—Vamos, Whitman —toma mi mano mientras tira de mí con fuerza, mis mejillas están rojas pero él apenas y lo nota —. ¡Está pasando! ¡Un arcoiris!
—¿Qué? —miro el cielo, apenas ha terminado de llover aquí en el campamento y es bastante temprano como para que eso sea cierto. Aunque Kyle y yo nunca hemos visto uno en verdad y no puedo detenerlo porque me gusta la sensación de su mano rodeando mi muñeca —, pero cómo es que estás tan...
Terminamos de subir la colina y él me mira con una sonrisa amplia tras sus lentes, también con las mejillas coloradas, aunque a diferencia de mí, sé que es por el ajetreado camino.
—Ahí está...
Susurra y levanta la mirada, sigo su curso y mis ojos se abren ampliamente. Tantos... ¡colores! Hay un rayo de sol que ilumina una parte del gris cielo y de ahí sale el hermoso arcoiris, cayendo hasta un lugar lejano y suelto un grito de alegría, salto. El campo es amplio y estamos lejos de las cabañas, así que me permito correr para mirarlo.
—¡Es genial! —salto mirando el cielo —, ¿lo ves, Morrison? ¿Lo estás viendo? —mis ojos lo buscan y él no mira el arcoiris, me mira a mí y mi sonrisa se borra, mi pecho saltando. Él se acerca con la sonrisa aún en el suyo —, ¿pasa algo? ¿Tengo algo en la...?
—Papá me dijo que hay leyendas que afirman que hay una olla llena de oro al final del arcoiris —llega a mi lado y me acomoda el abrigo que había insistido que me pusiera. Mis mejillas se calientan y bajo la mirada —, podríamos viajar por todo el mundo si tuviéramos ese oro, y tú podrías jugar fútbol en cada lugar.
—¿Qué? Pero si tú encontraras el oro ese sería sólo para ti —digo en voz baja, él suelta una pequeña sonrisa —, ¿Morrison?
—Whitman, ¿no lo sabes ya? Yo quiero compartir todo contigo —toma mis manos —, si tuviera ese oro y no estuvieras tú, ¿qué haría yo con él?
—¿Viajar por el mundo solo?
—Si tuviera que hacer eso —dice mirando mis ojos —, lo haría sólo para ir a verte a ti, buscaría cada lugar del mundo en el que estés jugando e iría a animarte y verte ganar. Porque ese es tu destino, Whitman. ¿Recuerdas lo que dijo la señorita Grace? Todos estamos en este mundo para cumplir una meta, nuestro destino está trazado, y el tuyo es ser una gran jugadora de soccer.
—Pero tú no puedes seguirme así no más, ¿qué pasa con tu destino?
—¿No lo adivinaste ya? —niego y él me pasa los brazos por los hombros y me acerca a él. Mi corazón palpitando en mi oídos —. Es estar contigo, Whitman. Siempre contigo.
Abro mis ojos al sonido de la campana y parpadeo confundida, me siento tocando mi cabeza y llevo mi mano a mi frente.
—¡Mierda! —quito mi mano al sentir un chichón en todo el centro y suelto un suspiro, sentándome, la enfermería vacía. Cierro mis ojos unos instantes —, hace tanto que no soñaba con ese recuerdo... Creí que se había perdido en mi memoria...
Me levanto al mirar la hora en el reloj de pared de la enfermería y corro hasta la salida. Al parecer ya han acabado las clases y cuando ingreso en el aula mi maleta está acomodada sobre mi mesa, llego a esta y me alegro al notar que no ha sido abierta. Conociendo a mis compañeros, está mañanas pudo será la última vez que probara mis gomas picantes, tomo la maleta y corro por los ya casi vacíos pasillos hasta uno de los armarios del conserje, me meto en uno al final del corredor, si hubiera ido al más cercano no me sorprendería encontrar una parejita dándose amor, miro mi celular una vez dentro.
—Demonios, tengo que cambiarme pronto. Me hubiera cambiado en los vestidores pero ya no me da tiempo, me descubrirán.
Me meto y cierro la puerta, por suerte no hay nadie dentro y me desvisto pronto. Se me dificulta ponerme la peluca y me vendo los pechos a una velocidad casi sobrehumana, lastimándome un poco en el proceso. Entonces me pongo la mascarilla acomodando mi ropa del uniforme en la maleta y saco un espejo para mirar mi cabello. Lo acomodo. Mi cara sigue sin ser reconocible y se siente ajustado, asiento dándome ánimos y salgo corriendo disparada a la cancha. Cuando llego el entrenador ya habla a los demás y dejo mi maleta en una esquina alejada de las demás y me acerco, noto a Alana a un lado del entrenador y frunzo el ceño sin entender pero lo ignoro cuando ella se da vuelta para irse a las gradas. Cox mira la entrada con el ceño fruncido y corro despacio tras él.
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Mi pequeño chico torpe
Roman pour AdolescentsTodas las chicas, al igual que en las historias queremos tener un sexy vecino, que sea un mujeriego, Bad Boy, un dios en la cama, tan alto, tan fuerte, el chico por el que todas, de verdad, todas las chicas del instituto soñaríamos. Que sea musculos...