Capítulo 4: Nuevo empleo

13 3 6
                                    


Tú puedes…

¿Quién dijo miedo? ¿Quién dijo miedo?

¡Yo! ¡Yo fuí!

He camina frente a la puerta de cristal por unos quince minutos, pero lo que pasa es que no me sale, no me sale, tonto nerviosismo que hasta hiso que arrugara mi currículo.

Es el momento, no tengas miedo, que el tonto edificio de veinte pisos no te aterre; si alguien tiene mucha experiencia en entrevistas eres tú, así que da el primer paso y abre esa puerta, a la una, a las dos y a las tr…

―Auch―un sujeto despistado termina enviándome al suelo de un empujón.

―Lo siento mucho es que voy tarde―intenta ayudarme pero  me niego a tomar su mano, suficiente humillación por un día.

―Deberías fijarte pudiste matarme―tal vez exagero. Me agacho para recoger mis papeles y cuando me incorporo lo sorprendo mirándome de pies a cabeza ― ¿oye, que no ibas tarde?

Su boca se abre demasiado y sus cejas se elevan ―si…si, ya me voy.

― ¡Pues muévete! ― Y como la dama delicada que soy lo empujo y entra tropezando seguido por mí.

El chico desaparece tan rápido como apareció, mientras que yo visualizo al recepcionista que observo todo a través de la puerta intentando no reírse por el show, camino y noto el tono naranja que  poseen las paredes y pequeños jarrones de porcelana  cerca de la entrada, sillas de espera cerca de una puerta mediana color  gris, junto a las escaleras y un ascensor al fondo.

―Buenos días. Vengó por el anuncio del empleo.

― ¿Asistente contable?

― Sí.

La sonrisa con la que me había recibido se torna en una mueca frustrada y desvía la mirada, esto no es bueno si algo sé muy bien es que todo me sale mal.

― El chico que entro  adelante  de usted… obtuvo la vacante.  Justamente inicia hoy.

Mis ojos se abren con tanta fuerza que empiezo a creer que son más grandes de lo que parecen.

― ¡El idio…! ―no digas malas palabras― Individuo aquel. ― el moreno frunce el ceño ante mi  cambio de actitud.

―Sí, creo que el departamento de recursos humanos olvido quitar el anuncio. ―Creo que tengo un tic nervioso en mi ojo izquierdo.

―ha…ha…―di  algo― ¿seguro?

―Lo lamento querida, pero es la verdad.

―Tienen que tener algún trabajo, puedo hacer cualquier cosa, puedo ser hasta la ordenanza, incluso se hacer café ―con sabor a calcetín pero la intención es lo que cuenta.

―Enserió quisiera ayudarte pero…―no me dio otra opción que recurrir a mi arma secreta: lagrimas―por favor no llores.

―No puedo evitarlo―sollozo― ¡no tengo nada!  ¡No sé qué hacer! ¡Mi vida se ha terminado! ¡Creo que moriré de tristeza! ¡Mi gato me abandono! ―ni siquiera tengo uno― ¡y para colmo la oportunidad de un trabajo la tiene un idiotaaa! ¡Ah, ah, ah!―las personas que pasan por la recepción sé quedan mirando con lastima y desconcierto. El recepcionista me entrega un pañuelo y me sonó las narices―Gracias―le devuelvo el pañuelo a lo que él lo toma con una mueca de asco.

―De nada―sigo moqueando para que me ayude y milagrosamente funciona―está bien. Veré que puedo hacer, pero no prometo nada ¿sí?

― ¡Sí!―salto de la emoción― ¡gracias! ¡Gracias!― lo tomo por los hombros y lo jalo para intentar darle un abraso, contraminándolo con el mostrador.

Ninguna como yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora