Cada mañana se resignaba a arrastrarse por los pasillos del instituto como alma en pena. Ese día soportó las tres largas horas apoltronado en un pupitre desvencijado, mirando el reloj cada pocos minutos.
Cuando llegó el descanso, se demoró en recoger sus materiales, algo que nunca solía hacer porque siempre evitaba toparse con Hyunjin y sus amigos, así que era el primero en salir del aula. El problema era que en esos momentos poseía algo importante. Llevaba un anillo que no le pertenecía a él, sino al chico del que se enamoró en cuanto conoció.
En realidad, había muchas posibilidades de que ese anillo no fuera tan valioso para el contrario como pensaba. Al fin y al cabo no había vuelto a por él, pero algo en su interior le decía que, pese a todo, él nunca se lo quitaría.
Salió al exterior y pronto vio al grupo de amigos. Algunos estaban de pie, pero tanto Hyunjin como Seungmin estaban sentados en las escaleras. Todos tenían una sonrisa en los labios, como si hubieran estado riéndose de algo y estuvieran recordándolo.
Hyunjin ni siquiera parecía haber notado el vacío en su dedo índice.
Caminó hacia ellos, pero en el último momento se arrepintió y dio media vuelta mientras apretaba el anillo en la palma de su mano. Solo paró cuando empezó a hacerle daño.
Su respiración estaba agitada por lo que había estado a punto de hacer. No podía creerse lo poco que le había faltado para irrumpir en medio del grupo después de tantos meses.
Cerró los ojos y se dirigió hacia su lugar. Por lo menos sabía que, si algo fallaba en su vida, tenía un refugio en el que resguardarse.
Ya allí, se volvió a encerrar en la misma sala de siempre. No mentiría si dijera que había entrado alguna vez a alguna de las otras habitaciones, pero ninguna le había dado la seguridad que le había proporcionado la suya. De modo que siempre terminaba en el mismo sitio.
Le dio vueltas al objeto de metal entre sus dedos y apoyó los codos en las rodillas. Hundió los hombros y, tras agachar la cabeza, cerró los ojos.
—Eres estúpido, eres estúpido —se dijo.
Así terminó tres veces más esa semana. Apretando los ojos y repitiéndose esas dos palabras en bucle.
Hyunjin nunca se acercó a Jeongin para preguntarle por el anillo, y al pequeño empezaba a afectarle. Por alguna extraña razón, había puesto todas sus ilusiones en ese hipotético encuentro.
Se había colocado el anillo en un collar para llevarlo siempre con él y no perderlo. No obstante, sentirlo siempre sobre su pecho hacía que se pasara el día pensando en el mayor, y toda la historia volvía a su mente. La felicidad antes de la confesión, y después de esta el rechazo de sus padres, de Hyunjin y del mundo, que lo había terminado por aislar.
Quería desprenderse de él porque le hacía pensar demasiado, sentir demasiado.
Casi no fue a casa durante ese periodo de tiempo en el que estaba más sensible. Era un chico fuerte y soportaba bastante bien las pocas conversaciones que le dirigían sus padres, que le hablaban solo cuando era necesario, pero no en momentos en los que tenía la guardia baja. Con sus hermanos tampoco se relacionaba mucho, pero no era lo mismo.
En realidad, Jeongin deseaba cumplir la mayoría de edad para encontrar un trabajo y reformar ese pequeño cuchitril. Tenía pensado irse a vivir allí en cuanto tuviera ocasión.
Pero de momento tenía que apañarse con el presente que estaba viviendo. Y debía empezar por darle ese anillo que colgaba de su cuello a Hyunjin por segunda vez en su vida.
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I Smile [Hyunin]
FanfictionJeongin necesitaba un refugio, y no necesariamente debía ser un lugar. --- -Actualizado-