"Tuve mi primera experiencia sexual con una mujer justo hace un año. Había estado en tríos antes, pero nunca a solas con una chava. Me encantó olvidarme del arco de placer masculino (excitación, orgasmo, ronquidos) y entregarme al placer en oleadas que es estar con una mujer. Después me acosté con más chavas y terminé enamorándome de una mujer encantadora. Estuvimos juntas poco tiempo (ella vive en otro país), pero seguimos en contacto. Amarla fue una de las mejores decisiones de mi vida. El sexo lésbico me responsabiliza, me vuelve más creativa, me empodera. Acostarme con una mujer es como verme en el espejo: se me confunden el reverso y el anverso, es posible intercambiar los roles o deshacerse de ellos por completo. Esa primera noche con una mujer me cimbró, me obligó a cuestionar mi sexualidad. Me hizo darme cuenta de que en la ciudad ultra católica y ultra provinciana donde me críe no había espacio para pensar en otras formas de afectividad que no estuvieran heteronormadas. Sigo en eso, revisando mis archivos, desechando prejuicios y preconcepciones, preparándome para presentarme públicamente como una mujer queer".