Candy llegaba tarde a la oficina, apenas tuvo tiempo de llegar a su casa, darse una ducha, y vestirse rápidamente, llevaba su melena, revuelta por la noche de sexo inesperada, estaba tan mal arreglada que no tuvo otra opción más que recogerse el cabello en la nuca.
—¿Tarde? —la detuvo la voz de Terry.
—Lo siento, me he quedado sin agua caliente en la ducha —se excusó
Terry no pudo evitar sonreír al recordar lo que habían estado haciendo —recordó además el bote de desodorante de rolón con el que la había masturbado. —Ya nunca podría verlos tan sólo como pobres imitaciones de pene; ahora sabía que con imaginación se podían usar para mucho más.
La miraba sin poder apartar los ojos de ella, sonreía y era consciente de que era por él o por su excelencia, pero, al fin y al cabo, los dos vivían dentro de él. —Su cabello aún estaba húmedo, lo que le trajo el recuerdo de cómo lo había acariciado durante la ducha y cómo había deseado hacerla suya nuevamente.
Aquello se estaba convirtiendo en una enfermedad que no lo dejaba respirar ni pensar con claridad. —Candy era un virus que estaba infectando poco a poco su mente, su cuerpo y su alma, provocándole felicidad... —Se había planteado la posibilidad de decirle quién era y que sabía quién era ella, pero le daba miedo su reacción, no quería perderla, pero tenía que hacerlo.
—¿Te invito un café? —ofreció él.
—Llego tarde —sonrió ella.
—El jefe no se va a enterar —bromeó Terry.
Ella le devolvió la sonrisa —. Parecía que estaban relajados el uno en compañía del otro. Aunque todavía recordaba su reacción en el ascensor, a él le alegraba saber que incluso siendo tan sólo Terry la atraía.
—Está bien —respondió ella aceptando la invitación.
Se fueron juntos a tomar el cafe y fue agradable, Candy pensó que fuera de la oficina y, si dejaba de lado su obsesión por hacerla suya, Terry era muy agradable.
—Se te ve feliz hoy —dijo ella sin más.
Él se detuvo —Era verdad, lo estaba, y al parecer no pasaba desapercibido.
—He pasado una gran noche.
—¿Una mujer? —preguntó ella un poco molesta, ¡Diablos! —.Notó el estómago revuelto mientras esperaba la respuesta, ¿eso eran celos? No tenía derecho, lo había rechazado, le había aconsejado buscarse a otra y al parecer, él había seguido su consejo.
Terry se planteó cómo decirle que era ella, y que él era su excelencia, que era el dueño de ese local y uno de los socios de la empresa. —No sabía por dónde empezar para no espantarla, y temía que se echase a correr y lo acusara de engañarla. —Así que debía medir sus palabras si no quería perder la oportunidad de descubrir al menos qué pasaba entre ellos —si era real, si era posible...
—¡Sí! —respondió él sonriendo.
—Me alegro por ti y por ella.
—Bueno, a ella aún no se lo he dicho.
—Así que ella no sabe que puede ser la mujer de tu vida —dijo ella —¡Mmm! Interesante.
—Espero que lo descubra —respondió él.
Candy iba a abrir la boca, pero el teléfono de Terry sonó y tuvo que atender la llamada mientras le pedía un momento con un gesto de la mano.
—Sí, entiendo... Ahora mismo. No, estoy justo aquí, en el edificio. Enseguida subo.
—Lo siento, tengo que subir ya, alguien importante espera por mi.
—Claro, entiendo.
Ambos salieron con el café a medias hacia la oficina, de nuevo juntos en el ascensor, al menos ahora había más gente dentro, eso le impedía a Terry tocarla, aunque era lo que deseaba, era lo que había deseado desde que la había visto por primera vez tras la pared de cristal del club con la boca entreabierta, como si no deseara en realidad estar allí, su indecisión, y su aroma. Esa vez había acertado en su elección y no quería perderla, tal vez era hora de intentarlo de nuevo, de darse una oportunidad de ser feliz.

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Solo Tú
FanfictionTras la mas vil de las traiciones y cansado que las mujeres lo buscaran por su estatus social, Terrence se prometió que se dedicaría a disfrutar la vida, que se amaría a si mismo antes que a cualquiera, y que no permitiría que nadie mas lo lastimara...