Ángela
Estaba de los nervios. Me iba a Irlanda para el próximo año escolar. ¡Un año entero sin aguantar a mis estúpidos hermanos! Pero no me malinterpretéis, yo les quiero mucho menos cuando se ponen muy pesados. Si se ponen muy pesados son la mar de insoportables, dios. Además, son dos. Si fuera uno solo a lo mejor no daría tanta guerra. Pero no, mi madre tuvo que quedarse embarazada de gemelos.
Álvaro y Diego, de 14 años, y más altos que yo. Eso me fastidiaba bastante, porque yo antes era mucho más alta. Pero nada, a ellos les dio por dar el estirón y superar mi metro setenta y cinco. Asquerosos. Los dos eran clavados, pero yo los podía distinguir fácil. La gente se impresionaba cuando sabía quién era quién. No lo sé, a lo mejor tiene algo que ver el que sea su hermana. Los dos eran rubios, morenos de piel y de ojos castaños. La gente decía que también se parecían mucho a mí, aunque yo no lo veía tanto. Lo único que teníamos igual era el pelo rubio. Puede que también el porte. Pero yo era más blanca de piel y tenía los ojos azules, heredados de mi madre.
Me parecía mucho a mi madre. Ella tenía el pelo castaño claro, la piel pálida y unos ojos azules que quitaban el hipo. Ella y mi padre se conocieron en París, cuando mi padre fue de Erasmus en cuarto de carrera. Mi madre era francesa, pero se enamoraron y se vino con mi padre a Valladolid. Lo que hace el amor, ¿eh?
Lo único que haría yo por amor es compartir mi comida, y por ahora sólo lo hago con Laura, mi idiota preferida. Me cantó las cuarenta cuando le dije que le abandonaba un año, pero consiguió convencer a sus padres que el segundo trimestre vendría a visitarme, y de paso a ver si colaba y se quedaba ella también. Lo lleva claro, pero si cuela, cuela.
- ¡Ángela! - me gritó mi hermano Diego desde abajo.
- ¿Qué pasa?
- ¡Ha llegado Laura!
- ¡Dile que suba! - grité de vuelta.
Enseguida escuché la voz de mi mejor amiga saludando al personal, y luego unos pasos que subían por la escalera. Cerré la maleta comprobando por enésima vez que no se me había olvidado nada. Es igual, luego mi madre me preguntaría todo lo que tenfría que coger y seguramente habré olvidado la mitad. Laura apareció en el marco de la puerta.
- Petarda - me llamó.
Puse los ojos en blanco y caminé hacia ella.
- Hola a tí también, guapa - dije lanzándole un beso.
Ella puso morros e hizo como si atrapara el beso y se lo ponía en los labios. Aunque no era algo que no hubiéramos hecho ya antes. A ver, no me malinterpretéis, no era del otro barrio. Sólo que llevábamos unos chupitos de más y ocurrió. Desde entonces, hay veces que los picos de divas como nosotras no se nos hacen raros. No son muy frecuentes, eh. Ah, y yo no tengo nada en contra de los homosexuales, que lo sepáis. De hecho tengo una amiga que es lesbiana y un amigo gay. Y son unas personas enormes.
- ¿Ya lo tienes todo? - me preguntó Laura sacándome de mis pensamientos.
- Eso creo yo, pero luego vendrá mi madre y descubriréque no he metido ni la mitad - me encogí de hombros.
Laura se echó a reír y sacó un papel doblado del bolsillo de sus shorts.
- No te preocupes por eso, al llegar tu madre me ha dado esta lista para comprobar que lo lleves todo.
Abrí la boca para decir algo, pero no me salió nada más que una carcajada. Cómo piena mi madre. Laura empezó a recitar cosas y para mi sorpresa sólo me había olvidado del adaptador, el cepillo de dientes, el líquido de las lentillas, el pantalón de chándal y las chancletas. Mi madre se aseguró que también metía mi sudadera de Nash Grier. Laura y yo casi nos echamos a llorar por eso. Dios, cómo la echaré de menos.

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Do we wanna know?
HumorNo sé yo si quiero saber cómo llegasteis a esto, pero... ¿qué más da? ¡A divertirse!