LA VENGANZA (parte 2)

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Con el miembro enfilado en el ángulo correcto Inuyasha inició un movimiento continuo, alcanzando con precisión el cúmulo de nervios en el interior del lobo y arrancándole un jadeo con cada empujón. De alguna manera sabía lo que tenía que hacer, se dejaba llevar por su bestia interna. Le había permitido tomar las riendas, cediendo ante la fuerza de un instinto tan arrollador como básico, era la primera vez que experimentaba esta necesidad que lo llevó a imponerse y ejercer dominio sobre un amante.

Sentía algo similar cuando peleaba, derrotar al enemigo no suponía simplemente una cuestión de supervivencia, una parte de él deseaba demostrar superioridad, un deseo innato, irracional, que lo instigaba a alcanzar la victoria como fuera. No tenía duda de que ambos sentimientos provenían de la misma fuente, de ese lado oscuro y animal que lo complementaba y del que obtenía todo el poder de su sangre Yokai.

Nunca tuvo la oportunidad de aprender de nadie, fue descubriendo lo que su cuerpo podía hacer a medida que crecía. Teniendo que valérselas por sí solo aprendió con rapidez, su velocidad, resistencia y sus desarrollados sentidos eran esenciales para huir y ponerse a salvo. La mayoría de los individuos con que se topaba querían dañarlo en cuanto notaban que era un Hanyo, por lo que estaba siempre alerta, con el olfato y el oído agudizados incluso mientras dormía. Cuando su cuerpo se desarrolló, adquiriendo las proporciones y la fuerza de un adulto, la agresividad vino con el cambio, dejó de ocultarse, peleándose con todo aquel que se metiera con él y matando de ser necesario. En esas peleas comprendió que era fuerte, más que la media, y que contaba con un mortífero arsenal natural, su autoestima crecía con cada victoria junto con su orgullo y no pasó mucho para que comenzara a manifestarse aquella ambición de demostrar supremacía cada vez que peleaba.

De la misma manera sintió que tenía que someter a Koga e imponer su voluntad.

Los quejidos del Alfa le indicaban que estaba golpeándolo en el lugar exacto. El grado de sensibilidad que demostraba tener en aquella área era tal, que a pesar del daño ocasionado la estimulación hacía que el placer fuera anteponiéndose al dolor. Eso era precisamente lo que Inuyasha necesitaba, vincular aquel placer a su poder dominante de Inu. Incrementó el movimiento observando el efecto que iba causando, notó el estremecimiento en el cuerpo que tenía bajo el suyo y los gemidos, que ganaban sonoridad, deleitaron sus oídos. Su bestia interna se revolvía ansiosa esperando el momento indicado, ya había sometido al lobo por la fuerza, ahora era tiempo de doblegarlo por completo.

En contra de todo pronóstico el placer tomaba protagonismo, las heridas seguían doliéndole y sus paredes internas aún ardían terriblemente, pero, por muy increíble que fuera, el constante golpeteo en su punto más sensible provocaba que el dolor y ...

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En contra de todo pronóstico el placer tomaba protagonismo, las heridas seguían doliéndole y sus paredes internas aún ardían terriblemente, pero, por muy increíble que fuera, el constante golpeteo en su punto más sensible provocaba que el dolor y el placer se solaparan. Inconscientemente Koga relajó el cuerpo, sus músculos internos se distendieron facilitando las penetraciones y haciéndolas menos abruptas, lo que causó que el nivel de dolor descendiera. Esto aumentó la placentera sensación que comenzó a extenderse por su sistema nervioso provocándole una serie de pequeños espasmos en el vientre. Sin embargo su orgullo estaba hecho tierra, y los remanentes de este, que prevalecían en su mente, recriminaban el goce que estaba sintiendo.

La Venganza del PerroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora