Prologo: Lección Tres

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«Si el mundo te da la espalda, tú dale la espalda al mundo»

En la familia Franco siempre han habido peleas y distanciamientos, todo por culpa de las víboras que se casaron con los tíos de mi mamá y hermanos de mi abuela. Todos los problemas eran creados por ellas, y la que siempre salía perdiendo era mi abuela. Pero lo que daba más coraje es que mis bisabuelos también estaban de lado de esas mujerzuelas baratas, que lo único que hacían era destruir a esta familia.

-¿Sí?- alguien habló en al contestar. Mi abuela había marcado a casa de mis bisabuelos, para invitar a su madre a mi fiesta de cumpleaños.

-¿Quién habla?- preguntó mi segunda madre, al escuchar que la voz que habló era desconocida.

-¿Quién es usted?- la señora del teléfono le devolvió la pregunta.

-No, la pregunta aquí es; ¿quién es usted y qué hace en casa de mi mamá?- habló con voz autoritaria que a cualquiera lo intimidaría.

La señora del teléfono colgó y eso puso más furiosa a mi abuela, y yo la entendía, si me hicieran eso a mí, le partiría la cara a la persona que estuviera en el teléfono. Volvió a marcar.

-¿Hola?- otra voz diferente se escuchó al otro lado del teléfono.

-¡Escuche bien, quien quiera que sea. Quiero que me pase a mi madre en este momento!- gritó muy molesta.

-¿Samantha? ¿Eres tú?- le preguntó la desconocida.

-Sí, ¿y usted quién es?- bajó un poco más la voz, pero seguía hablando con autoridad.

-Soy Barbara- le contestó y eso de alguna manera enojó más a mi abuela- Ahorita te paso a tu mamá- le dijo.

-¿Hola?- habló mi bisabuela y eso la relajó un poco más.

-Hola, mamá, ¿cómo estás?- le preguntó con voz dulce.

-Muy bien, ¿cómo estás tú, hija?- contestó y mi abuela sonrió.

-Bien, gracias- contestó, pero luego siguió- Aunque algo disgustada, porque te marqué y una completa desconocida me contestó y comenzó a hablarme muy groseramente y luego me colgó- le contó lo qué pasó- ¿Quién era, mamá?

-No sé, tal vez fue Raquel y no reconoció tu voz y por eso te colgó- trató de justificar a la hija de Barbara, como siempre.

-Pero le dije que tú eras mi mamá, soy tu única hija mujer- le recordó, conteniendo sus ganas de llorar- Sólo una idiota haría lo que esa tipa hizo- dijo con enojo.

-Calma, Sam, no pasa nada, sólo fue una confusión- dijo, calmando más el asunto- ¿Qué quieres? ¿Para qué me llamaste, hija?- le preguntó y mi abuela suspiró.

-Sólo quería saber cómo estabas- contestó y yo la miré, frunciendo el ceño- Veo que estás bien, así que adiós, mamá- dijo por última vez y colgó.

Apenas colgó, mi abuela comenzó a llorar. Me acerqué a ella y la abracé. En estos momentos sí la entendía, pues yo conocía a Barbara, la esposa del hermano de mi abuela y también conocía a Raquel, la hija de Barbara. Era obvio que sabía quién había marcado a la casa de mis bisabuelos, sólo quería joder a mi abuela, como siempre.

-No tengo a nadie- sollozó- Por eso es mejor estar sola, Lina- me miró a los ojos y prosiguió- Quiero que esto te sirva, porque tarde o temprano lo vivirás y quiero que estés preparada para eso.

Las lecciones de la abuela Donde viven las historias. Descúbrelo ahora