba soñando.

- Soy yo Terry...

El príncipe soltó su arco, y corrió hasta ella. La tomó en sus brazos, y la hizo girar tres veces. Los dos se besaron con ternura.

- ¡Terry, cuánto te extrañé!

- Nadie me creyó, pero yo sabía...

- No puedes quedarte.

- ¿No puedo quedarme? ¡No! ¡Jamás volveré a alejarme de ti!

- Escúchame Terry.

- Candy

- ¡Oh, no!

- ¿Quién es? ¿Qué es lo que sucede?

- Es él.

- ¿Quién?

- Me tiene bajo un hechizo.

- ¿Quién?

- ¿Candy?

- Déjale que venga, voy a...

- ¡No! Tiene mucho poder, debes irte.

- Entonces vienes conmigo ahora.

- No puedo, cuando la luna se pone me convierto en un cisne. Por favor Terry, tienes que confiar en mí, vete.

- ¡Debe haber una forma de romper el hechizo!

- La hay, debes hacer un voto de eterno amor.

- ¡Sí, lo haré! Siempre he deseado hacerlo.

- Debes probarlo al mundo entero.

- ¿Cómo? ¡¿Cómo?!

- ¡No lo sé!

- ¿CANDY?

- ¡Vete!

- ¡El baile! Mañana por la noche, ven al castillo. Ante todo el mundo, yo haré un voto de eterno amor.

- ¡CANDY!

- ¡Ya voy! Vete...

- Mañana por la noche.

- Sí, mañana por la noche. ¡Ahora ve!

Justo antes de alejarse, Terry le lanzó a Candy el collar de oro.

¡Candy! ¿No me oías llamarte?

- Yo...

- Me pareció, oír voces.

- ¿Voces?

- Si, voces.

- Pues, yo...

- ¿Tú qué?

- He decidido, ser tu reina.

- Que tú... ¡Oh, Candy! ¡Qué feliz me haces! ¡Seré un buen rey, ya lo verás! Me vestiré a la moda, y me recortaré la barba. ¡Me has hecho tan feliz Candy! ¡Lo logré!

Repentinamente, la expresión en el rostro de Neil cambió.

- A propósito, supongo que no sabes de quién es esto. ¿O sí?

- ¡Oh!

El hechicero tenía el arco de Terry en la mano.

- "Ven al baile, hare un voto de eterno amor" ¡Jajajajaja! Pensaste que podías engañarme ¿NO ES CIERTO?

Neil arrojó el arco al fondo del lago.

- ¡Jamás seré tuya! ¡Tú, monstruo! ¡Me casaré con el príncipe Terrence, y tú no podrás detenerme!

Neil le agarró la mano, y le arrebató el collar en forma de corazón con el cisne grabado.

- ¡Odio tener que hacerlo Candy! Pero no podrás asistir al baile mañana por la noche.

- Si quieres detenerme, tendrás que matarme.

- No, no es necesario. Verás, has olvidado algo muy importante. Mañana de noche, no habrá rayo de luna. ¡Jajajaja!

Era cierto, la luna estaba en su última noche de fase menguante. A la noche siguiente, Candy no podría transformarse. La princesa lloró por largo rato arrodillada en la orilla del lago.

Continuará...