Expediente final

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1.

Al entierro habían asistido muchas personas. Estaban todos sus amigos, reunidos en torno a la cruz que coronaba su tumba y también se hallaban presentes muchas de las personas que conoció a lo largo de su vida.

Mauricio Castellar fue una persona muy querida y dejaba un recuerdo muy agradable en la memoria de cuantos le habían conocido.

Jade empujaba la silla de ruedas donde Lorenzo se sentaba. El médico no le había dado el alta y ni tan siquiera le había dado permiso para abandonar el hospital, pero el policía no estaba dispuesto a perderse el funeral de su amigo y tomó la decisión de acudir al entierro; siempre bajo su responsabilidad, como su médico había remarcado con claridad. Una ambulancia le esperaba a la salida del cementerio para devolverle al hospital en cuanto el funeral hubiese concluido. Su herida, aunque no grave, seguía siendo bastante aparatosa. Fue un milagro que el disparo de Carlos no hubiera alcanzado ningún órgano vital. La bala había chocado contra una de las costillas del pecho, desviándose y salvando así la vida. Lorenzo le había quitado importancia alegando que no había sido para tanto, aunque todos sabían que había faltado muy poco para que fuese una desgracia.

A su alrededor se encontraban Carlos, Mat y Bernadette. Tampoco ellos querían perderse el último adiós para con esa persona que tanto había significado en sus vidas.

Nacho, el ayudante del padre Mauri, estaba visiblemente afectado. Para él, el sacerdote había sido como un padre desde que le conoció diez años atrás.

—Era una buena persona —dijo —. Nunca superó la muerte de su nieto y ahora podrá descansar junto a él.

Jade asintió. También ella albergaba la esperanza de que en el más allá, Mauricio pudiera volver a reencontrarse con su nietecito. Por lo menos ahora todos ellos tenían la certeza de que tras la muerte algo les esperaba. Quizá un cielo o un infierno, tal como las religiones explicaban o tal vez otra cosa muy distinta a lo imaginado, pero estaban completamente convencidos de que la muerte no era el final del camino.

En cuanto la ceremonia finalizó, Jade volvió a empujar la silla de ruedas en dirección a la ambulancia que les aguardaba. Los demás les seguían silenciosos.

—¿Has pensado en que hacer en cuanto salgas del hospital, Lorenzo? —Le preguntó Carlos. Sabía que su amigo dudaba en seguir en el cuerpo de policía.

—En principio me tomaré unas vacaciones. Unas largas vacaciones. Después ya pensaré que hacer. ¿Y tú, Carlos?

—Voy a dejar la policía —dijo el joven —. Mat, Det y yo hemos decidido fundar una empresa por nuestra cuenta.

—¿Una empresa? ¿De qué tipo?

—Algo muy parecido a lo que hacemos en estos momentos —explicó Mat —, pero con la particularidad de poder elegir nosotros mismos nuestros propios expedientes. Si estás cansado de servir para el orden público, podríamos hacerte un hueco en la empresa. Una persona tan dotada como tú siempre es bienvenida.

Lorenzo dijo que se lo pensaría. De momento no quería volver a oír nada sobre fantasmas, ni fenómenos paranormales. Quizás dentro de un año, tal vez cuando cediesen los dolorosos recuerdos, entonces podría planteárselo.

—En cuanto le den de alta a Lorenzo, tenemos pensado hacer un viaje —dijo Jade.

—¿Dónde pensáis ir? —Preguntó Carlos.

—A un pequeño pueblecito de Andalucía. Lorenzo tiene una herencia que recuperar y hemos decidido hacernos cargo de la casa que antaño fue de sus padres.

—¿La boda para cuando? —Preguntó Mat con una sonrisa.

—No os preocupéis, cuando lo decidamos seréis los primeros en saberlo —sonrió a su vez Jade.

Se despidieron junto a la ambulancia. Sabían que de momento sus caminos se separaban, pero estaban seguros de volver a reencontrarse.

Una vez hubieron instalado la silla de ruedas en la ambulancia y el conductor hubo arrancado, Lorenzo tomó la mano de Jade.

—No creía que hubieras pensado en el matrimonio.

—¿Por qué no iba a hacerlo? ¿Acaso no he encontrado al hombre más maravilloso del mundo?

—Yo sí que he tenido suerte. Aparte de bruja, también eres una enfermera excepcional.

—Hay que valer para todo —sonrió Jade, besándole en los labios —. No me digas que no has sentido algo de envidia cuando Carlos te habló sobre esa nueva empresa que van a formar.

—¿Envidia? No. Sería estupendo trabajar con ellos de nuevo, pero...

—Tienes miedo de que ese ser vuelva a aparecer, ¿verdad?

—Estuve a punto de morir por su culpa, Natalia. Es normal sentir cierta aprehensión. No ha vuelto a aparecerse desde entonces, pero nunca se sabe.

—Tienes razón. Yo siento exactamente lo mismo que tú.

2.

Habían pasado seis meses desde el funeral del padre Mauri. Lorenzo y Jade vivían juntos en una pequeña casita rodeada de centenarios olivos y con vistas al río Guadalquivir. Disfrutaban de unas merecidas vacaciones que no pensaban interrumpir por el momento. Su boda había sido aplazada hasta que volviesen de nuevo a Madrid o a donde el destino quisiera llevarlos.

Por las tardes, cuando regresaban de sus largos paseos, se refugiaban tras los muros de piedra de la casa que había visto nacer a Lorenzo. El silencio entonces se volvía el centro de su universo. Un silencio tan solo quebrado por el canto lejano de cientos de grillos y chicharras. Pero aquel día, otro sonido vino a perturbar la paz de la pareja. El teléfono móvil de Lorenzo sonó como un mal presagio.

Lorenzo miró a los ojos a Natalia, ya nunca la llamaba por el nombre de Jade, y descolgó el aparato.

—¿Eres tú, Lorenzo? —Escuchó una voz que reconoció al instante como la de su antiguo compañero.

—Soy yo, Carlos. ¿Ocurre algo?

Algo debía de ocurrir para que Carlos Lozano se pusiera en contacto con ellos, aun sabiendo que deseaban estar solos. Algo grave.

—¿Ocurrir? —Dudó el joven —. Pues sí, ha ocurrido algo y me temo que necesitaremos de vuestra ayuda.

Lorenzo frunció el ceño. Aquella llamada la había temido durante mucho tiempo y ahora se hacía realidad.

—¿Qué ha sucedido? —Preguntó resignado.

—Es largo de contar, pero trataré de explicarme. Algo ha ocurrido mientras trabajábamos en el último caso que hemos aceptado. Algo que nos ha llegado a preocupar.

—¿Y qué ha sido eso?

—Durante la grabación de una psicofonía, pronunciaron tu nombre, Lorenzo...

—Pudo tratarse de una casualidad.

—No. No ha sido una casualidad. Se refería a ti. La voz que grabamos era la del padre Mauri, estamos seguros de ello y...

—¿Mauricio? ¿Habéis contactado con él? —Preguntó Lorenzo asombrado.

—Efectivamente. Era su voz. La reconocería en cualquier parte.

—¿Y puede saberse que decía?

—Dijo exactamente: «Él ha vuelto. Lorenzo está en peligro...». Se escuchan otras voces y más palabras pero no hemos conseguido descifrarlas.

Lorenzo se quedó en silencio durante unos segundos, luego miró a Natalia, que lo había escuchado todo, pues había activado el altavoz del teléfono y ella tan solo asintió.

—¿Dónde estáis? —Preguntó Lorenzo.

—Eso es lo gracioso. No vas a creerte donde estamos...

—Prueba...

—Estamos en el 112 de Ocean Avenue... ¡Estamos en Amityville!

—¡No jodas!


FIN



Madrid. 5 de agosto del 2019.

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⏰ Última actualización: Aug 05, 2019 ⏰

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Los expedientes secretos. (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora