Capítulo Tres

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-Lina, cariño, pásame un paquete de galletas de chocolate para la señora Thompson- pide mi abuela y yo hago lo que dice.

-Aquí tienes- le entrego lo que me pidió- Que lo disfrute, señora Thompson- le sonrío.

-Gracias, Lina- me devuelve la sonrisa- Que nieta tan linda y amable tienes, Sam- le dice a mi abuela.

-Gracias, Mary- agradece la abuela, y me acaricia el cabello- Junto con mis dos hijas hemos aprendido a educar bien a mis tres pequeños tesoros- dice con una sonrisa en su boca- Danielle, Lina y Lisa, las tres son mis tesoros- presume y la señora Thompson la mira con ojos brillantes de ternura.

-Me encanta la manera en la que te expresas de tus nietas, Samantha.

Mi abuela y yo nos despedimos de la señora Thompson y seguimos trabajando. Mientras que pasa el rato, nosotras hablamos sobre cualquier cosa, reímos y contamos chistes.

-Buenos días, señora Samantha- llega el señor que cada fin de mes nos trae mercancía para la tienda- He traído la mercancía pero me estacioné hasta el otro lado de la calle. ¿Le importaría acompañarme para ir a buscar la mercancía?- pregunta algo apenado.

-Claro, Jeff- contesta mi abuela- Lina, ahorita vuelvo, te quedas a cargo de la tienda en mi ausencia- dice y sale de la tienda junto con el señor.

Suelto un bufido, pues sin la abuela aquí, no tengo con quien charlar para no aburrirme. Reviso en los pequeños bolsillos de mi vestido y veo que tengo un par de monedas, las cuales me alcanzan para un par de chicles. Pongo las monedas dentro de la caja registradora y agarro mis chicles. Me meto uno a la boca y lo mastico para luego hacer una bomba con él.

El ruido de la campanilla suena, pero yo no le presto atención, pues tal vez sea la abuela Sam junto con el señor Jeff, que traen la mercancía.

-Lina Rose- una voz ronca dice mi nombre y levanto la mirada, encontrándome nuevamente con Edward Scott.

«¿cómo rayos sabe mi apellido?»

-Hola- lo saludo, susurrando- ¿Cómo sabes mi apellido?- me decido por preguntar y él se encoge de hombros.

-Estuve investigando- contesta con un tono relajado- En realidad no fue difícil.

-De acuerdo- digo, algo aturdida- ¿Vas a comprar algo o...?- pregunto y Edward ríe.

-Sólo quise venir a verte, ayer no pudimos hablar- dice, sonriendo- Pero supongo que ahora si, pequeña Rose.

-Está bien- aguanto las ganas de sonreír al escuchar como me llamó, nadie me dice así- ¿De qué quieres hablar?

-Bien, primero quería invitarte a una fiesta, es hoy en la noche- habla y mis ojos se agrandan por su invitación- ¿Qué dices?

-Yo...yo nunca he ido a una fiesta- confieso y siento mi cara arder. Maldición, me estoy sonrojando enfrente de Edward Scott- Y no creo poder, me estoy quedando en casa de mi abuela.

-No te preocupes, Lina- dice con una media sonrisa- ¿Tienes una hoja de papel y una pluma?- pregunta y yo asiento, entregándole lo que pidió. Él escribe en la hoja- Aquí está la dirección de la fiesta, por si decides ir- me entrega la hoja y me guiña el ojo- Nos vemos luego, pequeña Rose- se despide y sale de la tienda.

Inconscientemente de mis labios sale una sonrisa, viendo el papelito. La curiosidad me llama, y siento ganas de ir, pero a mi mente llegan todas las advertencias de mi abuela, hacia las fiestas, y lo riesgoso que es para niñas como yo.

-Deja la mercancía ahí, Jeff- le voz de mi abuela me hace sobresaltar, pues no la escuché entrar por estar pensando en Edward y su invitación a la fiesta. Guardo el papelito rápidamente en mi bolsillo. El señor hace lo que se le indicó- Muchas gracias. Aquí tienes- le entrega dinero.

Las lecciones de la abuela Donde viven las historias. Descúbrelo ahora