SENSACIONES NOVEDOSAS

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Esta era la posición más expuesta en la que Inuyasha había estado en toda su vida. Su parte trasera se exhibía por completo, abierta e indefensa en su totalidad, y, por si fuera poco, justo frente al rostro de Koga, incluso podía sentir la respiración de este sobre el área. Sus mejillas se encendieron al imaginar la imagen del primer plano que le estaba dando, el cuadro que le presentaba ante la misma cara mostraba hasta el último detalle de su intimidad. Sin embargo, para su sorpresa, la vergüenza que le pareció sentir al principio se diluyó, no estaba incómodo por exponerse de esta manera, la sensación fue más bien liberadora, era la desinhibición total, la completa entrega de su cuerpo y su mente a los placeres carnales.

Sintió las calientes manos del lobo subiendo por la parte posterior de sus muslos hasta llegar a los glúteos para afianzarse a ellos. Con toda intención dobló la espalda y levantó las caderas a modo de invitación, abriéndose ante él sin reservas, deseoso de sentir la boca y lengua del Yokai. Este no lo hizo esperar mucho, sin prisa, recorrió todo el camino desde los testículos hasta su entrada, una vez ahí sondeo su interior con la lengua, hundiéndola y moviéndola de manera circular, sucesivamente.

Inuyasha se sacudió en un espasmo de auténtico placer, su cuerpo estaba muy sensible a causa del deseo que lo saturaba. Cerró los ojos mientras gemía angustiosamente pidiendo por más, pero contrario a lo que pedía, Koga se alejó de súbito. Temblando ante la falta de contacto elevó un quejido de protesta y volvió la cabeza hacia él.

—Lo siento Inu, pero así no es como funciona. Estamos así para darnos placer mutuo, si no lo recibo de ti tampoco te lo daré. Es lo justo ¿no crees?

Por supuesto, ya lo había entendido cuando se vio en esa posición, en realidad era bastante justo lo que le decía, el problema estaba en lograr enfocarse. ¿Cómo diablos podría hacerlo adecuadamente estando a merced de esa boca experta? Era una empresa muy improbable pero se moría por volver a sentirla, así que decidió intentar.

Bajó la cabeza y lamió seguidamente toda la longitud del miembro del Alfa esperando la reciprocidad de este. Al no recibirla intensificó el movimiento de su lengua y mordisqueó la dura carne, fue ascendiendo hasta toparse con el glande, se lo metió en la boca chupando con ímpetu, apretándolo con los labios que produjeron obscenos sonidos de succión. El vientre del lobo se estremeció y un ronco quejido brotó de su garganta, la cadena de placer había sido reactivada.

Esperando con impaciencia las caricias de su amante tembló de anticipación cuando por fin las fuertes manos le apretaron el trasero. Koga besó sus testículos con suavidad y desplazó la lengua por la suave piel, subió por el perineo, humedeciendo la zona, para comenzar a acariciarlo con los dedos de manera continua. Las descargas de placer se irradiaron por su abdomen y el ardor que atacaba su entrepierna se tornó insoportable. Lloriqueó, sin poderlo evitar, luchando por mantener el falo del lobo dentro de su boca.

Era condenadamente difícil mantener la concentración.

—No te detengas Inu, ya sabes lo que pasará—le recordó.

<<Maldito sea. >> Koga estaba en ventaja y lo sabía, no sólo por ser mucho más experimentado sino también por la posición en la que lo tenía, que le brindaba un acceso total.

—¿Es demasiado?—preguntó con su vanidosa risita. —Sólo dímelo, comprenderé si no puedes resistirlo.

Al escuchar aquello algo se removió dentro de Inuyasha, y no fue solamente el encabronamiento habitual que le causaba la petulancia del lobo. Impulsado por un morboso sentimiento de competición, tomó la resolución de no dejarse avasallar por completo esta vez. Sabía que tenía las de perder pero no rendiría tan fácilmente la batalla.

—Eres un hijo de puta engreído, pero no te la voy a poner tan fácil.

Con decisión sostuvo el pene del Yokai y se lo metió en la boca una vez más, su puño le servía de tope, así no correría el riesgo de atragantarse de nuevo. Comenzó a chupárselo a conciencia, subiendo y bajando, moviendo la lengua sin pausa y succionando la punta cada vez que llegaba arriba. Su mano dejó de estar estática y se sumó al sube y baja, presionando y masajeando todo su trayecto. Escuchó con satisfacción los jadeos entrecortados que causaba y notó como las caricias que recibía se volvían intermitentes. Después de todo, parecía que él también era capaz de desconcentrar al Alfa.

La Venganza del PerroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora