A veces, para alcanzar la paz es necesario emplear la guerra.
Avanzaba por el pasillo con aire prepotente. Los soldados que guardaban la seguridad, en concreto mi seguridad, procuraban no mirar directamente a la cara a la mujer que salvó las vidas de todos. Si no hubiera sido por mí, todas esas vidas habrían sido entregadas al destino.
Travis me seguía ubicado a mi izquierda, un par de pasos por detrás, como indica el protocolo. Davina lo hacía exactamente igual solo que en el lado derecho, pues eso es en lo que se había convertido: en mi mano derecha. Seguía cursando las prácticas en la enfermería aunque aquello no le hiciera falta, estando de mi lado no tendría que volver a preocuparse por su subsistencia nunca más. Pero mis motivos para que continuara allí iban mucho más allá; me olía que Claire tenía algo entre manos y Davina era mi espía.
Si había llegado hasta donde estaba, no era por mi falta de astucia exactamente.
Nos detuvimos frente a una puerta cerrada. Travis avanzó un paso para abrirla pero levanté la mano para impedírselo.
—Lo haré yo.
Situé mi palma sobre el cursor y al instante mi huella fue reconocida y las puertas abiertas de par en par. Forjé una sonrisa de pirata y me abrí paso en la estancia. En su interior las paredes eran blancas y el suelo estaba muy pulido, tanto que incluso habría podido contemplar mi reflejo en él.
Jev realizó un asentimiento de cabeza en mi dirección para darme la bienvenida. Con las manos tras la espalda se aproximó hacia mi persona.
—Estos son algunos de los mejores soldados de la plantilla, elegidos personalmente.
—Gracias, Jev.
Eran diez en total, de los cuales solo necesitaba cinco, colocados en fila hombro con hombro. Manos en la espalda y cabeza bien alta. Le hice un gesto a Travis con la cabeza para que me siguiera y fui acercándome a los soldados uno a uno.
El primero de ellos era alto, rubio y de ojos azules. Tenía buenos rasgos y una perfecta complexión, lo que supondría una mayor resistencia a cualquier complicación en el exterior.
—Matt Dam...
—Ahórratelo— interrumpí—. Añádelo a la lista.
Oí el sonido de la mina del lápiz marcar la X en el nombre de aquel soldado. Avancé un paso a la derecha y me topé con el segundo. No era demasiado alto, ni estaba en buena complexión física, mi respuesta fue inmediata, aún así Travis dijo su nombre en voz alta.
Ya tenía el escuadrón hecho pero continuaba examinando soldados por el simple placer que aquello ofrecía a mi vista. Incluso el menos fornido de aquellos hombres debía tener un pecho musculado por el que pasear las yemas de mis dedos, unos curtidos bíceps con los que sujetar mis caderas, un duro y gordo trasero que empujar. Y apostaría a que todos ellos serían poseedores de una enorme verga, lo que me excitaba y anima a seguir conociendo sus nombres.
Al finalizar la elección pedí que los cinco elegidos se adelantaran un paso.
—Mañana mismo partirán en una misión organizada por el mismísimo capitolio. Han sido ustedes elegidos personalmente para desempeñarla, deben sentirse honorificados. Espero que demuestren su valía y regresen a casa sanos y salvos.
—Retírense y vayan a descansar, lo necesitarán. El resto regresen a sus posiciones— ordenó Jev.
Seguí con la mirada al tal Matt y descubrí que sus ojos también me miraban a mí. Enarqué una ceja, presa de la intriga, y decidí seguirlo.
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The Election
Science FictionTras la caída del cometa debido al fallido proyecto de los privilegiados, el planeta Tierra se vio azotado por una cadena de catástrofes con un único fin: destruirlo todo a su paso. Mientras en el exterior todo se pudría, en el interior de la Torre...