la perra que la parió 🙈🙊🐩

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El estruendo de la puerta al ser azotada pudo haberse escuchado por toda la academia, y sin embargo, al antes erizo veteado pudo importarle menos.

¿Que si estaba molesto? Pues ahora mismo le encantaría sacarle las viseras a alguien y hacer que se las comiera antes de que muriese.

Tomó con más fuerza la muñeca de la eriza blanca detrás suyo, y la jaló para traerla hasta él. No dudó en abrazarle, en ese momento se sentía tan reconfortante, aunque desconocía totalmente al frágil cuerpo al que abrazaba.

Gruñó por aquello, y se molestó aún más al escuchar aquel gruñido tan femenino que salió de su garganta.

Comenzaba a odiar esto. No debería ser tan malo ir a romperle el osico a una princesa ¿no? Él ahora también era una mujer, la pelea sería equitativa ¿no?

Apretó aún más el cuerpo avergonzado de la albina, quien se mantenía callada, aún con leves secuelas de la humillación de antes.

Entonces recordó, habían sido tantas las veces en las que tuvo que sacar las miradas de montones de chicas, de todas aquellas veces en las que se fugaron a escondidas para ser "libres", en las cuales todas las miradas se posaban sobre ellos simplemente por ser quienes son.

Silver no soportaba aquellas miradas, le incomodaban, sufría leves ataques de pánico cuando era juzgado.

Atrajo a la chica hasta quedar al borde de la cama, se sentó ahí mismo, para después esconder su rostro en los pechos de la albina.

Le molestaba tanto aquello, quería tener su corazón lo más cerca que se pudiese.

Al fin se dignó en elevar la mirada, notando un gran sonrojo en las finas facciones de una chica hermosa, además de una boca ladeada a manera de mueca. Cuando llegó a sus ojos, pudo sentirse tranquilo, pues esos dos soles no habían cambiado.

—¿Estás bien?— se atrevió a preguntar, viendo al par de soles brillando por las finas capas de lágrimas.

—¿Estás bien tú?— maldita fina voz, anhelaba tanto escuchar el timbre al cual estaba acostumbrado, y sin embargo, pudo llegar hasta su alma, como siempre.

Le sonrió. Y aquel chico se lanzó contra él, dejando derramar sus lágrimas.

—Ey, ey, esta bien, yo también estoy harto de estar así— intentó que su voz sonara más ronca, en un vago fracaso por hacerle sentir en casa.

Siempre le dolió escucharlo llorar, era su recordatorio de que no podían ser tan fuertes, que era tan difícil aguantar la presión social.

Recordó aquellos momentos en su adolescencia, las miles de chicas que tenía detrás, esperando tanto de él, y luego, las miradas juzgadoras por ser él mismo.

Se sentía como en la adolescencia, era como estar en casa después de tantos años, tan estúpidamente familiar que dolía.

—Ya bebé, tranquilo— murmuró, dejando que la presión en su pecho saliera también, como finas gotas que mojaban sus mejillas.

—Quiero irme, Mephiles— la blanca balbuceó, y se aferró aún más al cuello ajeno, sintiendo las caricias en su cabello siguió balbuceando —nos miran como si fueramos bichos raros.

El oji-verde sonrió ante lo dicho, y comenzó a besar la sien del albino.

—Amor, toda la vida nos han visto de esa manera— esta vez tomó el rostro ajeno, empujándolo hasta que quedara frente suyo.

Silver sonrió, y soltó una leve risa al ver las lágrimas y una sonrisa en el rostro de una azabache, aquello era cierto, solo que esta vez de una manera diferente.

—Quiero que dejen de mirarme de esa manera— y las lágrimas seguían y seguían, esta vez, acompañadas del temblor en su cuerpo.

—¿Y si mejor que nos valgan madre? Así bien putas divas — una carcajada amarga salió de sus labios, oh, sus dulces labios que esperaban a ser devorados. Se acercó lentamente a ellos.

—Llevamos años intentándolo— murmuró y cerró sus ojos, dejándose llevar por la contraria.

—Y bueno, te amo— de nuevo otra carcajada, esta vez llena de felicidad ante el cambio abrupto de tema.

Luego de eso, todas sus sonrisas fueron atacadas por los labios del o la erizo(a) frente suyo.

El ceño de todos estaba fruncido, todos estaban en la pequeña sala de su cuarto, y ninguno podía hablar, todo después del fracaso en clase de postura, muchas burlas para las tres erizas del grupo que quedaron en el salón, además del golpe a su ego.

Scourge vio una vez más a sus dos amigos, los cuales hace unas pocas horas habían salido por el inconveniente de la blanca. Ahora se sentía tranquilo, el verlos así de juntos (la blanca sentada en las piernas de la azabache) y cariñosos le traía tranquilidad, puesto que todo indicaba que ambos estaban estables... Por el momento.

Frunció aún más el seño cuando se dio cuenta de lo que pensó, había una gran diferencia entre él y aquel par de tórtolos, pues él sabía lidiar mejor con la presión social.

El solo intentar ponerse en su lugar le dolía, sabía lo frágiles que podían ser por culpa de sus antecedentes, pero él estaba ahí, y si ellos siempre le cuidaban ahora le tocaba a él cuidarlos.

Sonrió, jura por la puta que la parió que aquellas idiotas caerían a sus pies, y no como antes lo hacían. Sería tan pinche diva que no le iban a aguantar, lo jura por su familia, que estaban reunidos en esa habitación.

Él no se sentía mal por haber nacido de una señora de la esquina, estaba orgulloso de mínimo haber nacido, no le importaban los orígenes. Ahora daba gracias a ellos, pues los años con su jefa servirían como experiencia para ser una divaza.

Escuchó pasos acercarse a la puerta, para que esta después fuera abierta y se diera a ver una eriza rosa sonriente, quien eliminó todo rastro de felicidad al ver las caras de todas en la habitación.

—Ahora entiendo el porqué odias las víboras.
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Espero que les haiga gustado el capítulo
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Bueno adiós
Los quiero mucho
Bye
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♕︎𝕊𝕖𝕣 𝕄𝕦𝕛𝕖𝕣 𝔼𝕤 ℂ𝕠𝕤𝕒 𝔻𝕖𝕝 D̸e̸m̸o̸n̸i̸o̸♕︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora