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~Un año atrás~

—Hay algo que me gustaría que supierais —dijo Jeongin al sentarse a la hora de la cena. Su madre se estaba llevando la comida a la boca, pero dejó los palillos en la mesa y observó a su hijo—. Me gustan los chicos.

Le había estado dando vueltas a cómo sacarlo a la luz. Desde un principio fue consciente de que nadie de su familia se lo tomaría bien; sin embargo, nunca se esperó el silencio que acompañó a su inocente declaración.

Sus dos hermanos se quedaron con la boca abierta y el ceño ligeramente fruncido mientras que su padre había abierto los ojos más de lo normal. Su madre, tras asimilar las palabras de su hijo mediano, le dio la primera reacción.

—Perdona, ¿puedes repetirlo?

Jeongin se quedó callado, demasiado acobardado.

—Yang Jeongin, obedece cuando te hablan —le dijo su padre.

—Me... Me gustan los chicos —repitió con la voz entrecortada.

—Los chicos. Dices que te gustan los chicos. ¿Y se puede saber por qué piensas eso? —interrogó su madre.

El muchacho no tenía una respuesta clara.

—Eh... ¿por qué te gustan a ti? —preguntó.

No sabía cómo explicarlo, porque, al igual que a ella, le habían gustado toda su vida. Lo había aceptado un año atrás, tras superar el rechazo que le había provocado siempre. Pero era en esos momentos cuando se había dado cuenta de que debía aceptarse tal y como era, y de que, además, era momento de que todo su círculo cercano lo hiciera también.

Comenzando por lo más difícil.

—Chicos, salid de la habitación —les ordenó la mujer a los hermanos de Jeongin.

Nunca habían hecho caso tan deprisa, pero esa vez se fueron casi a la carrera. No querían presenciar lo que estaba por suceder.

Ambas figuras paternas se levantaron, pero fue el padre el que se acercó lo suficiente a su hijo como para girarle la cara de una bofetada.

—No quiero volver a escucharte decir eso en tu vida.

—Pero...

No sabía qué iba a decir a continuación, pero tampoco le permitieron pensarlo.

—En tu vida. De lo contrario, no volverás a pisar esta casa.

Jeongin contuvo las lágrimas lo mejor que pudo. Había reunido el coraje para decir lo que era y le había costado mucho esfuerzo, no se iba a echar atrás, por mucho que doliera.

—Algún día tendréis que aceptar quién soy.

—Lo aceptamos el día que naciste.

—Soy gay desde entonces.

Su madre abrió la boca por la sorpresa y su padre no tuvo reparo en volver a golpearle.

Nunca antes le habían pegado. Quizá porque no había dado motivos, quizá porque llamaba poco la atención entre sus hermanos. Por un corto instante pensó que se merecía eso, que lo que sentía no era lo correcto y que solo intentaban hacerle entrar en razón, hasta que se obligó a mantener la mente fría pese a todo.

—Nosotros no tenemos un hijo gay —dijo su padre.

Una lágrima rodó por la mejilla del chico, que esquivó otro golpe por parte de su padre.

—Entonces no tenéis hijo.

Le dolió pronunciar esas palabras en lo más profundo de su corazón.

Entre todo ese jaleo, solo pudo pensar en resguardarse cerca de una persona.

Por esa razón, Jeongin salió de su casa con la camiseta y los vaqueros con los que había ido esa mañana al instituto, sin preocuparse por si llevaba un abrigo.

El frío azotó su rostro, pero ni se inmutó. Sentía demasiado frío dentro como para notarlo por fuera.

Una vez se presentó frente a la casa de su mejor amigo, tocó al timbre dos veces seguidas y cruzó los brazos a la espalda. Todavía lloraba y no había forma de remediarlo.

Hyunjin abrió la puerta, encontrándoselo en ese estado tan vergonzoso para el pequeño. Se conocían desde hacía años, desde que Jeongin llegó al instituto y Hyunjin se acercó a él durante el descanso tras verlo solo. No iban al mismo curso, pero nada de eso les importó cuando vieron que sus personalidades congeniaban tanto. Y pese a eso, pese a conocerse desde hacía años, Hyunjin nunca había visto a Jeongin llorar.

—Eh, pequeño, pasa, vamos a mi habitación. Debes estar muriéndote de frío.

El aludido negó con la cabeza y se secó las lágrimas con la manga de la camiseta. Hyunjin le sujetó la cara y se quedó observando su mejilla, enrojecida por los golpes.

—¿Qué ha pasado?

Deseaba estar entre los brazos del mayor, dejar que lo presionara con todas sus fuerzas contra su cuerpo. Solo necesitaba un poco de cariño.

Pero se quedó de pie, erguido sobre sus pequeños pies, temblando.

—Les... Les he contado a mis padres que soy...

Hyunjin frunció el ceño y se frotó los brazos para entrar en calor.

—Que eres... —presionó.

Intentaba averiguar qué le pasaba a su amigo, porque le rompía el corazón verlo tan frágil y asustado.

—Homosexual. Les he contado que soy homosexual.

Jeongin tuvo que hacer frente al segundo silencio de la noche. Trató de aparentar que no continuaba llorando, pero otra lágrima le delató. Fue entonces cuando Hyunjin sacudió la cabeza, incrédulo.

—Qué va. No lo eres.

El menor guardó silencio.

—Eso no es correcto. No lo eres, I.N, quizá solo te has confundido un poco. Venga, entra y cena conmigo.

Le quitó la mano de su brazo cuando Hyunjin fue a guiarlo hacia el interior de la casa. Se veía enfadado, pero solo estaba dolido.

—Jeongin...

—¿Que no es correcto?

—No, claro que no. No está bien.

Frunció el ceño.

—Conmigo no tienes que disimular, Jinnie. Yo ya sé que eres gay.

—Tú estás loco —dijo, dando un paso atrás, apretando los labios.

Jeongin suspiró.

—Ojalá lo aceptaras. Necesito que me dejes quererte.

—No puedes sentir eso por mí. Te estás equivocando.

Hyunjin parecía estar entre horrorizado y asustado.

—Vete —le dijo entonces.

El pequeño miró hacia el interior de la casa y luego a su mejor amigo.

—¿No... No puedo quedarme? No quiero volver a casa después de lo que ha pasado y pensé que...

—No —dijo—. No.

Y le cerró la puerta en las narices, saliendo de su vida con la misma rapidez con la que entró.

Jeongin se quedó ahí plantado unos minutos más, temblando y llorando. Podía escuchar su propia respiración acelerada con suma claridad. Conservaba la esperanza de que Hyunjin se arrepintiera, se diera cuenta de lo importante que era para él y volviera en su busca. Pero eso no pasó, y Jeongin terminó aceptándolo.

No tenía muchos más amigos, y la verdad era que después de lo que había pasado, no iba a aguantar más rechazos, así que debía pensar bien dónde pasaría las noches hasta que todo se calmara en casa.

Esa fue la segunda vez que el joven Jeongin pisó el bajo oscuro.

I Smile [Hyunin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora