Capítulo 1

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Davina me pasó la bata y el informe de la paciente a la que estaba apunto de operar. Según lo que me había contado de camino a la enfermería supe que se le había incrustado una barra de metal en la pierna.

—¿Es mecánica?— inquirí, cada vez más intrigada.

—No— respondió frunciendo el ceño.

Con el dedo me indicó que echara un vistazo al informe y apretó el paso para preparar la sala de quirófano. Me paralicé tras leer el nombre de la paciente: Lily. En su expediente había marcada una B. Aquella era la diferencia entre los que antes habían vivido al otro lado de la ciudadela, pues su sangre era distinta a la de los antiguos privilegiados.

Limpié mis manos a fondo y las cubrí con unos guantes especializados. También me vestí con el atuendo necesario y tras mirarme al espejo y animarme a hacerlo salí al quirófano. La paciente estaba dormida, ya por la anestesia o por haber perdido la consciencia por el dolor. Todavía tenía la barra en el muslo. Le ordené a Davina ir a por el instrumental necesario.

Me situé junto a ella y pasé la mano por su pelo. Era castaña, igual que Becca, y apostaba a que tendría la misma vitalidad que ella. Sus ojos estaban totalmente cerrados, su nariz y boca yacían cubiertas por una mascarilla que le daba el oxigeno necesario.

—Te pondrás bien— le prometí—. Lo primero que tengo que hacer es sacarte esta barra. Y he de hacerlo despacio y con cuidado.

<<Un fallo le costaría la vida>>.

Rodeé la barra con una mano mientras con la otra comprobaba el estado del músculo. Estaba en un punto donde se cruzaban varias venas. Las gotas de sudor ya cubrían mi frente. Tiré de la barra con precaución, cada vez con más lentitud y tacto. La deposité sobre una bandeja de metal y al fin pude respirar, aliviada. Lo peor había pasado.

De pronto el medidor de sus constantes vitales se disparó. Corrí hacia la mesa quirúrgica y comprobé como la sangre brotaba de la herida abierta. Se había producido una hemorragia al sacar la barra. Sopesé la salida de sangre al taponarla con ambas manos.

—¡Davina!— grité—. Necesito ayuda. ¡Davina, por favor!

Al cabo de unos segundos entró corriendo en el quirófano. Cargaba con una bandeja y una camilla ocupada por otra paciente. Esta tenía la piel ceniza y el pelo anaranjado. Era de menor edad que la paciente de tipo B.

—Ella también necesita ser operada de urgencia.

—De acuerdo, ahora mismo me pongo con ella pero antes necesito que me pases más anestesia y me ayudes a detener la hemorragia.

Davina no se movió. Sus ojos estaban cristalizados y sus labios sellados.

—¿Qué ocurre?

—Cassandra ha pedido un gran cargamento de anestesia y solo nos queda una para el día. Tienes que dejarla.

—¡Claro que no! Ella...

—Es extranjera, Claire, y ya conoces las órdenes de Cassandra.

Tras la muerte de Adrià, Cassandra se encargó de la presidencia de la Torre. Abolió las antiguas leyes e impuso unas nuevas. Todos éramos iguales, pero los privilegiados siempre estaban por encima de los extranjeros. La familia antes que los llegados, era su lema favorito.

—Podríamos repartir la dosis.

—Sabes bien que no, Claire.

Asentí. La extranjera comenzaba a moverse en la camilla. Era cuestión de tiempo que despertara y se encontrara con una hemorragia incapaz de sanar. Disminuí la fuerza con la que apretaba la herida y la sangre volvió a bañar mis manos. Utilicé una especie de veneno que dormía todo su cuerpo hasta llegar a su corazón.

The ElectionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora