Noveno aniversario del triunfo sobre las fuerzas oscuras

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Él es un ex-mortífago. No es un secreto. 

La gente a su alrededor parecen recordarlo hoy más que nunca. Draco lo nota por la forma en la que estos le evitan, mirándolo de reojo como si no pudieran decidir si el rubio les da más asco, más miedo o más rabia.

Pero él decide ignorarlo: porque hoy es el aniversario del derrocamiento del monstruo que alguna vez fue su líder, y hasta él mismo se siente asqueado por su propia presencia (aunque no es como si Draco hubiera considerado a Voldemort su líder a elegir en algún punto de su vida, pero bueno, nadie se paró a preguntarle en aquel entonces si él realmente lo quería, ¿porqué habrían de preguntarle ahora?). 

Estas fechas siempre parecían devolverlo a cuando era un muchacho ojeroso y muerto de miedo. Normalmente era sencillo calmar la aplastante ansiedad que se cernía sobre sus pensamientos, puesto a que con los años y la compañía de su amada madre había aprendido a soportarla y (si era un día bueno) a ignorarla. 


Hablar de la guerra siempre había sido un tema tabú alrededor de Draco; la gente que había aprendido a perdonar y seguir adelante simplemente hacía como si la guerra nunca hubiera ocurrido al charlar con él, en un silencioso pacto de camaradería hipócrita...y el resto de ellos, bueno, Draco realmente no podía culparlos por odiarle. No cuando él sabía que había hecho tantas cosas para merecer su odio.

Así que cuando años atrás recibió una cordial invitación a la primera celebración del libramiento de las fuerzas oscuras y tres cartas anónimas que amenazaban con matarle llegaron a su despacho la misma semana, Draco se quedó en casa. 

Luego, cuando a la semana siguiente dos tipos lo atacaron saliendo del Ministerio, Draco sólo pudo quedarse tendido en los mugrosos charcos de aquel apartado callejón, sangrando, con las costillas rotas y las mejillas manchadas de mugre y lagrimas secas, retorciéndose de dolor y de impotencia hasta quedarse dormido porque sus piernas no podían dar más de dos pasos sin desplomarse. 

Y al día siguiente, cuando algún héroe desconocido decidió cargarlo en su inconsciencia hasta San Mungo y lo siguiente que supo fue que él dormitaba sobre un incómodo colchón mientras su madre irrumpía frenéticamente en el cuarto, no quiso denunciar a los agresores.

Porque el Draco de aquel tiempo creía merecerse la rabia y la violencia de aquellos dos hombres, y por eso él debía mantenerse callado.

Ocho años después, aunque estaba seguro de que habría denunciado a esos cabrones, Draco aún creía que se merecía su odio, porque la gente quizás perdone a aquellos que roban y a aquellos que mienten, pero no a quienes mataron a sus hermanos, a sus padres o a sus hijos, y Draco estuvo a punto de hacer eso, porque aunque al final no lo hizo, él lo hubiera hecho.

Porque si Weasley o aquella niña Bell estaban vivos y si al final había sido Snape quien asesinó al anciano lunático, no se debía a su nobleza, sino a la forma en la que los eventos se habían desarrollado. 

Ergo, él también había matado a los hermanos, a los padres y a los hijos de toda aquella gente que, herida por la guerra, volcaba su odio sobre él.

Y estaba bien, Draco los comprendía.

Él viviría con su odio a cuestas si eso significaba que él y su madre podrían  tener algo para comer cada día, lo valía mil veces.

Con los años había aprendido a que, fuera él o no un asesino, no podía pasarse la vida torturándose a sí mismo. Y así, había conseguido tener días buenos. Días en los que ni siquiera se acordaba de su pasado y de lo que había hecho y había sufrido (porque, Merlín, Draco había sufrido tanto...). 

Girl Crush (Harco/Drarry Fanfic)Where stories live. Discover now