VII

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El timbre sonó.

Jeongguk suspiró, caminando perezosamente hacia la entrada, arrastrando los pies.

No le importó encontrarse en pijama y con el pelo hecho un desastre. Apenas acababa de levantarse y, al no ver a Jimin en el colchón, supuso que había salido temprano a comprar pan o algo así.

Abrió la puerta, con los ojos achinados y apenas abiertos, demasiado somnoliento como para subir su cabeza. Apenas veía los bonitos zapatos que se encontraban del otro lado de la puerta.

Con los mismos movimientos pesados, se dio la vuelta.

— ¿Fuiste a comprar el pan? —Habló mientras bostezaba.

— Quizá deberías ir mientras hablo con él, Jimin. Y también traes café, por favor, a ver si así este chico despierta por fin.

¿Qué?

La voz lo despabiló en segundos. Se congeló. No volteó, pensó que estaba soñando. Estaba a punto de pellizcarse para comprobarlo, pero no hacía falta; una mano volteándolo hizo que se diera cuenta de que no, no era un sueño. Taehyung estaba ahí.

Sus ojos, antes achinados, ahora eran casi dos círculos mirándolo en total shock. Lo repasó con la mirada una, dos, tres veces. Palpó sus brazos, su cintura, su espalda, su cara. Oh Dios mío, es él, es real.

— Veo que extrañabas tocarme.

Jeongguk vio la sonrisa pícara en la cara contraria y su rostro se prendió en el rojo más intenso que Jimin había visto jamás. Porque el rubio no pensaba ir a comprar el pan y perderse de lo que se venía, claro está.

— T-Tú... Qué... Qué haces...

Taehyung sonrió sin quitarle los ojos de encima. — Después le agradeces a tu amigo, que te ahorró todo el trabajo de explicarme todo.

Jeongguk lo miró confundido. — ¿Explicar qué...?

— Parece que de verdad vamos a necesitar el café.

— Mejor es un chorro de agua.

— No, Jiminnie. No le gusta que otros le echen agua en la cara, siente que se ahoga.

Jimin rodó los ojos, quejándose por lo bajo.

— Tae, ¿qué...?

— Jeongguk, anda a lavarte la cara para que despiertes. Debemos hablar —pidió tranquilo, mientras pasaba sus pulgares por los ojos contrarios, quitando las legañas que se encontraban ahí.

El azabache asintió, obedeciendo. Cuando el agua golpeó su rostro, espabiló por completo.

Taehyung estaba en su departamento.

Taehyung.

Departamento.

Se miró al espejo.

Su pijama.

Su pelo.

Sus ojos.

Su departamento.

Taehyung.

Jeongguk quería morirse.



Mientras Jeongguk entraba en pánico en el baño, Taehyung estaba sentado en el sillón de la sala, sus ojos recorriendo cada rincón con curiosidad. Por fin entraba a la famosa casa de Jeongguk, a la cual el jamás quiso dejarle entrar.

Paseó su mirada por los pocos cuadros que habían, donde se mostraba a un pequeño azabache al lado de dos señores. Taehyung supuso que se trataba de Jeongguk con sus padres. Esbozó una sonrisa dulce.

Claro que lo era, pensó. Esa sonrisa de conejito era inconfundible.

— Jeongguk tenía razón cuando dijo que eras hermoso.

Volteó a ver a Jimin con una sonrisa tímida.

— Jeongguk tenía razón cuando dijo que eras tierno.

— ¿Te habló de mí? —preguntó Jimin, sorprendido.

Taehyung asintió. — ¿Cómo no lo haría? Eres su mejor amigo.

Jimin sonrió. No pensó jamás en que Jeongguk le hablara a Taehyung sobre él...

— También decía que eras muy bajito.

— No vuelvo a hacerle un favor en mi vida.



Jeongguk volvió a la sala con una sonrisa nerviosa, con sus cinco sentidos despiertos y presa del pánico.

— Tae, creo que es mejor que hablemos en otro lado, ¿sí?

El ahora castaño frunció el ceño, sabiendo el motivo detrás de esas palabras.

— No. Aquí estamos bien —afirmó.

El azabache miró a Jimin en busca de ayuda. El rubio lo miró mal y le sacó el dedo medio.

"Ja, por decirme bajito"

Jeongguk volteó a ver a Taehyung de nuevo, suplicándole con la mirada.

Pero Taehyung estaba dispuesto a destruir cada maldito pensamiento que los había separado meses atrás y que ahora quería sacarlo de su casa.

— No, Jeongguk. Vamos a hablar aquí y ahora. Sin más mentiras de por medio.

Mereces más. | kth & jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora