Capítulo 5

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Caminé de regreso a casa con Gus teniendo en mi cabeza esas alas, eran grandes, hermosas, fuertes, libres, podían ir donde quisieran, pero ¿a quién le pertenecían?, no sabía de quién eran, no podía verlo ni imaginarlo, solo sabía que reflejaban esa palabra que tanto me gusta "LIBERTAD".

Cuando estuve tendida en mi cama hablé con Andrew por teléfono, me contaba que estaba en Harvard, que era impresionantemente grande y como lo había soñado, que su compañero de habitación era divertido y muy simpático, que todo era diferente que en Robe, toda esa tranquilidad y pequeñez ya no estaban más, que de cierta forma lo extrañaba pero que no lo haría cambiar su meta. Le conté de León y de que nos conocía y que conocía a Sarah, reaccionó exactamente igual que yo cuando León me dijo todo, lo encontró extraño y me dijo que me alejara de él. Hablamos de la vida, de nuestros lugares y de lo mucho que nos extrañábamos, lágrimas, emoción, amor, hermandad, miles de sentimientos en solo una hora y media de llamada.

Al día siguiente fui a mis clases, fue más dinámico todo, más fácil y mucho más cercano, ya no me costaba tanto llegar a los salones. Cuando fui a la terraza y miré al banco vi a León perfectamente acomodado, perdido en el vacío oscuro de su mirada, sin poder apreciar tan bella cuidad y tan bellos paisajes, solo podía perderse en los recuerdos de lo que vio alguna vez.

– Hola León.

– Hola Angel, ¿cómo estás?

– Bien y ¿tu?

– Bien, tratando de imaginar que tengo frente a mí.

– Es un día muy lindo – me siento junto a él.

– Eso es lo que trato de imaginar, es hora de hacerme ver ¿no crees?

– Okey – analizo el paisaje con profundidad, es hora – el cielo es como un océano infinito color celeste con un toque nuboso precioso, el sol brilla como si fuese su ultimo día brillando, intenso y caluroso, frente a ti tienes árboles frondosos de un verde apasionado, la brisa marina hace de las suyas y agita delicadamente cada hoja, la playa es el fondo de todo esto, el mar se ve en calma, tranquilo y celoso pero sin ningún egoísmo, se deja querer por los pequeños bañantes, es simplemente majestuoso – por muchos minutos no dijo nada, solo se quedó perdido en mis palabras, tratando de ver e imaginar, inmóvil y sereno, perfectamente ido, es como si estuviese volando y no pudiera alcanzarlo.

– León, ¿estás bien?

– Si, perdón por no hablar, eso fue increíble, gracias.

– ¿Pudiste ver?

– Fue muy claro todo, el paisaje, los árboles, el cielo, el sol, todo fue perfecto, gracias.

– De nada – esta vez fui yo la que me quedé perdida en el paisaje.

– Hay algo que no te he dicho sobre mí – eso vino de la de la nada, interrumpiendo el ensordecedor silencio.

– ¿Qué cosa es? – la intriga comenzaba a apoderarse de mí, talvez era algo insignificante, pero por alguna razón me llamaba mucho la atención saber que era.

– Mi nombre no es León, es Max.

– ¿por qué te presentaste como León?

– Porque mi mamá cree que es mejor olvidarnos del pequeño percance de la ceguera y decidió que era mejor decirme León.

– ¿Por qué León?

– Según ella porque soy fuerte, un luchador y que ese nombre representaba todo eso. Mi mamá fue la más choqueada con todo esto del accidente y quiso borrar todo lo que tuviera que ver con ese día, así que me dijo que yo era León, ya no más Max, desde entonces todo el mundo me dice León y creo que hasta yo me lo creí.

Mi ÁngelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora