Epílogo

1.5K 135 16
                                    




Taehyung se encontraba en la cocina, preparando una taza de café y otra de leche. El pan se encontraba en la bolsa de tela sobre la mesa. Tarareaba una canción mientras colocaba las cucharitas de azúcar. Los sábados en la mañana eran sus días favoritos, podía estar con su enamorado todo un día entero. Amanecer e irse a dormir a su lado era lo más bonito de su semana.

— ¡Jeongguk, el desayuno! —alzó la voz.

Lo siguiente que escuchaba era un flojo "Ya" proveniente de la habitación. Luego escuchaba las pantuflas siendo arrastradas por toda la casa hasta llegar a la cocina. La parte favorita de Taehyung era sentir aquellos labios en su hombro con esa voz ronca murmurando un "Buenos días, amor" apenas entendible.

— Buenos días —sonrió—. Anda a lavarte la cara. ¿Cómo haces para despertar cuando tienes que trabajar?

Escuchó otro murmullo que no logró descifrar. La cabeza de Jeongguk dejó de reposar en el hombro de Tae, para acercarse más y robarle un pequeño beso y una risa. Se apartó, abandonando la sala con movimientos perezosos.



— En la tarde repasaremos literatura e historia.

El azabache asintió. — Leí los libros que me dejaste la semana pasada, pero hay cosas que no entendí.

— Hoy las veremos entonces.

Jeongguk sonrió con cierta culpa. — Oye, amor.

Él alzó la vista. — ¿Sí?

— Gracias. Por todo.

Taehyung se sonrojó por la profunda mirada que Jeongguk le estaba dirigiendo.

— Agradéceme de otra forma.

El azabache levantó una ceja. — ¿Qué puedo darte?

El castaño se acercó a él hasta poder sentir la respiración contraria chocar con la suya. Lo miró con ojos grandes, inocentes.

— ¿Un beso?

El menor esbozó la más dulce sonrisa ante la bonita petición.

— Todos los que quieras, pequeño.

Habían acordado jamás volver a darse regalos materiales por sus cumpleaños o fechas importantes porque —¿para qué? ¿De qué les servía dar algo que el otro podría simplemente conseguir en cualquier tienda? Claro que habían ciertas excepciones y que los regalos comprados portaban, muchas veces, sentimientos; pero aquella volvió su regla de oro y secreto de muchas alegrías.

Decidieron ir por regalos hechos con el corazón y no comprados con dinero. Taehyung amaba guardar las cartas que Jeongguk le dejaba en su casa. Jeongguk tenía en su cuarto un folder con las fotografías que su Tae le regalaba. El último regalo material dado, sin embargo, fue aquel hermoso anillo que había sido comprado desde antes de establecer dicha regla para el cumpleaños del castaño, y Taehyung siempre lo llevaba puesto. No era el más caro de todos los que siempre solía llevar, pero realmente nada le importaba al chico. Su mano izquierda no llevó nunca otros anillos más que aquel aro dorado. Era el más simple y el más hermoso a ojos de Taehyung. Pero el significado que portaba era el que lo diferenciaba de otros, siempre.

Apenas salían ya a comer a restaurantes. Ambos estaban de acuerdo en que daba igual dónde comían, así que terminaban yendo a algún puesto de la calle donde vendían anticuchos o salchipapas, y se sentaban en alguna banca que encontraran por ahí.

Cuando Taehyung empezó a ayudar a Jeongguk a prepararse para un concurso de becas en un instituto de comunicaciones —carrera que le interesó al azabache y tenía, por fortuna, un gran campo laboral en el país—, temió que Jeongguk no quisiera seguir con él en algún momento pero aun así lo haga por obligación, y lo que menos quería el castaño era atarlo. Esta vez fue Jeongguk quien lo tranquilizó. Cualquier problema lo solucionarían en ese momento, pero, ¿por qué vivir pensando en el futuro o en millones de problemas que podrían surgir?

Hoy por hoy, sus cabezas se enfocaban más en el presente. Disfrutaban de cada segundo juntos, sin preocuparse realmente por lo que podría pasar después.

Los sueños seguían ahí. Era inevitable para Jeongguk ver a Taehyung y no pensar en que, sí, deseaba que aquel hombre fuera su eterno compañero de vida. Taehyung a veces sonreía tontamente al imaginar a Jeongguk vestido de negro en el altar.

Se permitían trazarse planes sin que estos los agobiaran en el presente. Podían tocar las nubes con los dedos y mantener los pies en la tierra.

Jeongguk entendió que no tenía que ser todo perfecto para ser felices, que los problemas y errores seguirían ahí y era parte del todo. Que, por el contrario, imaginarse los peores escenarios y matar toda luz de esperanza no era ser realista. Que no había blanco o negro, que la felicidad debía encontrarla en aquel punto medio.

Comprendió que no era necesario comprarle la luna o alguna estrella,

él le regalaba el universo que había en su corazón.



A la mañana siguiente Taehyung se veía más sonriente de lo normal luego de haber leído aquel sobre que dejaron en la puerta del departamento.

Jeongguk preparaba el desayuno y hablaba sobre lo nervioso que estaba por el primer examen que había dado. La intranquilidad de su voz contrastaba con el semblante de Taehyung; sus ojos brillando de orgullo y una sonrisa cada vez más grande, mientras contemplaba la espalda del azabache, esperando ansioso a que este termine de hablar...

En sus manos portaba los resultados del concurso.

Mereces más. | kth & jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora