III

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Jeongguk se despidió de Jimin con una mueca que tenía intención de ser sonrisa, más de agradecimiento que de felicidad. Pero no era necesario, el rubio ya lo conocía y sabía encontrar aquel "gracias" implícito en su mirada, perdido entre el dolor y el leve color rojizo que cubría aquellos ojos.

Entró a su hogar, cansado de haber llorado toda la tarde. Sus ojos dolían. Dejó su mochila en la única silla de la cocina, para irse al pequeño baño y tomar una rápida ducha.

Se permitió usar más agua de lo usual para intentar relajarse, pero ni el chorro de agua que caía con violencia en su espalda hizo que su cabeza quedase en blanco. Por lo menos esta no pensaba en el problema en sí, sino en la tarde que había pasado con Jimin. Agradeció la comprensión de su amigo al dejar que llorase sin tener que contarle el problema. Aunque debió hacerlo, se reprendió a si mismo. Necesitaba sacar todos sus pensamientos, porque no hacían más que volverse más fuertes con el paso de los días. El progresivo alejamiento entre Taehyung y él tampoco ayudaba en absoluto, aunque tampoco lo haría el estar cerca de él. No había solución ni salida que no doliese, concluyó con profunda tristeza entre tantos pensamientos.

Recordó que no había prendido su celular y que, seguramente, Taehyung estaría llamándolo, preocupado. Jeongguk le mandaba un mensaje apenas llegaba a su casa, para avisarle que había llegado bien. Luego Taehyung lo llamaría y hablarían sobre cómo les había ido, la mayoría de veces acordando encontrarse en el parque cercano a la casa del azabache.

Suspiró de nuevo, esparciendo el shampoo en su cabeza con cierta violencia. Qué patético necesitar que su enamorado lo llame por no tener ni saldo o internet...

Empezó a divagar entre recuerdos. Cuando conoció a Taehyung en la calle, mientras este fotografiaba las pinturas de un artista que se encontraba vendiendo sus cuadros.

Jeongguk también se había detenido a contemplar dichas obras de arte con admiración; luego fue la cámara, evidentemente profesional, lo que captó su atención. Pero al final sus ojos se posaron en el hermoso chico que la portaba.

Sonrió con dulzura, al sentir el recuerdo tan vívido. Cómo los ojos de Taehyung se habían encontrado con los suyos y cómo el pelirrojo le preguntó si le gustaba la fotografía, ingenuamente deduciendo que la mirada iba dirigida a la cámara. Aunque no había necesidad de mentir, ya que a Jeongguk sí le interesaba y le confesó no saber pero sí querer hacerlo. Luego de eso se enfrascaron en una conversación y decidieron recorrer el parque que estaba cerca, parando cada cierto tiempo porque Taehyung estaba decidido en fotografiar varios escenarios, mostrándole luego las tomas a Jeongguk. Él quedaba impresionado, sin entender si acaso era la costosa cámara lo que hacía todo tan hermoso o eran sus ojos los que no podían captar la belleza de las cosas a simple vista.

Jamás lo entendió. A pesar de aquello, sí comprendió dos cosas con el pasar del tiempo y al conocer más a aquel pelirrojo (ahora peliazul):

1. Tanto en la cámara de baja calidad de su celular como a sus ojos, Taehyung se veía hermoso.

2. En realidad las fotos tenían una gran limitación, porque ni la cámara de Taehyung lograba captar la verdadera belleza que se escondía en él, mucho más allá de aquella hermosa sonrisa cuadrada y de todo físico. Estuvo tan de acuerdo con aquella frase sacada de El principito; lo esencial era realmente invisible para los ojos.

Su corazón latió con emoción, un repentino deseo de ir a la casa de Taehyung, abrazarlo y decirle cuánto lo ama lo invadió como una sacudida. Cerró los ojos, transportándose a otro mundo, reviviendo cada momento con aquel chico que terminó pidiéndole ser su enamorado. Jeongguk sonrió, sintiéndose realmente afortunado y agradecido por poder estar a su lado, poder estar en su vida.

Y mientras volaba al cerrar los ojos, con una pequeña sonrisa en los labios, una voz pinchó el globo que lo alejaba del suelo.

Y esos momentos volvían; se acumulaban como un tumor entre tanta paz...

Recordó, entonces, cuando Taehyung le dijo que lo siguiera en Instagram, donde publicaba sus fotos, y él solo pudo bajar la mirada, avergonzado, al no saber muy bien qué era Instagram pero decir que no podía porque no tenía internet...

O cuando Taehyung, sin conocer su situación, le decía a Jeongguk para ir a comer pero él no podía aceptar porque no sabía cómo decirle que no tenía suficiente dinero...

Y aquellas veces en las que Taehyung le preguntaba qué estaba estudiando y él —mierda, él se sentía tan triste en esos momentos. No podía hacer más que evadir las preguntas porque no quería, él no quería que Taehyung se enterase de su situación económica y que no podía pagarse algún instituto ni academia para prepararse para postular a alguna universidad gratuita.

Y cuando decidían encontrarse Taehyung siempre iba con su propio carro y Jeongguk suspiraba, sabiendo que él siempre debía ir a pie o tomar el transporte público.

Y no faltaban aquellos detalles diarios que antes pasaban desapercibidos a sus ojos y ahora eran tan dolorosamente evidentes; porque Jeongguk ya no podía ignorar ni evitar contrastar su ropa con la de Taehyung. Las marcas, que antes realmente carecían de importancia, ahora parecían acusar a Jeongguk de don nadie cada vez que veía la vestimenta de su enamorado. La diferencia entre sus viviendas, las veces en las que Taehyung le insistió en ir a su casa y todas las veces que tuvo que decirle que no porque —cómo podría mostrarle aquel departamento que apenas podía llamarle casa, cómo, si Taehyung vivía en casi una maldita mansión, si Taehyung tenía un carro, si Taehyung vestía prendas caras, si Taehyung siempre podía invitarlo a comer, si Taehyung tenía todo y Jeongguk, él no tenía absolutamente nada y qué mierda hacía con Taehyung, por qué sigue con él, qué de bueno le puede dar. Taehyung...

Taehyung merecía la luna y Jeongguk jamás podría comprar ni una estrella.

Mereces más. | kth & jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora