Capítulo 20

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—¿Vienes o qué? — dijo Uriel, visiblemente molesto.

Seguí a Rafael y Uriel, esforzándome por no perder ningún detalle de la ciudad. Observaba atentamente a mi alrededor, buscando cualquier indicio que pudiera llamar mi atención. La ausencia de movimiento en las calles resultaba de bastante ayuda, aunque también existía la posibilidad de que Mikael se encontrara oculto en algún lugar.

Seguíamos buscando pistas, atentos a cualquier señal que nos llevara hasta Mikael. Sabíamos que no podíamos bajar la guardia, ya que se trataba de un ser peligroso y traicionero. Cada esquina, cada callejón oscuro era examinado minuciosamente en busca de rastros que nos indicaran su paradero.

Aunque propuse separarnos, Uriel se negó. Rafael y yo intercambiamos un par de miradas, pero decidimos seguirlo. Nos condujo hasta una casa abandonada, y mientras nos acercábamos, metí mi mano en el bolsillo del pantalón, sintiendo el frío metal de la navaja que llevaba siempre conmigo.

Miré a mi alrededor con desconfianza, preparado para cualquier eventualidad.

La casa abandonada emanaba una sensación de desolación. Los tablones de madera crujían bajo nuestros pies mientras nos adentrábamos en su interior, siguiendo a Uriel en silencio. La penumbra envolvía cada rincón, solo interrumpida por los débiles rayos de luz que se filtraban a través de las ventanas rotas.

Observé a Rafael, quien mantenía su expresión seria y concentrada, listo para actuar en caso de necesidad.

Avanzamos por el pasillo principal, explorando habitación tras habitación en busca de alguna pista que nos llevara hasta Mikael. El aire estaba cargado de tensión, hasta que Uriel rompió aquel silencio.

—Creo que no está aquí... — Uriel se giró con intención de salir, pero nos encontrábamos bloqueando su camino.

Entrecerré los ojos mientras me daba la vuelta, preparado para salir de allí. Pero antes de que pudiera moverme, Uriel intentó atacarme con una pequeña daga. Con rapidez y destreza, atrapé su brazo, aprovechando su impulso, y lo arrojé por encima de mi cabeza.

Su cuerpo atravesó la pared de ladrillo, dejando un agujero en su paso.

Recogí la daga que había caído al suelo durante el forcejeo y la guardé en el bolsillo trasero de mi pantalón. Avancé hacia Uriel, quien emergió de entre los escombros, desorientado y mirando a su alrededor en busca de una salida.

Su mirada se encontró con la mía, y en ella pude ver el miedo reflejado.

Intentó huir, pero en un movimiento rápido, atrapé una de sus alas, evitando que pudiera volar. Sin titubear, tomé mi navaja y corté su ala. Un gemido de dolor escapó de sus labios mientras caía al suelo, incapaz de mantener el equilibrio.

—Con el Diablo no se juega sucio, Uriel — lo miré con desprecio —. No puedes ganar a alguien que inventó ese juego, hermano.

—¡Lucifer! — miré a Rafael de reojo —. No lo hagas. Zedequiel todavía no se ha reencarnado del todo. El cielo se te echará encima si matas a otro Arcángel más — vi de reojo cómo Uriel intentaba huir nuevamente.

Rápidamente, lancé la navaja, clavándosela en su pierna.

—Yo no he dicho en ningún momento que lo fuera a matar — bufé, dejando claro mi intención de no llevar las cosas a extremos mortales.

Me acerqué a Uriel, quien ahora estaba herido y adolorido. Me agaché junto a él mientras trataba de contener sus ganas de gritar. Con brusquedad, agarré el mango de la navaja y se la arranqué. Luego, sujeté su cabello negro y lo obligué a mirarme.

Luzbel ( 2° Parte ) ||En Físico||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora